Como señalé en mi comentario anterior, 1966 marcaría -a mi modo de ver- el gran salto internacional del Ballet Nacional de Cuba. Ese año viajaría por vez primera a Europa Occidental y nada menos que al Festival de Danza de Les Champs-Élysées a París.
Me veo obligado a recordarle que esta época era doblemente difícil: en primer lugar, por la juventud de la compañía para asumir el “hacer Europa” y luego el vencer el bloqueo cultural que aún hoy tenemos, pero que comenzó a romperse a partir de esta presencia del Ballet Nacional de Cuba en tan importante Festival.
La participación, por sí sola, hubiera sido suficiente mérito, pero lo que sucedió en París rebasó las expectativas: los premios casi se agotan con nuestra compañía, pues Alicia Alonso se alzó con el Grand Prix de Ville de París y el Premio Anna Pávlova de Universidad de la Danza de esa ciudad. Sin embargo, fue además una sorpresa que una bailarina desconocida como Aurora Bosch recibiera también el Premio Anna Pávlova y un Premio especial de los críticos franceses de la danza. Claro, la obra que presenció París en aquella ocasión fue Giselle, con Alicia en el rol titular y Aurora como la reina de las willis.
También el Ballet Nacional presentó en París una obra contemporánea debida a Alberto Alonso: Espacio y movimiento, un verdadero manifiesto coreográfico de lo que sería la escuela cubana de ballet, que tuvo su estreno ese mismo año.
Hubo otros estrenos mundiales en 1966, como Mestiza, de Lorenzo Monreal, el primer intento de llevar a la danza la novela Cecilia Valdés; y Amazonia, de Jorge García.
Otra nueva medalla de oro obtendría Cuba en Varna en la actuación de Aurora Bosch, mientras Mirta Plá obtenía plata y Mirta García obtenía el segundo lugar en la categoría de menores.
Loipa Araújo asumiría ese año, por vez, el rol titular de El lago de los cisnes y la Lissette de La fille mal gardée, como reconocimiento a su desempeño profesional en el año anterior.
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