El Movimiento de la Nueva Trova cumple 50 años ya, lo que determina que no es tan joven. Sin embargo, tal y como le pasa a muchos mayores, su esencia y espíritu siguen frescos en algunos de sus cultores más experimentados y, claro, en los más jóvenes que aportan sus aires de renovación.
De todas maneras, el MNT merece mucha veneración; sus canciones han sido, a lo largo de su vida, himnos de amor, del amor grande, el amor a todo, y muchas conservan, a pesar del paso del tiempo, esa cualidad.
El MNT fue en sus primeros años un fenómeno peculiar de ruptura y a la vez veneración de los ancestros musicales; son muchos los creadores cubanos que están afiliados a este movimiento; diferentes generaciones con denominadores comunes: voz, poesía y música, para compartir ideas de revolución, rebeldía, irreverencia, compromiso, fidelidad, patriotismo y amor.
El Periódico Cubarte ha querido tributar al programa de conmemoración de este aniversario 50 del MNT con una serie de entrevistas a trovadores de diferentes generaciones, herederos todos tanto de Sindo Garay, Pepe Sánchez y Manuel Corona, como de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y Vicente Feliú.
Inti Santana (La Habana, 1974), es un trovador de obra reconocida, valiosa en textos de alta mirada hacia lo humano y con músicas que se nutren de géneros y ritmos cubanos y foráneos, pero además en los últimos años ha venido desarrollando un trabajo investigativo sobre la música cubana; resultados de esta exploración, Santana los ha presentado en eventos en Cuba, China y Amsterdam.
Este estudio por parte del trovador, por demás, minucioso, abarcador y profundo en sus respuestas, ha favorecido como deriva, una entrevista que aporta un análisis muy serio sobre la NT.
—¿Su primer recuerdo del MNT llega junto a qué figura?
Yo era un niño cuando empecé a escuchar Nueva Trova, en mi casa se ponía mucha música y desde que era pequeño, en los años ochenta, mis padres ponían las canciones de los trovadores. Indudablemente, los primeros y más importantes fueron Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
Recuerdo que durante toda mi adolescencia me cautivó mucho la obra de Silvio, en los inicios fue la que más me marcó; cuando aquello, existían unos cancioneros con los textos de los temas y yo me pasaba horas ahí leyéndolos, tratando de interpretar la poesía muchas veces, y debatiéndolos con amiguitos y amiguitas de la escuela y del barrio; era muy lindo eso.
—Cuando reconoció que quería ser trovador, ¿a quién se quería parecer? ¿De quién recibió mayores influencias?
Para mí es muy difícil decir cuáles fueron las influencias porque tanto cuando uno empieza, al igual que cuando desarrolla la obra, vienen influencias de muchas partes.
A mí me gusta destacar la presencia de un amigo que hacía canciones, que era contemporáneo conmigo y fue fundamental porque gracias a que conviví con él en el albergue de la beca, cuando estudiaba en el Preuniversitario en la Escuela Lenin, en 12 grado, pude ver cómo componía sus canciones desde cero, era un tipo muy musical, hacía canciones muy bonitas.
Se llama Andrés Cárdenas, lo que sucede es que después él no se dedicó a la música profesionalmente; estudió Economía y durante todo el tiempo de la universidad sí tuvo una presencia en la escena trovera de La Habana, pero después siguió su carrera.
Tenía canciones muy buenas, y ya te digo, me desmitificó y me hizo tangible el proceso de creación porque yo…, bueno, mis padres no son músicos y a mí siempre me gustó la canción, la música cubana, la trova, pero sentía que eso era para el que tuviera el don de hacer música, y si no tenía la formación y los estudios no debía meterme en eso, era un poco por humildad, también, pues me decía que si había gente que lo hacía tan bien…
Yo pensaba dedicarme a las ciencias, a la Biología, que fue lo que estudié en la Universidad de La Habana, lo que pasa es que ver a Andrés me hizo, como te decía, tangible el proceso de creación.
Con el tiempo empecé a jugar un poco, a hacer ejercicios... tomaba una melodía o una canción y empezaba a hacerle variaciones y a improvisar hasta que me di cuenta de que lograba melodías nuevas y empecé a ponerles letras, empecé a sentir que podía hacer canciones, que iba a hacer algo que disfrutaría mucho y que si practicaba y me esforzaba por superarme, sólo iba a hacerlo cada vez mejor.
Fue un proceso no exento de conflictos, pero fue poco a poco transitando, y yo dándole cada vez menos prioridad a las ciencias. Cuando sentí que tenía un grupo de canciones «serias», me decidí a cantarlas en público, precisamente mis primeras presentaciones fueron en unas peñas que hacíamos en la Casa de la FEU, Andrés Cárdenas y yo.
Pero desde que empecé a componer en la Universidad, tenía claro que no me quería parecer a nadie. Siempre me atrajo ese gusto por lo inédito que tiene el arte, la rebeldía que provoca lo nuevo, que cuestiona lo establecido.
La Nueva Trova era una estética que había sido exitosa y en el pensamiento de los jóvenes que empezábamos a hacer canciones era también un poco un símbolo asociado a algo hegemónico, que estuvo muy bien, perfecto, pero ahora: vamos a hacer algo diferente.
Es esa característica del arte de ponerse en conflicto, a veces más frontal de lo que realmente merece, pero en conflicto con una estética pasada, que también uno siente, como en todas las estéticas exitosas (no en los principales cultores) una cosa que la acompaña, un grupo que es el que dicta «esta es la forma de hacer la canción», y entonces, claro, cuando uno es joven y es rebelde, y eso en el arte ha de venir de la mano, reacciona y dice: no, espérate, esa no es «la» manera, es «una» manera de hacer la canción y vamos a demostrar que se puede hacer diferente. Eso me parece muy válido.
Aún sabiendo que iba a dar mil tropezones me dije que debía trabajar por hacer algo original, al menos que se pareciera lo más posible a mí, a mis vivencias y mis tiempos.
Por eso me encantó el giro que tuvo en los noventa la canción de autor en Cuba, caminos que no estaban desarrollados hasta ese momento, un gusto por la armonía que apuntaba un poco al jazz, al filin, al impresionismo, una intención, digamos, de mezclar la canción con ritmos y géneros populares de la música cubana que no habían sido muy fusionados con la canción de autor, como la rumba, la timba, la conga, los ritmos afrocubanos de 6 por 8, ese propósito de ampliar y meter en la canción todo lo que esta admitía, estaba empezando la cosa del rap, incluso, algunos comenzaban a incursionar con la música electrónica, las corrientes recientes del rock, en fin, son procesos que se dan en todos los lugares, siempre una generación llega tratando de imponer sus tiempos, sus sonidos, de reflejar sus épocas, sus inquietudes, lo cual la hace diferente a las generaciones pasadas.
Entonces en ese sentido cuando empecé a hacer canciones admiraba muchísimo a los fundadores de la Nueva Trova, porque una cosa es la obra de dos o tres, o cinco y seis, digamos, trovadores cimeros y otra es un cúmulo de seguidores de esa estética que claro, al haber sido una estética triunfante y notoria en los años ochenta, y estar consolidada, es lógico que tenga seguidores, pero a su vez, de alguna manera, empieza a contribuir a la necesidad del cambio, de estéticas nuevas, de nuevos movimientos en la canción de autor.
Esto sucedió clarísimo en los noventa, cuando salieron, por ejemplo, el dúo de Gema y Pavel, la gente de 13 y 8 donde estaban Vanito Caballero (Vanito Brown) y Boris Larramendi, o Kelvis Ochoa, David Torrens, los integrantes de lo que después se conoció como Habana Abierta, obras que musicalmente tenían muchísimos valores y también en las letras, en las que había un giro hacia aprovechar las cosas del habla popular, inclusive de grupos considerados marginales, e incorporaron todo eso a la canción de manera inteligente pero también desenfadada.
Este era el ambiente cuando yo empecé a hacer canciones y me sedujo muchísimo la idea de hacer algo diferente; hay una contradicción ahí, ¿no?; por un lado admiras muchísimo a Silvio, Pablo, Santiago Feliú, por el otro empiezas a ver cosas diferentes y ricas en las obras de Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Pedro Luis Ferrer, y también te identificas muchísimo con obras que quizás estaban aún inmaduras, todavía en formación, pero en las que ya se vislumbraba una fuerza tremenda, por esto es difícil determinar cuáles trovadores fueron los que más me influyeron, pero siempre evoco a ese trovador que fue Andrés Cárdenas, mi maestro, mi gurú.
—¿Usted cree que los fundadores del MNT «enseñaron a pensar» a los jóvenes cubanos?
Es una muy buena pregunta esta y particularmente polémica, por las posibles ramificaciones que comprende.
Primero, no creo que los trovadores y sus sucesivas generaciones, ni ningún movimiento artístico enseñaron a pensar a los jóvenes, por supuesto sería un pensamiento muy poco humilde, cualquier artista tiene que saberse como un grano de arena en una playa extensa, todo el arte, toda la creación humana y la naturaleza contribuyen a que los jóvenes mejoren sus herramientas para pensar.
Claro que no. Las sucesivas generaciones de trovadores, en tanto hicieron canción hermosa y novedosa, ayudaron a ensanchar los límites de la belleza y eso no es poco, es muchísimo, ¿no?, pero ante esta pregunta me gustaría puntualizar dos o tres cosas que me parece que cargan con este espíritu poco humilde, en el sentido de que hay gente que entroniza su experiencia, y particularmente eso pasa con la NT.
Es importante que se distinga lo que es la trova y lo que es la NT; en Cuba la trova implica toda esa zona del cantautor que tiene una proyección no solo poética sino social, es como yo lo entiendo, entonces la NT es una estética dentro de esto, un movimiento muy particular que surge a finales de los 60, y se instituyó como MNT en los setenta, proceso que tuvo sus pro y sus contra, y en los ochenta fue mediático y tuvo éxito de público, con la obra de Silvio, Pablo y grupos que defendían en sus repertorios canciones mayormente de la NT, éxito que muchos buenos y grandes compositores no alcanzan nunca.
Todo movimiento artístico tiene un inicio y un final, el inicio, bueno, es bastante fácil: aquel concierto de 1968 en la Casa de las Américas, que muchos protagonistas marcan como el comienzo de la NT, pero después vinieron nuevas generaciones y a pesar de que la NT fue muy popular y exitosa es vital destacar otras estéticas que vinieron después y diferenciarlas en la justa medida. Sí, es canción de autor, pero si bien hay un hilo que enlaza y una pila de cosas en común, también hay una pila de diferencias.
Es importante para mí llamar la atención sobre ese discurso que engloba a todo lo que vino después de los años ochenta como NT cuando no es ni justo, ni fiel, porque al final si un cantautor refleja sus tiempos y tiene toda la posibilidad y la necesidad de poner en la canción, no solo el legado de los que lo antecedieron, sino, a la par, los sonidos nuevos de su tiempo, eso es diferente y necesita también destacarse porque una de las cosas más lindas del arte es que va abriendo caminos nuevos.
También quería destacar, a propósito del discurso que impone que la NT es la mejor manera de hacer canción, lo nocivo que este tiene, no para el trovador, sino para el público que lo que hace es rechazar esto; cuando el público joven oye «la NT es la banda sonora de la Revolución», y el hecho de estar ligada a un poder político, sea cual sea, eso mella la frescura que puede tener el arte, que siempre, y más en la canción de autor en Cuba, debe cuestionar la realidad, pero a profundidad, y tener un compromiso con la honestidad, la belleza, con el arte propiamente dicho, con lo nuevo y es importante que se mantenga independiente, me parece muy saludable porque en la medida que eso no se cumpla y los trovadores se plieguen a los discursos oficiales, estará la decadencia de esas estéticas.
Esto es así, no es algo que yo esté diciendo, no es una agresión para que nadie tenga que defenderse, no, es que el arte está vivo en la medida en que es independiente, heterodoxo, libre, en la medida que niega los automatismos del pasado y apuesta por cambiar las cosas.
En este sentido estoy súper de acuerdo con aquella idea del Che Guevara con la que alertaba acerca de los intelectuales: «No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni “becarios” que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas».*
La rebeldía no puede morir, y en la medida en que seamos artistas inconformes, siempre cuestionadores y provocadores, la canción se transformará saludable, vigente, vigorosa.
—¿Podría hablarme de sus impresiones o recuerdos sobre Pablo Milanés?
Yo no tuve la suerte de coincidir nunca en persona con Pablo pero muchas veces tuve sorpresas gratas con su obra; quiero subrayar su extrema musicalidad; Pablo pudo ser un compositor de canciones inolvidables, con una cubanía sin límites y al mismo tiempo un cantor con una comprensión muy abarcadora de la música cubana.
Para mí es quizás el cantante más completo de Cuba, donde hay varias grandes voces masculinas que destacaron en varios géneros, pero ahora mismo no me viene a la cabeza alguien que lo haya hecho todo de modo tan perfecto e incursionara en estilos musicales tan disímiles como el son, la canción, el guaguancó, la trova tradicional… yo creo que su formación inicial con el filin fue decisiva, porque este movimiento tenía un dominio rítmico y de la armonía tremendo, de excelencia dentro de la canción cubana.
Pablo viene de ahí, y se convierte en uno de los más grandes exponentes de la NT, con toda esa herencia y enriquece mucho, porque ¿qué pasa?, en la NT como eran tan importantes los textos, los mensajes de las canciones, muchas veces tú sientes, en algunas obras, que se descuida la parte musical o hacen lo que pueden, sin menoscabo de que fueran canciones muy buenas ¿no?, pero en Pablo tú sientes un dominio total de la música, y logró conectar con todo tipo de público, eso le hizo mucho bien a la NT y la música cubana en general.
Entre las gratas sorpresas de que te hablaba, está el hecho de que a veces yo leía un texto que no imaginaba que pudiera ser musicalizado, pues a simple vista no le encontraba rima, métrica... y luego lo escuchaba cantado por Pablo y se transformaba en algo hermoso… transformaba en música todo lo que tocaba. Pablo era un todo terreno. Un grande de la música cubana
—¿Cuáles considera los aportes fundamentales del MNT a la historia de la música cubana?
Son varios, pero hay que significar la diferencia entre el movimiento estético que fue la NT y el proceso de institucionalizar aquello como MNT, con sus estatutos y jurados, que es otra cosa, que tiene más que ver con una organización político-cultural.
A mí lo que realmente me llega es la obra de un grupo de trovadores que fueron los que iniciaron ese movimiento artístico a finales de los sesenta, pero esta estética ha ofrecido varios aportes; para mí es esencial cómo se ensancharon las posibilidades de la poesía, sobre todo de una poesía llena de metáforas que tenía que ver con las diferentes corrientes que antecedieron a la aparición del MNT, como el modernismo, el surrealismo, el uso de recursos poéticos, muchas veces difíciles, herméticos, al estilo de César Vallejo, mezclados con un lenguaje coloquial heredado del filin.
La mirada musical intensamente dirigida hacia el barroco y cómo toda esa herencia, sobre todo de Juan Sebastián Bach, fue incorporada a la canción en Cuba. Es fundamental el legado del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC; muchas de esas canciones alcanzaron una forma mucho más definida a partir del trabajo musical que se hizo en el GESI, liderado por el maestro Leo Brouwer, que enriqueció y completó en gran medida las intenciones e inspiraciones de esos cantautores que tenían inquietudes por combinar formas de la música popular cubana, como el son tradicional, el danzón, la canción guajira, la trova y el bolero tradicionales, con la música barroca, y con el rock o el folk de los años sesenta.
Hay algo que me parece trascendental de esta época y fue dirigir la mirada hacia las músicas tradicionales folclóricas de Latinoamérica.
Anteriormente había calado el tango en la trova tradicional, en los años veinte, y luego fueron sobre todo el jazz y otros géneros norteamericanos los que influenciaron con profundidad en la cancionística, fundamentalmente en el filin y después, la visión descolonizadora de la década de los sesenta, los procesos sociales, las revoluciones, los pensamientos progresistas, especialmente en América Latina, constituyeron un llamado de atención hacia las músicas autóctonas del continente y ahí comienza a fusionarse también la NT con la variada música tradicional latinoamericana, tendencia que me parece enriqueció la canción cubana.
Otro de los aportes es sin duda el énfasis de la mirada hacia la sociedad y sus procesos de transformación, y reflejarlo en las canciones, de lo que había tradición en la trova de siempre y en la guaracha, pero en la NT fue muy particular y fuerte, en muchos países se llamó la canción protesta… en fin, fue ponerse a tono también con la época.
Aquella época de grandes transformaciones sociales tuvo en la NT un profundo testimonio crítico con un gran impacto en los jóvenes. No «enseñó a pensar a los jóvenes» pero sí contribuyó con obra y actitud al ejercicio del pensamiento crítico.
La NT puso al mismo nivel que la música, los textos que ganaron complejidad en los contenidos. Creo que se generalizó la posibilidad de hablar de casi cualquier tema o contenido en una canción y eso pasaba por primera vez en la historia de la canción cubana.
*Ernesto Che Guevara, El socialismo y el hombre en Cuba (1965)
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