La Joven Cuba: mienten!


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Ese medio digital, de cuyo nombre uno prefiere a veces no acordarse, - (aunque resulte imposible, porque es la divisa de la organización revolucionaria de Antonio Guiteras que hoy, al ostentar su nombre y ponerse al servicio del imperialismo, mancillan y ofenden - se presenta como un medio de opinión e investigación política sobre Cuba. Quizás no sean conscientes de ese servicio algún que otro de sus colaboradores. A ellos no aludo en esta nota. Pero ese fantasmal Consejo, formado por personas que no dan su cara, cuando publican sí revela el objetivo de su “línea  editorial”.

En efecto, su último editorial continúa dando pruebas fehacientes de que parte de su labor es hacer propaganda sesgada y parcial contra el gobierno cubano. Que forman parte de una misma agresión en curso y articulada en varios frentes. En apariencia desligada del frente más vulgar y mercenario, y desmarcados también de los medios “independientes” que han aceptado desvergonzadamente las finanzas de las entidades de la subversión contra Cuba, - cometiendo estos un delito por el que en algún momento tendrán que responder, - LJC en realidad apoya esas modalidades en declaraciones como las del Editorial a que me refiero.

Pensaba hacer una relación de todo lo que ocultan al enjuiciar los recientes hechos frente al Ministerio de Cultura. La respuesta de la UPEC, que conocí apenas comenzaba a redactar estas notas,  me libra de ello, pues no lo podría yo hacer mejor.(https://www.cubaperiodistas.cu/.../declaracion-de-la.../) No obstante, sólo quiero destacar brevemente algunos puntos.

El título mismo denuncia la intención peyorativa a que me refiero: la violencia no es cultura. Un honesto análisis político obligaría a tener en cuenta la saga que ha devenido en los hechos a que se refiere el editorial. Pero no lo hacen porque eso probaría que la verdadera violencia la han ejercido quienes han simulado desear exponer sus criterios mediante un diálogo pacífico, y se han negado antes.

Nunca se ha manipulado y ocultado tanto en tan breves líneas como en ese “Editorial”.

Veamos algunos pocos ejemplos. En uno de sus 5 breves párrafos se afirma que:

“Es cierto que existe un peligro enorme de contagio por el rebrote de la COVID-19, pero si el ministro y los funcionarios no lo tuvieron en cuenta al momento de enfrentarse, cuerpo a cuerpo, con las personas que allí estaban, no debería ser un pretexto para evitar el diálogo que se exigía.”

Ni Goebbels, ni Rasputin, grandes manipuladores históricos, lo harían mejor. Lo único que “parece” reprocharles a las dos decenas de personas frente al ministerio, es que se congregaran desafiando el “peligro enorme de contagio” por el rebrote pandémico. Pero ese único reproche es trampolín para acto seguido señalarlo también como un error de los funcionarios del ministerio, y rematarlo con una mentira monda y lironda: si vieron los videos miente la Editorial con toda conciencia alevosa: el viceministro los invitó a entrar varias veces. No hubo pues, “pretexto para evitar el diálogo”. Y además: había un diálogo en curso a esa misma hora con representantes de los artistas, que ese grupo ya había planificado interrumpir, y que era de conocimiento de algunos medios que incluso lo anunciaron con antelación. Todo eso ausente en el “análisis” del Editorial.

Nada dice el Editorial que formaban parte de ese grupo, o filmaban y anunciaban desde antes lo que ocurriría, medios que se presentan como independientes, pero que han aceptado el financiamiento de las entidades de subversión imperialistas. Como años atrás censuraban desde LJC a quien se atreviera a valorar cuál era el objetivo de la existencia de Cuba Posible, ahora la autocensura es callar ante esa realidad de una provocación financiada y anunciada que presentan como “pacífica”. 

Continúan alineándose con toda iniciativa que se oponga el gobierno cubano.

Si alguien se atreve a mentir tan desembozadamente con la palabra pública, mentira que se puede probar sin recusación alguna, es porque escribe para otra audiencia, para otra gradería. Es decir, nada le importa a los editorialistas que se muestre tan claramente la manipulación porque su verdadero auditorio está allá…sabemos dónde. Es la única conclusión lógica que se puede extraer del descaro de afirmar algo tan fácilmente demostrable en su falsedad.

Después de, no el error subjetivo de una valoración, sino de una mentira, ¿es lícito y creíble citar y ponerse bajo el amparo de José Martí?

La plana mayor de LJC no se caracteriza sólo por lo que escribe. Es más elocuente por lo que omite. Nada admite que los allí congregados no buscaban diálogos, sino filmar, filmar su negación a aceptar el convite a entrar al edificio, y con todo su lenguaje corporal y verbal, provocar alguna reacción que pudiera alimentar el escándalo que filmaban para…otros destinos. Nada les importaba que también estuvieran dejando testimonio y prueba de las varias veces que el viceministro le invitó a entrar, a pesar de que el diálogo ya se había acordado con otros representantes, y se iba a efectuar en ese momento. A LJC tampoco le importa. A aquellos los tenía sin cuidado dar testimonio porque el objetivo es dejar constancia, realizar el performance de la provocación, para recibir la paga. A estos, porque al lector ideal a que se dirigen tampoco les importa y los destinatarios de sus “análisis” políticos están allende los mares donde radica al servicio de entidades de ese país, su sostenedor.

Es evidente que provocan también con Editoriales como ese. Que buscan reacciones que les señale como parte de la prensa “independiente”. Eso sube el valor en la bolsa y el casino de la subversión. Por eso no importa afirmar algo tan ostensiblemente falso que se puede negar con una simple grabación.

LJC debiera asumir su verdadera tarea en Cuba. No es un medio de opinión política. La opinión puede errar. El ejercicio del criterio es personal, puede equivocarse y pese a ello contribuir con el error. Pero la mentira, el sesgo, la omisión y la manipulación son instrumentos de la deshonestidad y ofende a la memoria misma de quien citan al final. LJC es un medio de oposición política y, además, no de ese fantasmagórico concepto de dudosa existencia que llaman “oposición leal”, sino desleal y coincidente en sus criterios y modos mediáticos con el enemigo más acérrimo y criminal de Cuba.


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