En el ámbito de los preparativos para el X Congreso de la UNEAC, la sección de Literatura para Niños que corresponde a la Asociación de Escritores, fue la primera entre todas las secciones que componen la referida organización en realizar el balance de la labor llevada a cabo durante el período que transcurre entre 2019 y 2023.
Como es habitual entre sus miembros el análisis desbordó las cotas de lo hecho y logrado para centrarse en asuntos medulares de esta actividad de creación y en la relación de los productos con sus destinatarios atendiendo –de modo especial—a los agentes mediadores entre la obra literaria y el niño, el adolescente, el joven y las familias.
Aunque sea verdad de Perogrullo que el hábito de la lectura se adquiere en la infancia y que los primeros conocimientos y las primeras experiencias que trabajan la sensibilidad de los seres humanos se relacionan con el disfrute de los libros (en particular con las historias que buena parte de ellos narran) durante las primeras etapas de vida, algunos datos y hechos recientes alertan acerca de la infravaloración de dicha literatura y sus autores.
Tal fue el caso de la pasada edición del Premio de la Crítica Literaria donde, a pesar de estar concursando un grupo de exponentes literarios de esta índole, no hubo presencia de ningún especialista o autor relacionado con la misma en el jurado y, por descontado, no hubo ningún libro destinado a los infantes entre los premiados.
El suceso pudiera carecer de interés si el resto de nuestros autores se reconocieran en capacidad de valorar la calidad de esta creación tal y como lo hacen frente a los diversos géneros dedicados al adulto (no importa si narrativa, divulgación científica, ensayo, dramaturgia, etc.), toda vez que únicamente dos variables son las definitorias en la construcción de un juicio al respecto: índole literaria y alto nivel de calidad. Pero asombra saber que cuando se les interroga acerca de cuáles fueron sus primeras lecturas, la mayoría de los autores que escriben para adultos se remiten a nombres como Dostoievski, Joyce, Proust… ni por asomo mencionan a Verne o Salgari…, ni tan siquiera los textos comprendidos en La Edad de Oro, de Martí.
En correspondencia, se discutió que la institución rectora del libro en Cuba defina títulos como Había una vez…, Corazón, entre aquellos que no pueden faltar en la red de librerías. El único autor cubano que se les equipara en este trazado de política es – por fortuna-- nuestro Martí, pero… ¿y los demás autores que tienen obra suficiente para ser considerados nuestros clásicos contemporáneos? ¿Cuándo les daremos categoría y tratamiento de tales? Es posible mencionar sin sonrojo ni vacilación alguna a Julia Calzadilla, con sendos Premios Casa de las Américas, y a Enid Vian, triunfadora en el mismo certamen. Y sumar a Luis Caissés y a Luis Cabrera. Autores que muestran, además, algo esencial: una calidad sostenida, sin hablar de los otros recios escritores cubanos que residen fuera de la isla.
Pocas y raras veces hemos sido capaces de darle el valor que tiene la inversión que se necesita hacer en la promoción. Son estas campañas, bien establecidas y llevadas a cabo, sin menguas ni cortapisa, las que sitúan a un buen escritor en el favor de los públicos, las que colaboran en una adecuada política editorial y establecen los valores de la literatura.
Otra señal a tener en cuenta es la presencia excepcional de una autora de nuestro canon en la ya extensa lista de los Premios Nacionales de Literatura. Nersys Felipe es la única escritora dedicada al público infantil que ha alcanzado tal condición. También se hallan ausentes nuestros cercanos colegas entre las figuras literarias a las cuales se dedican las ediciones de la Feria Internacional del Libro de La Habana.
Bien se sabe que existe calidad, innovación y atrevimiento tanto formal como de contenido en buena parte de nuestra obra, la cual asume y exhibe todas las variantes genéricas y estilísticas posibles. ¿Dónde está el factor reduccionista entonces? ¿Desconocimiento, prejuicios?
Tal parecería que entre los siglos XVII e inicios del XVIII en que el niño aún era considerado menos que un animal -- puesto que según el entendimiento de la época no era útil para nada y solo entrañaba gastos-- y la etapa actual no ha llovido aún lo suficiente como para situar las cosas en su sitio cuando de evolución humana y social se trata.
El lector que no se forma en la infancia, por lo general se pierde. El ser humano tiene su momento más fecundo en sus primeros ocho años de vida. ¿Qué más hace falta saber para reconocer el valor infinito que tiene todo lo útil que podamos hacer por la infancia?
La asamblea le concedió atención también a los mediadores en los procesos de formación de hábitos de lectura, en este caso a la escuela y a la biblioteca como instituciones capitales y, en especial, a una conjunción de ambas de la cual poco se habla, que son las bibliotecas escolares.
Las bibliotecas todas, de cualquier categoría o clase, necesitan una atención esmerada que comienza por la voluntad política pero que finalmente se resuelve en la acción organizada de la comunidad. En cuanto a los escritores volvió a ratificarse la buena práctica de entregar personalmente algunos ejemplares de nuestras obras en la red de bibliotecas.
Permanece aún el debate sobre la publicación en soporte digital. Frente a los problemas de la falta de insumos, obsolescencia tecnológica en el universo cubano del libro impreso se alzan, igualmente, preocupaciones en torno a las plataformas y los dispositivos necesarios a disposición de la población para el disfrute del libro digital. Este nuevo universo ofrece posibilidades infinitas desde el punto de vista multimedial, no obstante, las sociedades de algunos países de alto desarrollo se muestran cautas ante el asunto y han regresado, incluso, a la escritura a mano en las escuelas y al libro impreso. Personalmente pienso que valdría la pena meditar con sumo rigor al respecto, incluyendo en el análisis el efecto de las pantallas en nuestros órganos de visión, un tema que no tiene todavía la atención necesaria.
El nuevo ejecutivo electo, presidido por la escritora Nieves Cárdenas López – quien fuera ratificada en el cargo-- y conformado por los escritores y promotores Maikel Rodríguez Calviño y Yunier Riquenes, como vicepresidente y secretario, respectivamente, tiene ante sí una etapa intensa, con retos e interrogantes que ya se avizoran, la cual asumirá con originalidad y nuevos bríos, y contará con el respaldo y el entusiasmo de sus compañeros de letras, los que respondemos cada día al desafío maravilloso de fabular para y con los niños.
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