Otro título de valía, estrenado en la presente Feria Internacional del Libro, es El otro lado del catalejo, una compilación de entrevistas de Waldo Leyva, publicado por la Editorial del Centro Pablo de la Torriente Brau, en 2017. La presentación se realizó en el último Sábado del Libro previo a la Feria en La Habana, pero ha circulado por los diferentes espacios feriales a lo largo del país. Merece un comentario a fondo.
Con prólogo del poeta Norberto Codina, director de la revista La Gaceta de Cuba, espacio en que una buena parte de esos diálogos (ocho de ellos) fueron dados a conocer de forma primaria, el volumen reúne nueve entrevistas a diferentes intelectuales y escritores cubanos y de otras nacionalidades, todos figuras de reconocimiento, que responden a las preguntas que con habilidad y tacto les realiza Waldo Leyva. Un primer asunto a destacar es la destreza periodística exhibida por el autor, escritor, revistero y promotor cultural como se conoce (actualmente en México como Consejero Cultural de la embajada cubana en ese país), quien logra hilvanar estas amenas conversaciones. Es apreciable que Leyva disfrutó realizando estos diálogos y el lector disfruta ahora leyéndolos.
El origen más remoto del género de entrevistas se encuentra en la Mayeútica de Sócrates, dada a conocer por Platón, de ahí que el adjetivo socrático se asocie indisolublemente a la conversación como rasgo humano. Mucho ha llovido desde entonces. El género se estableció y consolidó en las sociedades del siglo XIX y luego en las del XX, centuria del apogeo de las entrevistas, a partir del surgimiento y desarrollo de los periódicos y revistas, primero y luego de los nuevos inventos tecnológicos como la radio y la televisión que no hicieron más que consolidar las conversaciones como una forma de encontrar entretenimiento o conseguir información. Excelentes libros de entrevistas sobre temas de interés y socialización global como la política, la historia, la literatura, entre otros, han sido publicados con enorme éxito de ventas. Para los investigadores sociales fue, es, una herramienta indispensable en la búsqueda de las verdades científicas. Si se aplica, por ejemplo, en Internet, la entrevista como instrumento de investigación, puede encontrase con un número astronómico de más de tres millones de resultados. Hoy es un instrumento de investigación insustituible.
De Waldo Leyva conocíamos sus dotes prosísticas y su enorme talento como poeta, pero ahora se nos revela, de manera eficaz, como un excelente entrevistador. Sus preguntas semejan y marcan los pasos lógicos de una conversación fluida, entre amigos, en la que el entrevistado comparece para darle coherencia al diálogo y aportar sus conocimientos. Leyva sabe extraer la mejor sustancia de estos intercambios. Así, el volumen abre con una interesante entrevista al actor Sergio Corrieri, en el que este habla con amplitud de su vida artística y de sus comprometidos criterios revolucionarios. Otra conversación que sobresale en el libro es la sostenida con Carlos M. Luis, un hombre próximo al grupo Orígenes y quien habla sobre el arte y la cultura en Cuba durante las décadas del cuarenta y cincuenta (década esta última que considera como una etapa crítica en la cultura nacional) del pasado siglo. Son de mucho interés sus recuerdos de José Lezama Lima, a quien conoció en 1951 y con quien compartió libros y juicios sobre arte y literatura. Para el entrevistado, Lezama y Orígenes configuraron una fuerza de resistencia, desde la cultura, a la grave situación imperante en el país. Habla Luis también de la interacción entre Estados Unidos y Cuba, su gran influencia cultural en la sociedad cubana de los cincuenta. Carlos M. Luis revuelve su memoria y rescata de aquellos tiempos al grupo Los Once y a otros artistas visuales de merecimiento. Su vinculación con estos creadores y con las artes visuales en general le otorga a sus juicios un interés añadido.
La charla con Luis Ortega, versa sobre este mismo período, pero desde la perspectiva de la política. Analiza el entrevistado, un periodista sobresaliente, a los medios de los años cincuenta y al entrar en el campo cultural vuelve sobre el tema de Lezama Lima y su magisterio (lo caracteriza como un “encendedor de ojerizas”), lo que demuestra la activa presencia del inquilino de Trocadero número 62 en la cultura de su momento. Pasa revista a la célebre polémica Mañach-Lezama y enjuicia con severidad a la pobreza moral de los politicastros de entonces: “casta de políticos mataperros que lo controlaban todo”. Hay en esta conversación interesantes juicios sobre la caída del gobierno de Gerardo Machado y sobre la emigración cubana en Estados Unidos. Esta entrevista, cuando salió originalmente en La Gaceta de Cuba, provocó una opinión discrepante de Abel Prieto, entonces presidente de la Uneac (que también es publicada en el libro).
A pesar de que algunas de estas entrevistas son fruto de las largas esperas que afectan a menudo a muchos títulos, pues datan de hace treinta años, el libro se presenta como un medidor de los momentos, etapas y corrientes tanto políticas, históricas como artísticas. Una cuestión sobresale dentro de la praxis periodística de Leyva, su lenguaje depurado, aún para este tipo de destino editorial. Como dice Norberto Codina en su acertado prólogo: “La prosa periodística del poeta [Leyva] está imbricada, como es natural, a lo que constituye el hilo conductor de su trayecto literario y vital, el verso en cualquiera de sus expresiones y formas” y es cierto que el lenguaje del autor de estas conversaciones, no decae en ningún momento y conserva el estilo que dimana de ser un delicioso y refinado poeta.
Por último, El otro lado del catalejo cierra con la entrevista con el intelectual español Luis García Montero y entonces apreciamos en esta conversación la fluida relación que se establece entre ambos poetas y que se lee admirablemente. Como dice García Montero en uno de los parlamentos, Waldo Leyva encontró “la música de una conversación”, atinado juicio que considero aplicable a los nueve diálogos del libro.
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