La noticia corrió con la inmediatez del viento: “Ha muerto José Luis Molina Cebada”, o Luisito, como muchos conocieron a este apasionado de las artes escénicas en la provincia de Camagüey; un hombre que tal vez no fue bailarín o actor por circunstancias de la vida, pero que encontró en la producción artística un espacio vital, una vía de encuentro con artistas y especialmente con el Ballet de Camagüey, con el cual mantuvo un vínculo inseparable a través de su labor como productor, testigo de los logros y el camino recorrido por esa compañía fundada por el maestro Alberto Alonso.
Tal vez pocos creyeron el rumor que a través de llamadas telefónicas o publicaciones digitales circulaban en las redes, pero no en vano es el dicho de que “cuando el río suena es porque aguas trae", y pocas horas después la noticia era oficial y aún así, muchos se resistían a creerla, que un hombre con juventud y deseos de vivir, la vida se lo llevara sin apenas una previa alerta.
Las artes escénicas camagüeyana y también en otras regiones del país visten de luto tras la partida de un amigo, de un compañero, de un apasionado del arte y un fiel amante y defensor de la cultura cubana. A través de redes sociales, quienes le conocieron, han dejado su pésame y palabras de agradecimiento a un eterno amigo, al hombre incansable que sin importar obstáculos, no dudó en emprender el camino por largo o escabroso que fuera.
En nombre del Ballet de Camagüey, de los artistas escénicos de su querida tierra agramontina, de quieres le quisieron y apreciaron, y de la cultura cubana en general, llega el dolor de su partida y el agradecimiento eterno a quien el arte fue parte de su vida.
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