“El desafío más importante para la danza en el siglo XXI es la innovación. Pero la danza siempre ha tenido desafíos, y confío que seguirá resolviéndolos exitosamente. Pase lo que pase, todo el mundo debe seguir bailando”
Judith Lynne Hanna
Hay un gran desafío en hallar un equilibrio entre lo tradicional, lo progresivo y la vanguardia. ¿Cómo podemos honrar y conservar el pasado, abarcando a la vez a lo nuevo? En esta era de digitalización y reapropiaciones, el cuerpo en movimiento danzante se ha multiplicado en diversas formas, muchas de ellas fascinantes. Aun así, no ha podido reemplazar el acto vivo del danzar, del existir y transpirar cuerpo a cuerpo y en carne viva; pues, es la Danza una celebración de la vida. Es así que cada 29 de abril, Día Internacional de la Danza, esa razón de goce y simpatía regresa para recordarnos que gracias a la danza el ser humano recupera los lazos que lo unen al mundo.
Mundo de danzas y bailes plurales, donde sin pretensiones especuladoras, a priori, se nos convida a ser partícipe de su despliegue ancho y democrático en nuestras comarcas. Aquí, en esta tierra y en cada espacio posible, niñas y niños, jóvenes, adultos; amateurs, estudiantes y profesionales, venimos tejiendo un bailar coral rico en experiencias que, al tiempo que se pudiera tornar elogio, no deja de señalar aquellas metas todavía por alcanzar.
La excelencia en la creación coreográfica, seguirá siendo responsabilidad en progreso, en tanto su especificidad brinda los insumos necesarios para potenciar el proceso de investigación/creación y la propia organización del movimiento, el tiempo, el espacio, la sonoridad y visualidad en la construcción de sentidos en la danza. Allí, donde lo que en ella pudiera ser intrínseco, no solo en términos de imaginería escénica, sino como praxis social y cultural, cada día debe ser obsesión de excelsitud.
Quizás en la lectura crítica de lo sistematizado y socializado acerca de saberes/haceres que posibilitan asumir contemporáneas modulaciones en la creación dancística actual, esté una de las vías para provocar “nuevas” asociaciones que activen otros canales de fabulación, percepción, conceptualización y comunicación. Es tarea de la investigación/creación, devolverse desde las cualidades expresivas y dinámicas de presencia más inmediatas a un proceso, de un hecho, un motivo, luego entonces, buscar conexiones, asociaciones, expansión de esas razones concéntricas motivacionales.
Incitación que implicaría el vínculo con historias pasadas y presentes, no como mero tributo fútil, sino como punto de partida hacia la revisitación, la reconstrucción y reapropiación intencionada, allí donde el saber hacer de la danza y sus gentes, es esencial. Hoy cuando celebramos en torno al Día Internacional de la Danza, advertimos cuánto requerimos de una mayor amalgama vivencial y cultural para darle más libertad al espíritu, eliminando fronteras entre géneros dancísticos, tendencias, figuras, momentos, contextos, etc. Oportuno es no cansarnos en el valor de tejer una historia narrante de la danza a partir del saber/hacer de sus gentes.
Se dice que cuando el maestro francés Jean-Georges Noverre hizo público en 1759 su manifiesto donde dejaba claro una postura radical ante el arte de danza de su época, nacía el ballet moderno. Es así que sus Cartas sobre la danza y los ballets constituyen un tratado de pensamiento para acercarse a la coreografía, a la interpretación y a la puesta en escena. Por ello, la danza entera hizo justicia al elegir el 29 de abril, fecha del natalicio de Noverre, como el Día Internacional de la Danza. Razón oportuna para que se ideara celebrar en Cuba "Los Días de la Danza", con la inclusión de la fecha. Importantes fueron las acciones e ideas de Isabel Bustos, Guillermo Márquez, Ismael Albelo y Fidel Pajares en 1994 para lograr el festejo de la efeméride; desde entonces es día agendado en nuestros cronogramas de programación a lo largo y ancho de la isla.
Será misión de todas y todos, seguir creciendo, seguir cuidando el patrimonio danzario aquí labrado y multiplicar nuestro esfuerzo consciente por hacer de la danza un bien cultural, social e identitario de los bailes y tradiciones que en mismidad procuren abrirse a la otredad, a lo diverso y bien tramado. También en la danza cubana, los tiempos por venir deben ser de alianzas entre el saber del pueblo y las apuestas de las creadoras y creadores que desde aquí y más allá de aciertos y sobresaltos, seguimos apostando por ser eternos enamorados de la Danza. Danza toda. Danza para todos y todas las edades, preferencias, gustos y lenguajes expresivos. Danza de campos y ciudades, de calles y plazas. Danzas infantiles y juveniles, de abuelas y abuelos; aéreas y acuáticas, terapéuticas, sanadoras, escénicas y formadoras. Danzas que nos hagan bailar un baile que atrape este precioso y efímero instante. Danzar que archive el pasado solo si en su transitar presente vislumbra otros futuros más generosos, armónicos, bioéticos, tecnologizados, inclusivos y siempre propositivos. Son muchos los desafíos que enfrenta la danza en el siglo XXI cubano (y universal): la innovación, el entrenamiento, la creatividad, la promoción personal de sus danzantes, las oportunidades de la crítica, el desarrollo del público, la danza en el mundo académico, la conservación de la danza, los recursos materiales para producir, la circulación nacional e internacional, etc. Pero, tal como señala la crítica estadounidense Judith Lynne Hanna, “la danza siempre ha tenido desafíos, y confío que seguirá resolviéndolos exitosamente. Pase lo que pase, todo el mundo debe seguir bailando”.
Entonces, cubanas y cubanos, disfrutemos de este gran acervo cultural que vuelve vivo al cuerpo y le canta a la vida, pues ¿qué es la danza sino un posible más allá del lenguaje (comunicación física y verbal), de la técnica (habilidades) y de la poética (visión de mundo)?, ella es celebración de la vida. ¡Felicidades!
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