Hijo de un pastor de la iglesia protestante, Ingmar Bergman, uno de los realizadores más extraordinarios que haya dado la historia del cine, nació en 1918 en la ciudad universitaria sueca de Uppsala. Falleció, ya longevo, en la Isla de Faro, en el 2007, a los 89 años.
Fecundo creador, desarrolló paralelamente una excelente carrera, tanto en el teatro como en la televisión; mas, sin discusión alguna, Bergman ha trascendido como hombre del cine.
En su amplia filmografía se hallan notabilísimos filmes, en los cuales la música jugara significativo papel. Cada una de sus 56 películas es un acorde, según el colega Luciano Castillo.
Se conoce que Bergman, siendo apenas un adolescente, se sentaba entre el auditorio y, fascinado, seguía los compases de su compositor favorito, Wagner, con la partitura entre las piernas.
Al acercarnos y revisar su filmografía, vemos cómo la música del compositor Erik Nordgren ha sustentado varias de las películas de Bergman. Según pude investigar, estas fueron, entre otras: Sonrisa de una noche de verano, El séptimo sello, Fresas silvestres, El rostro, El manantial de la doncella y Tres mujeres.
De El séptimo sello, que contó con la estupenda caracterización de Max von Sydow, pudiera agregar que está basado en el tema de la danza de la muerte, tomado del mural de una iglesia, pero, además, se inspira en la Carmina Burana, de Carl Orff.
Temas de Chopin y Bach se dejan escuchar en Gritos y susurros, película que, junto a Persona, Bergman consideró como la cumbre de su obra. Liv Ullmann, una de las musas del cineasta, tuvo, en Persona, su primer gran rol cinematográfico.
Para su compatriota, la célebre actriz Ingrid Bergman, el realizador escribió el personaje de una famosa pianista en Sonata de otoño. También aquí Liv Ullmann tuvo un notable desempeño histriónico.
Según confesara el cineasta, Sonata de otoño es una película que está construida como una sonata: tres movimientos, dos voces principales, madre e hija. En esta película podemos escuchar el Preludio No. 2 de Chopin, y la Suite No. 4 de Haendel.
En alguna ocasión, Bergman manifestó que él quería hacer cine como Bartók escribía música. En sus Memorias, dejó escrito: ¨cine como sueño, cine como música¨.
En El silencio hubo música de Bo Nilsson y Johan Sebastian Bach; mientras que en Fanny y Alexander, ¨plenitud de gusto y de múltiples personajes que se entrecruzan¨, Oscar a la mejor película extranjera en 1983, escuchamos música de Daniel Bell, Benjamin Britten y Robert Schumann.
Mario Rodríguez Alemán, con toda razón, dejó escrito que Bergman había logrado un lenguaje cinematográfico propio, a lo cual agregó: ¨sus filmes patentizan un estilo¨. Y toda persona que haya tenido la oportunidad de haber visto gran parte de la obra del cineasta, seguramente estará de acuerdo con este pronunciamiento. Afortunadamente, los miembros de mi generación, de otras también, hemos gozado del legado del gran Bergman.
Finalmente, tomo las propias palabras del realizador: ¨La película y su complicado proceso de nacimiento son mis métodos para decirles a mis semejantes lo que quiero decirles¨. Y, rotundo, Bergman añadió: ¨para mí hay una única lealtad: la lealtad a la película en la que estoy trabajando¨.
Tampoco quería pasar por alto manifestarles que, en estos días, como parte de la programación de la Jornada Cultural Sueca 2018, el Coro de Cámara de Estocolmo, bajo la dirección del talentoso joven Florian Benfer, ofreció tres conciertos aquí en La Habana, en la Plaza de la Catedral, en la Fábrica de Arte Cubano (FAC) y en la Basílica Menor de San Francisco de Asís; y en el amplio repertorio de la afamada agrupación vocal se hallan composiciones que han sido escuchadas en los filmes de Ingmar Bergman.
FUENTES:
—Archivo de la Cinemateca de Cuba.
—Copland Aaron. Cómo escuchar la música. Ediciones Huracán, Instituto del Libro, La Habana, 1970.
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