Cubanía es cubanidad responsable: es “cubanidad con las tres virtudes, dichas teologales: fe, esperanza y amor”, ha dicho Fernando Ortiz.
Cuánto tejido de riquezas étnicas, religiosas e históricas. Cuántas luchas generacionales para alcanzar la entrañable cubanidad. Cuántas banderas bordadas, cuántas manos clavadas, cuántas heridas hinchadas y abiertas, cuántos héroes de pechos al sol, cuánto alarido de vida, cuántos llantos de madres, cuántas estampidas de caballos, oraciones, manifiestos. Cuántos reencuentros con el pasado y presente en su historia erguida. Cuántas guayaberas y brazaletes abriendo caminos y descifrando encrucijadas.
Cuántas manos enarbolando, sacudiendo, acariciando la patria. Cuánto golpe enemigo. Cuántos sufridos amaneceres de las familias de este suelo. Cuánto enfrentamiento de hermanos de donde estuvieron y no están. Cuántos ilustrados pensadores modelando el ideario paisaje de este caimán. Cuánto pensamiento sepultado en sus mares. Cuántas pasiones de esta Isla noble y sagrada. Cuántos sueños de sembrar la Nación en campo abierto. Cuánta soberanía en las palmas. Cuánta fe.
¿Quién nos puede arrebatar esa identidad, su bien y mal, del alma? Suma de tantos cuántos, Cuba es la cultura de su día a día. Cuba es el abrazo ancestral.
Papalote, mi vida
Mucho ha llovido. Desde abril tengo 76 años y no escampa, y eso que son 61 de labor creadora en la profesión de los títeres, 58 en este mismo lugar donde ahora escribo, donde nací y aún hago mi obra. Teatro Papalote, continuidad del Guiñol Matancero. Grupo fundacional en la provincia, en nuestra Matanzas, que se mantiene vivo y con liderazgo. Para otros es un acontecimiento cultural, para uno es apenas el día a día, razón de ser. Amo y me debo a mi familia, pero no puedo separarme de Papalote.
¿Quién puede dibujar las fronteras entre nosotros? Papalote es el sitio donde aprendo y enseño, pedagogía viva, cubanía de emociones, consagración a los títeres. Estamos fundidos uno al otro y, sin habérmelo propuesto, esta unión ha devenido un hecho cultural.
Desde 1962 este lugar ha destilado arte. Esto reafirma a Teatro Papalote como institución forjadora de una cultura titiritera. Hoy viven nuevas agrupaciones y otras con años que la reafirman, centros que nacen orgánicamente en nuestra ciudad, caracterizados y personalizados en sólidas naturalezas internas, diversidad organizativa, con respeto y disciplina artística y técnica. Creo y respeto la individualidad del arte teatral en Matanzas. Lo apoyo como artista que vivió la exclusión de su arte y su obra en tiempos bien difíciles de la política cultural, y que de Pascuas a San Juan se asoman esos avatares y otros del teatro matancero.
Papalote es una voz artística como otras. Me siento raíz gracias a Olorún, por su sentencia sigo siendo tronco. Y reafirmo que todos alentamos en la herencia y legado de esta ciudad. En mi vitrina guardo con cariño un Premio Nacional de Teatro, un Maestro de Juventudes, un Dramaturgo Inspirador y muchos otros. Pero, más que ellos, me enorgullece si algún niño dice: “Ese es el director de Papalote”. No necesito más.
Me persigue una añoranza
Imagino que cuando pase todo esto voy a recorrer la Isla de punta a cabo, que me voy en periplo a redescubrir nuestro movimiento titiritero después de la COVID-19. Los colegas nos extrañamos. Nos duele no estar cerca. Se lo pediré a los que organizan caravanas, les diré que no es un viaje para hacer diagnósticos ni tomar la temperatura de cómo está el teatro para niños y de títeres. ¿Me entenderán? Se sorprenderán cuando les diga que es para vernos vivitos y coleando después de la pandemia. Rompiendo aislamientos, he recibido llamadas de colegas de toda Cuba interesados por mi salud y la del teatro. Todos esos seres me han hecho sentir querido, quizás ven en mí un veterano de tantas luchas por la cultura que ha recibido muchos golpes como otros de mi especie. No tan jóvenes y jóvenes me aprietan, me estrujan el alma, y me abrazan como si yo no fuera de verdad, de carne y hueso, se tiran fotos y me dicen que soy como un padre.
Eso siempre me toma por sorpresa, pero bendice mi profesión. Después de este virus, tenemos tanto de qué hablar, buena charla nos espera. La pandemia ha fortalecido esta familia: como suena el mundo titiritero cubano en todos los espacios habidos y por haber, como laten sus innovaciones artesanales, la originalidad del momento, como se ha sabido parodiar con gran respeto la naturaleza de los títeres, como se ha redificado el pasado en un inesperado presente. Eso no me asombra, nunca he dudado de nuestra gente de los títeres. Antes de esta etapa de aislamiento realicé una gira muy estimulante para el grupo que dirijo y para mí fue especial. Añoraba esos paisajes de Cuba y sus buenos títeres. Los poblados donde se nos considera seres divinos y a los títeres enanos prodigiosos. Quiero que se repita esa experiencia para todos. Nuestro oficio ha sembrado educación, arte, cultura. Nuestros titiriteros alegran la vida difícil de este maravilloso pueblo con su entrega. Pronto estaremos cerca, junticos, apiñados y disfrutando de vivos y nuevos abrazos, con especiales sentimientos.
Con pandemia los títeres siguen vivos. Con razón a nuestros creadores no les fallan la ética cultivada por nuestros maestros y la larga batalla de los que nos quedamos. Les confieso que hoy veo el teatro de títeres más cerca de la vida. Los espacios cerrados nos han hecho abarcar los espacios virtuales de estos tiempos. ¡Pronto nos veremos, no en la pantalla de los celulares, ni en la televisión, sino de verdad, en la razón de ser del teatro como acto presencial! ¡Claro que nos veremos, titiriteros y títeres de Cuba en su retablo!
Deje un comentario