Ha querido la prioridad histórica que vuelva a reflexionar sobre las primeras andanzas de Fernando Ortiz por el camino del Derecho. Solo que ahora existe una razón fundamental: la conmemoración del aniversario 140 de su natalicio.
Rememorar el azaroso recorrido de su aprendizaje también me hace ser partícipe de su historia de vida, ubicada dentro del complejo escenario del cambio de siglo, envuelto en las contradicciones que este momento histórico dispuso para Cuba y para el mundo. Pero las ansias por enrumbar su vida por la ruta del conocimiento hicieron de Ortiz un joven diferente, alguien más consecuente con el suave y bucólico susurro de los pinares que recorría durante su adolescencia en la isla de Menorca.
Nacido el 16 de julio de 1881, en la esquina habanera que conforman las calles de San Rafael y Lucena, Don Fernando Ortiz Fernández es uno de los intelectuales más lúcidos e imprescindibles del siglo XX cubano. Lúcido, porque sin lugar a dudas la naturaleza crítica de su pensamiento, sus profundos ideales patrióticos, de justicia social y renovación jurídica le permitieron enfrentarse y luchar contra las deformaciones sociales de su tiempo.
Imprescindible, pues la obra que nos legó constituye una de las herramientas conceptuales más lógicas, sólidas e importantes para comprender la identidad nacional de un país como el nuestro, donde quedaron fundidas las esencias culturales, etnográficas, espirituales y sociales de diversos grupos humanos, entre ellos, los provenientes del África subsahariana.
Para edificar su sólida y prestigiosa carrera como abogado, Fernando Ortiz empleó los mejores años de su vida juvenil. Múltiples viajes realizados por razones de estudio le hicieron vincularse a universidades europeas, conocer y recibir lecciones de prestigiosos catedráticos y especialistas en las diversas materias jurídicas e imponerse una férrea disciplina de estudios.
A Ortiz lo prestigiaban sus amplios conocimientos en diversas ramas del Derecho, pero su amor por el Derecho Penal y la Criminología, le hicieron concentrar sus esfuerzos en la comprensión particular de estas ciencias. Muy virtuoso resulta el análisis criminológico que aflora en cada uno de los ensayos que integran la trilogía “Hampa Afrocubana”, y sorprendente es el vínculo que estableció entre la Filosofía Espírita de Allan Kardec y la Filosofía Penal; conocimientos que se consolidan en su texto “La Filosofía Penal de los Espiritistas”.
Fue un profuso legislador y sus criterios se hicieron escuchar en cónclaves internacionales a los que acudió como orador. Pero la segmentación y en ocasiones el parcializado estudio del que ha sido víctima su obra contribuye al desconocimiento de esta zona medular de su formación profesional.
El Derecho fue para Don Fernando el punto de partida, esencia y conciencia
Eclipsando entonces lo que resulta ineludible, pues el Derecho fue para Don Fernando el punto de partida, esencia y conciencia de su que hacer renovador dentro de las ciencias sociales.
Desde sus inicios observamos al Ortiz que asume la verticalidad del abogado investigador. Antepone a su linaje y origen acomodado su vocación de servicio en favor de los grupos sociales preteridos. Esto nos da la medida del espíritu de sacrificio que anidó temprano en su persona. Según su visión renovadora, necesariamente el concepto de bienestar-jurídico-social al que aspiraba la naciente sociedad cubana, tendría que comenzar por otorgarle a la población negra de Cuba el legítimo reconocimiento a sus derechos como ciudadanos, además de valorar los aportes realizados durante la gesta emancipadora.
También fue Ortiz el primero entre nuestros penalistas en identificar el origen multicausal, social y cultural presente en las diversas modalidades delictivas que acontecían en La Habana. Demostrando a través de los trabajos de campo realizados en reclusorios y barrios pobres de la capital la peculiar y distintiva tipicidad criminal proveniente de los estratos de nuestro mundo marginal urbano.
Dichas aportaciones no habrían sido posibles sin su probada aptitud para los estudios jurídicos, voluntad que le condujo a matricular en el año 1898 en la Universidad de La Habana la carrera de Derecho Penal.
Poco se ha profundizado en la importancia que tuvo para Ortiz este período formativo. Pero a decir verdad en aquel espacio de tiempo quedó plantada la simiente que dio origen a su insaciable interés por la Antropología y la Etnografía Criminal, bases esenciales de sus estudios posteriores.
Durante su permanencia en la Escuela de Derecho, recibió una sólida preparación caracterizada por la interconexión entre las diferentes disciplinas del programa lectivo de Derecho Penal, ya enriquecido por los conocimientos y al experiencia del Dr. José Antonio González Lanuza, Decano de dicha escuela, profesor y amigo personal de Ortiz. Lanuza fue quién incentivó al joven estudiante a acercarse a las novedosas teorías expuestas por la Criminología Positiva que lideraba entonces la Escuela Criminológica Italiana, de modo tal que la relación entre los conocimientos adquiridos en sus clases resultaron fortalecidos por la matriz científica más avanzada.
Las materias de Filosofía del Derecho, Sociología Criminal y Derecho Penitenciario engrosaron su currículo, así como contribuyeron a la consolidación de sus múltiples saberes las sucesivas visitas realizadas a las salas de justicia de la Audiencia de la Habana. En 1899 sus padres deciden enviarlo nuevamente a España para concluir los estudios jurídicos que comenzara en La Habana.
Foto: Roberto Chile
Primeros acercamientos a lo que él denominó “Hampa Afrocubana”
Para entonces ya era portador de una sólida formación. Fernando Ortiz nunca violentó etapas dentro de su preparación intelectual, comenzando junto con el nuevo siglo su notable ascenso académico. El 29 de junio de 1900 recibió su grado de Licenciado en Derecho otorgado por la Universidad de Barcelona.
Los conocimientos adquiridos con anterioridad durante su breve estancia habanera, definieron su perfil profesional y su vocación a favor del ejercicio litigante y las investigaciones criminales. Fue también durante aquel breve pero fructífero tiempo y por influencia de su maestro que experimentó los primeros acercamientos al universo de lo que él denominara con posterioridad “Hampa Afrocubana”.
En el ciclo comprendido en los años de 1900 a 1902 acude a la Universidad Central de Madrid para realizar exámenes que le permitirían presentarse como aspirante al título de Doctor en Derecho pero su precaria situación economía no le permitió abonar la matricula. Con posterioridad a la defensa de su tesis sobre Derecho Penal titulada “Base para un estudio sobre la llamada reparación civil”, el 12 de diciembre de 1901 le fue concedido el título de Doctor en Derecho.
El trabajo presentado y defendido con elocuencia frente a un prestigioso tribunal, resultó polémico a tal punto que dos de los profesores lo suspendieron y tres de ellos lo calificaron con sobresaliente. ¿Pero cuan novedosa resultaba su propuesta para que los catedráticos madrileños Santa María de Paredes, Manzano, Olózaga, y Calvo y Retortillo entraran en contradicción al momento de votar por la calificación de su trabajo? En esencia la tesis doctoral de Ortiz estuvo sustentada en la defensa del concepto de la vindicación del daño del delito, su resarcimiento y la necesidad social de que esto fuera efectivo.
La reivindicación de la víctima; el resarcimiento de los daños causados a su persona producto de la comisión de un delito de naturaleza penal, ya habían sido tratados por la vertiente sociológica del positivismo criminológico italiano encabezada por los profesores Enrique Ferri y Garófalo. Uno de los textos empleados por Ortiz en frecuentes consultas para fundamentar sus criterios sobre el tema abordado en su tesis fue precisamente el libro de Ferri, “Los nuevos horizontes de la criminalidad”, obra de sociología criminal que explicaba las novedosas tendencias del delito en su interacción con el medio social.
Cuando en 1902 retorna a La Habana, la situación social que subyugaba a Cuba se caracterizaba por la corrupción político-administrativa, el imperio de las normas jurídicas heredadas del pasado colonial, entre ellas el Código Penal español de 1870,aún vigente a falta de leyes autóctonas, además del notable incremento de la criminalidad.
Estas circunstancias le allanarían el camino para comenzar a proponer reformas que actualizaran las normas penales y procedimientos existentes. Puso empeño en doctorarse nuevamente. Pero esta vez lo haría en Derecho Civil y Derecho Público en la Universidad de La Habana. El Dr. José Antonio Matos Arévalos enfatiza que durante este período: “El joven abogado inicia el ciclo de trabajo periodístico de divulgación criminológica, y publica en diversas revistas nacionales los siguientes artículos: “Rectificación criminológica”, en el Diario de la Marina (29 de septiembre de 1902); “La teoría criminológica de Max Nordav”, en el propio diario… (26 de abril de 1903) y “El presidio de La Habana”, en Azul y Rojo (4 de enero de 1902).”[1]
Todo lo aprendido hasta entonces encontró un espacio útil. Sus estrechos vínculos con la vertiente sociológica del positivismo criminológico italiano se entrelazaron con las experiencias adquiridas durante los trabajos de campo realizados por vez primera en La Habana y con posterioridad en Madrid. Además rendían frutos las lecturas extracurriculares recomendadas por el Dr. José Antonio González Lanuza y la estrechísima colaboración y consejos recibidos del Dr. Manuel Sales y Ferré.
Foto: Roberto Chile
Su ascendente derrotero investigativo después de su posterior graduación
A pesar de poseer una relativa información sobre los cultos sincréticos de origen africano, obtenida mediante la lectura y el procesamiento de los datos contenidos dentro de los expedientes policiales y mediante la observación de los juicios penales celebrados en la Audiencia de La Habana contra ñáñigos y brujos, primero acusados y luego procesados por el delito de brujería, no fue hasta después de su posterior graduación como licenciado en Derecho que comenzó su ascendente derrotero investigativo.
En los años de 1900 a 1901 había logrado su inserción dentro del notable Instituto Sociológico de Madrid, integrado por los alumnos del profesor español Manuel Sales y Ferré, quién con sus avanzadas concepciones sociológicas y sus trabajos de campo incentivó aún más el interés de Ortiz por la investigación en el terreno.
Como profundo agradecimiento, al conocer la noticia del fallecimiento de su apreciado maestro Ortiz expresó: “Recuerdo de modo imborrable el efecto extraordinario que en mi mente produjeron aquellas excursiones… No llegué a comprender (…) los problemas de la ciencia penitenciaria moderna sino en las infectas galeras del correccional de Alcalá de Henares, donde me dejó don Manuel para que pudiera por días y días vivir aquella vida y observarla de cerca”. [2]
Otro fructífero proceso de aprendizaje fue iniciado por Ortiz en el año 1903 cuando comienza su viaje a Italia al ser nombrado Cónsul en la ciudad de Génova, servicio exterior que hizo extensivo a la Coruña y Marsella, hasta concluir en Paris en1905. Entre las acciones sobresalientes que emprendería en Génova se encuentra la publicación de la revista “La Cultura Latina”, que a pesar de su título, dedicó íntegramente sus dos únicos títulos a la divulgación del Derecho Penal y sus ciencias auxiliares entre ellas la Criminología.
Nuevamente asumió el rol de estudiante al matricular en el curso libre de Sociología de Asturaro, y en las conferencias de Antropología Criminal de Morcelli. Pero lo significativo de su estancia fue la relación de amistad que cultivó con los eminentes científicos Cesar Lombroso y Enrique Ferri, padres de la Escuela Italiana de Criminología Positiva.
Cesar Lombroso hizo extensiva a Ortiz la invitación para colaborar en su revista científica “Archivio di Antropologia Criminale, Psichiatria e Medicina Legale”, fundada en 1879, y donde vieron la luz los primeros y muy breves ensayos sobre la criminalidad afrocubana.
Sobre esta época dorada de su vida expresó Fernando Ortiz:“…allí residí (Génova), durante unos tres años, en los cuales asistí como estudiante libre al curso de Sociología, de Asturano; Conferencias de Antropología Criminal, de Lombroso, en la cercana ciudad de Turín (…) como consecuencia de esta dedicación a la mera Criminología pude merecer el honor de la amistad personal del profesor César Lombroso, que inmerecidamente me colmó de atenciones, de los profesores criminalistas Mariani, Tovo y Carrara, colaboradores auxiliares de Lombroso, todos profesores de la Real Universidad de Turín.., “[3]
Por lo hasta aquí expuesto puede comprenderse que Fernando Ortiz fue construyendo sus conocimientos en materia Penal y de Criminología solamente transitando sobre las bases de un proceso lógico y dialectico de aprendizaje. El momento histórico en que comienza su ascenso profesional coincide con el desarrollo de los profundos y diversos estudios sobre la génesis del delito, las características del delincuente, su psicología y entorno social y cultural, además de otros factores antropológicos y causas colindantes con las conductas de antisocialidad.
La revolución industrial y el auge del capitalismo legaron a la sociedad internacional un abrupto proceso de cambio que tuvo entre sus manifestaciones más visibles el violento y desproporcionado aumento de la criminalidad en el seno de las grandes ciudades. La preocupación de los gobiernos y de los legisladores, tomó expresión corpórea e inmediata en la investigación científica que potenció aún más el surgimiento de trabajos de campo y de gabinete sobre la llamada mala vida, el hampa, los bajos fondos sociales.
Foto: Roberto Chile
Desarrolló sus investigaciones sobre un terreno virgen
El légamo terrible de la delincuencia urbana se trasformó en objeto de estudio, junto con él, un micro universo hasta entonces relegado, afloró a la luz pública, mostrando a los individuos que lo habitaban. Fueron muy leídos y referenciados por Fernando Ortiz algunos textos criminológicos como “La mala vida en Barcelona” (1889), “La mala vida en Roma” (1991) y “Hampa, antropología picaresca” (1898).
Dado su papel de avanzada, hasta hoy resulta incuestionable el rol fundamental que desempeñó la Escuela Italiana de Criminología en el fomento de estas investigaciones en el continente europeo. Fue Don Fernando fruto legítimo de ese quehacer científico, y a diferencia de los criminólogos y penalistas europeos, él desarrolló sus investigaciones sobre un terreno virgen, solo antecedido por los descargos policiales contra la criminalidad habanera de origen afrocubano. Enfatizo en que la naturaleza descriptiva de dichos descargos, tiempo atrás ya había sido del interés de Ortiz.
No fue entonces por casualidad que pusiera su mira en la peculiar situación social del negro que vivía en Cuba. Los tipos y costumbres criminales descritas por la literatura que lo había formado encajaban perfectamente dentro de las características que a primera vista observara dentro del conglomerado social de los afrocubanos.
Además de la ya comentada influencia ejercida tempranamente por el profesor González Lanuza para interesar a Ortiz por el universo particular de la criminalidad en La Habana, es muy notable el papel renovador que cultivó en él la estrecha amistad con Cesar Lombroso durante aquellos años de formación intelectual en la ciudad de Turín.
Lombroso lo conminó a escribir sobre las peculiaridades de la psiquis afrocubana, reflejada según sus teorías en el desarrollo de la mala vida habanera y en la génesis de una proto-criminalidad atávica, yacente en el supuesto primitivismo de las creencias religiosas y actitudes emocionales de los negros.
Partiendo del criterio de la singularidad de las costumbres africanas que sobrevivían en Cuba, y del exotismo que para la Escuela de Criminología Italiana significaban aquellas formas del “mal vivir”, Ortiz debía labrarse un amplio campo de estudios que lograse desentrañar y describir las peculiares aptitudes de naturaleza criminal presente en sus individuos.
Los ensayos breves que vieron la luz en la revista “Archivio di Antropologia Criminale, Psichiatria e Medicina Legale”, demuestran la variedad temática que caracterizó su primera mirada sobre el tema. Estos ensayos fueron apareciendo en el siguiente orden: “La Criminalita dei Negri in Cuba”, Vol. XXIV. Turún, 1905. “IL Suicidio tra i Negri”, Vol. XXVII. Turín, 1906; y “Supertizione Criminose in Cuba”, Vol. XXVIII, Turín, 1906.Ya en el año 1906 Ortiz tenía bien definido su derrotero científico en favor de investigar las características sociológicas, etnográficas y criminológicas particulares de los afrocubanos.
[1] La Historia en Fernando Ortiz. Dr. José Antonio Matos Arévalos, página 19. Fundación Fernando Ortoz, La Habana, año 1999.
[2] Prólogo a “Los Negros Brujos”. Dr. Isaac Barreal. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995. Página IX.
[3] La Historia en Fernando Ortiz. Dr. José Antonio Matos Arévalos, páginas 19 y 20. Fundación Fernando Ortoz, La Habana, año 1999.
"En la conmemoración del aniversario 140 del natalicio de Fernando Ortiz, uno de los intelectuales más lúcidos e imprescindibles del siglo XX cubano, su legado sigue vive en artistas y creadores cubanos desde la la naturaleza crítica de su pensamiento, sus profundos ideales patrióticos, de justicia social y renovación jurídica que le permitieron enfrentarse y luchar contra las deformaciones sociales de su tiempo".
"Desde sus inicios observamos al Ortiz que asume la verticalidad del abogado investigador. Antepone a su linaje y origen acomodado su vocación de servicio en favor de los grupos sociales preteridos. Esto nos da la medida del espíritu de sacrificio que anidó temprano en su persona. Según su visión renovadora, necesariamente el concepto de bienestar -jurídico-social al que aspiraba la naciente sociedad cubana, tendría que comenzar por otorgarle a la población negra de Cuba el legítimo reconocimiento a sus derechos como ciudadanos, además de valorar los aportes realizados durante la gesta emancipadora."
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