La calle es una serpiente humana que se retuerce y arrastra sin orden, y parece no acabarse hasta besar el mar, allá, cerca de la Alameda. Son casi las diez de la noche en Santiago de Cuba, una ciudad en la que se sabe que ha llegado el mes de julio por las lluvias, el calor y los carnavales. De pronto hay un silencio y la gente comienza a mirar hacia arriba.
Cuando al santiaguero le preguntan una dirección nunca dice hacia la izquierda o la derecha, sino hacia arriba o hacia abajo. Y desde allá arriba viene bajando una marea de tambores y gritos. En el centro de la procesión, alzándose hacia la Luna que también mira el espectáculo desde su silencio, el cornetero.
El santiaguero escucha una corneta china y se lanza a bailar y soltar dicharachos, como si no fuera dueño de su cuerpo. Así ha sido desde hace cien años, cuando en los carnavales de 1915 la comparsa del barrio El Tivolí sacó su “gallo tapao” (la sorpresa de su espectáculo músico-danzario) y Juan Bautista Martínez salió tocando una corneta china, con una melodía que imitaba las canciones de moda y el acento asiático de los lavanderos chinos.
Juan Bautista llevaba varios meses ensayando a escondidas en la Loma Colorada, donde luego creció el reparto Versalles. El intérprete llegaría a ser presidente de la Asociación de Músicos de la Ciudad, clarinetista, saxofonista e integrante de la banda del regimiento militar Antonio Maceo y la banda municipal de Santiago de Cuba. Pero antes tuvo que sobrevivir a varios atentados contra su vida.
Fue tanta la rivalidad que despertó entre los congueros santiagueros que tuvieron que ponerle guardaespaldas y en una ocasión, en que desfiló a caballo, un puñal hirió al animal, aunque el objetivo era la anatomía del cornetero.
Yolanda Bravo, especialista del Museo del Carnaval, en Santiago de Cuba, explicó a Cubarte que la corneta china se extendió rápidamente a las demás agrupaciones de la urbe oriental. En 1916 la conga del barrio Los Hoyos la incorporó a su espectáculo e inmediatamente tuvo un impacto grande en el público y la manera de interpretar la música popular bailable de los carnavales santiagueros.
El instrumento apenas tiene cinco de los siete registros musicales, lo que pudiera considerarse una limitación para asumir melodías, sin embargo la fusión armónica que logra con los tambores y la habilidad de sus intérpretes la convierten en protagonistas de las congas y paseos de Santiago de Cuba y otras regiones del oriente cubano.
Neno, fue para muchos el mejor de los corneteros cubanos, y hoy en día hay seguidores de mucha calidad como Joaquín Solórzano, e incluso, mujeres que han asumido este instrumento musical, varias de ellas premiadas en concursos como los que desde hace años se convocan en Santiago y que en 2015 tuvieron como motivación especial la celebración del centenario de la introducción de la corneta china.
Muchos de los “toques” de aquella etapa aún se conservan entre los descendientes de los corneteros santiagueros y gracias a la labor acuciosa de expertos del Museo del Carnaval se encuentran en proceso de transcripción, con el propósito de proteger y conservar esta huella del patrimonio intangible de los cubanos.
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