En varias ocasiones han sido sustituidas las ceibas de El Templete. La más reciente ocurrió el pasado viernes, en la medianoche y bajo una llovizna, cuando la temperatura y la humedad resultan más beneficiosas para el árbol.
Previo a esta plantación, en marzo del pasado año, fue colocada una ceiba de tres lustros que no logró progresar.
Este nuevo ejemplar tiene 8 años aproximadamente y unos seis metros de altura, y se trajo del terreno de un campesino en la carretera que une a las localidades de Managua y Boyeros.
La actual ceiba, sustituida por la Dirección de Patrimonio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y la Empresa constructora Puerto Carena, nació encima de un pedregal, tiene muy poca tierra, por lo que debería adaptarse fácilmente al nuevo entorno.
Desde el pasado mes de septiembre, el árbol comenzó a perder sus hojas y, se secó. Un equipo de especialistas del Instituto del Suelo y el de Cuarentena, dependencias del Ministerio de la Agricultura, diagnosticaron que la ceiba había muerto.
La presencia de parásitos e imprecisiones en la preparación del abono y el ritmo de riego, contribuyeron a la muerte del árbol en un suelo que también desarrolló una textura arcillosa.
Para la plantación se trajo tierra roja traída del Guajay, en el municipio de Boyeros, y un fertilizante orgánico producido en el Central Boris Luis Santa Coloma, en Madruga. Una vez sacada de su terreno originario, a la ceiba se la marcó el ángulo por donde recibe la luz a la puesta del Sol, y en ese mismo ángulo se recolocó, porque son las condiciones de iluminación a las que está habituada la planta.
Asimismo, las ramas quebradas durante su traslado, pueden adquirir bacterias y microbios que terminen enfermando a la planta, y, para prevenirlo, después de su llegada a las inmediaciones de El Templete, a la nueva ceiba se le aplicó Teflón para “sellar las heridas” causadas por el roce contra los cables de electricidad de la carretera.
Por otra parte, antes de la colocación del árbol, numerosos caminantes se llevaron consigo pedazos de ramas para la buena suerte, y otros echaron monedas en el sitio donde luego se plantaría.
Cada 16 de noviembre, habaneros y visitantes rondan tres veces ese árbol y piden igual cantidad de deseos, con motivo del cumpleaños de la antigua villa de San Cristóbal de La Habana
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