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La gatica de María Ramos…


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La gatica de María Ramos…

Aunque algunas personas, doctas en materia de costumbrismo, se empeñan en aseverar que la expresión “La gatica de María Ramos que tira la piedra y esconde la mano”,  usada para significar a aquellas personas de comportamiento taimado o utilitariamente ingenuo, también conocidas como “moscas muertas”, tiene su origen en España, los hay, no menos letrados en dicha temática, que aseguran que se trata de una frase salida de un hecho real acontecido en La Habana de la década de los años veinte del pasado siglo.

Como buen cubano y habanero de pura cepa que soy, prefiero suscribirme a la segunda variante y, como no soy historiador ni tengo intenciones de hurgar en papeles amarillos y polvorientos, prefiero contárselas tal y como la escuché de mis mayores y leí en alguna que otra crónica.

El hecho que dio origen a esta popular expresión lo sitúan, geográficamente, unos en el barrio de Jesús María y otros en el de San Isidro, en la Habana Vieja, donde en los albores del siglo XX los burdeles pululaban y se consideraban como una “zona de tolerancia”.

Se cuenta que la tal María Ramos era una mujer de gran belleza y ejercía la profesión más antigua de la humanidad en uno de los establecimientos de placer de la zona. Cierto día, según su propio testimonio ante el juez, la meretriz llegó a su casa y encontró que su proxeneta Virgilio yacía muerto con una herida anfractuosa en medio de su frente y, junto al interfecto, totalmente cubierta con la sangre del occiso, la piedra de machacar de María Ramos. A guisa de aclaración, sobre todo para los lectores que no rebasan el medio siglo, debe decirse que en muchas casas cubanas de antaño se utilizaban unas grandes piedras de río muy pulidas por la corriente, a las que llamaban “chinas pelonas”, que empleaban para majar todo tipo de alimento, especialmente los bistés. El caso es que durante el proceso judicial llevado a cabo contra la bella María, la codiciada hetaira habanera se declaró inocente del supuesto homicidio del que se le acusaba y a la pregunta del juez sobre la razón de estar sentada en el banquillo de los acusados, María Ramos, poniendo a media asta sus párpados y largas pestañas y con toda la ingenuidad del mundo le respondió: “Ay Señor juez, yo no sé por qué me trajeron aquí, a mi Virgilio me lo mataron de una pedrada en la frente, pero le aseguro no fui yo. Yo estaba trabajando y en la casa la única que estaba era mi gatica Mimí; pregúntele a ella…” El público presente en la audiencia rompió en una sonora carcajada, pues sabían perfectamente cual era la cotidiana labor de María.

Dicen que a la mañana siguiente a la vista oral, el Diario de la Marina, importante medio de prensa de la época, publicó en su llamada “página roja” una reseña del juicio y una caricatura de la gatica Mimí en pose amenazante, lista para lanzar una enorme piedra de río con sus patas delanteras y una sentencia al pie que rezaba: “La gatica de María Ramos dio la fatal pedrada… pero ¿con qué manos?”

No se hizo esperar una coplilla que, en unos días, rodó por toda La Habana y que decía: “La gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano, que mató a Virgilio, que mató a su hermano ¡Que gata asesina, que sino malsano!”

El veredicto del jurado fue de culpable y la ya famosa ramera fue sentenciada a largos años de prisión; me imagino que la enviaran a la cárcel de mujeres de Guanabacoa, penal femenino existente en aquella época. No obstante, tanto María Ramos, como su gatica Mimí, se harían famosas y correría su hazaña de boca en boca a través de muchas generaciones de cubanos, acuñándose para la posteridad, la conocida frase “La gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano”.

Hasta más ver.


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