La historia que nos debemos. La ruta de las charangas (I): Abriendo el baile


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La Habana. Día de un año que puede ser 1960. Mañana de domingo y no hay nada más importante que encender la radio y esperar con ansiedad ilimitada que comience ese programa de Radio Progreso en el que se debe presentar en vivo y en directo la orquesta que está de moda. Hoy es una charanga, y no es precisamente La Aragón o la de Enrique Jorrín.

Lo cierto es que hay orquestas de esas conocidas como “charangas típicas” que mueven a las masas de bailadores del momento, son ellas La Sensación, de Rolando Valdés, donde canta Abelardo Barroso; la Sublime, de Melquiades Fundora; la de Neno González y Fajardo y sus Estrellas a New York. Nadie pensaba entonces que algunos músicos de aquella orquesta regresaran a Cuba después de una gira por New York y que fundaran una charanga que llevaría el nombre de Estrellas Cubanas, que va a dirigir el violinista Félix Reina.

La moda musical en este momento es el ritmo pachanga, que compite con el cha cha chá de Jorrín y de la orquesta América de Ninón Mondéjar. También hay otras charangas para escuchar como la Melodías del Cuarenta, de Neno González; y está una que formaron algunos músicos de Revé y su Changüí Oriental que ahora se hacen llamar Ritmo Oriental, pero casi siempre trabajan en Tropicana.

Claro que hablamos de La Habana. Estamos en La Habana y el baile de este domingo, donde debe tocar alguna de estas charangas, es en la Sociedad de Torcedores; en el barrio de Cayo Hueso. Muy cerca de donde vive Antonio Arcaño, el mismo que tuvo una charanga a la que llamaban La Maravilla. Curiosamente es el mismísimo Arcaño quien organiza estos bailes de domingo en “los torcedores”.

Sociedad de Torcedores, en el barrio de Cayo Hueso, La Habana.

Cierto que había otras orquestas tipo charanga en casi todas las ciudades del país, pero el fatalismo geográfico definía su existencia, su alcance en popularidad y presencia nacional, y eso influía en que para muchos su carrera discográfica fuera prácticamente inexistente. Solo que las cosas estaban por cambiar.

Arcaño, junto al flautista José A. Fajardo ─encompinchados con su compadre y amigo Juan Cruz─, eran prácticamente los dueños de los bailes en La Habana. La cuarta pata de la mesa era un señor al que todos llamaban “Angoa”, y al que el violinista Félix Reina le había dedicado un danzón que popularizó la orquesta Aragón, la única charanga que había superado el fatalismo geográfico al mudarse todos sus integrantes a la capital.

Arcaño, lo mismo que sus socios en el negocio de organizar bailes públicos, sabía por experiencia los lugares en que funcionaban las charangas para la masa de bailadores. Su lugar por excelencia eran las sociedades: Monte y Belona, Los curros Enríquez, el Club Social de Buenavista, la Sociedad de Torcedores y algunas otras menores como la de la Juventud de San Leopoldo.

Los conjuntos funcionaban mejor en los jardines de las cerveceras; es decir, en los de la Polar, la Tropical o en el que se estaba por abrir en el Cotorro. Sin embargo, en el salón Rosado se podía combinar a los conjuntos con las charangas, muy al estilo de aquellos llamados bailes “de arroz con frijoles” que definieron los espacios bailables desde mediados del siglo XIX.

El ritmo pachanga había sido creado por Eduardo Davinson casi a fines de la década de los años cincuenta y una de las primeras grabaciones de este nuevo ritmo ─que para algunos era una versión del cha cha chá hecha para los blancos, con fuerte acento del baile del rock & roll en muchos de sus filigranas de pareja─, corrió a cuentas de la orquesta Sublime. Solo que nadie imaginó que la propuesta fuera abrazada por casi todos los formatos musicales e importantes intérpretes de ese entonces.

Y es que una de las cualidades de la música cubana en aquellos años era que lo importante era dar al bailador la música que le hacía feliz; y eso implicaba no tener vergüenza de hacer versiones de un tema musical que hubiera hecho famoso otro intérprete u orquesta. Así había pasado con el cha cha chá, lo mismo con el son; aunque el bolero era el género musical para lanzar versiones muy personales y en ocasiones novedosas desde el punto de vista orquestal de temas conocidos. La historia recoge ─tanto en la discografía como en las grabaciones radiales─, decenas de ejemplos.

Los conjuntos funcionaban mejor en los jardines de las cerveceras: Jardines de La Tropical

Qué mejor formato para que la pachanga tuviera su cuota de popularidad entre los bailadores que el de una charanga; y el camino lo había marcado la Sublime. Y como se trataba de un ritmo que a todos interesaba, los compositores del momento (conocidos o en franco comienzo) se volcaron a escribir su tema en tiempo de pachanga y la radio, en la medida de lo posible, se ocupó de ponerla en el gusto masivo de los públicos de aquel entonces.

La Habana. Día de un año, que es 1960. Domingo en la mañana. Hay baile esta tarde en la Sociedad de Torcedores de La Habana que está situada en el barrio de Cayo Hueso. Según el programa de los organizadores se presentan dos orquestas ─charangas por demás─, ellas son la orquesta Sublime y Fajardo y sus Estrellas, que está a punto de viajar a Estados Unidos para presentarse en el hotel Waldorf Astoria en un gran evento de campaña que organiza el Partido Demócrata, que quiere atraer el voto de los latinos en esa ciudad. En cartelera también está invitada la orquesta del percusionista Tito Puentes. También Fajardo va a dar un concierto en el Palladium Ball Room y alternará con Machito y sus Afrocubanos.

Nadie sabe los giros que da la vida, pero ese baile en la Sociedad de Torcedores será la última presentación en Cuba del flautista José Antonio Fajardo y sus Estrellas. Será la última vez que toque acá “Los tamalitos de Olga” y otros temas de su repertorio, entre ellos sus éxitos del ritmo pachanga.

Domingo. Día de baile en las sociedades, es la conocida matiné. Hay que vestir las mejores galas, lustrar hasta que brillen los zapatos de dos tonos y pensar si usar guayabera o traje de Dril 100. Hay que estar oloroso y perfumado para poder brillar y sobre todo llegar temprano… no vaya a ser que por si acaso se llena mucho y no se puede entrar…

Fajardo y la Sublime invitan.


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