La película de la formación de la nación cubana


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Mi primer contacto con el proyecto cinematográfico de El Mayor sucedió hace casi veinte años, cuando Rigoberto y Eugenio Hernández, sus guionistas, me convocaron para conversar y entregarme el primer guion del filme, pues requerían de la mirada del historiador. Recuerdo haberlo leído con avidez; días más tarde de aquel encuentro en casa de Rigo les devolví mis impresiones sobre el texto en un puñado de cuartillas manuscritas. Como toda película de época, esta era extremadamente costosa y hubo que esperar dos décadas para su realización.

Con la luz verde para el rodaje, Rigo me pidió que leyera la versión actualizada del guion, que ya tenía resueltos muchos de los problemas señalados anteriormente.En febrero de 2018, en la víspera de su partida a Camagüeypara empezar el rodaje, volvimos a conversarsobre el proyecto, esta vez en mi casa, y le entregué otros nuevos comentariossobre el texto.También le pedí visitar los escenarios de filmación pues, entre otras cosas, quería conversar con el actor Rafael Lahera, quien interpretaría a Carlos Manuel de Céspedes, pero esto no pudo ser. Después, Rigo enfermó, pero no abandonó el rodaje hasta su terminación como se conoce, en una actitud que rebasaba el más extremo de los profesionalismos. El resto del trabajo de edición y postproducción se hizo ya con él operado y en una situación cada vez más crítica.

Mi primer visionaje de la película fue en su casa, él en silla de ruedas y sumamente adolorido, al punto de que tuvo que retirarse a su cuarto por los agudos dolores, propios de la enfermedad. La versión que vi esa tarde, era un material en el que no habían sido colocados los efectos especiales ni la banda sonora; sin embargo, a pesar de ser un producto no terminado, pude darme cuenta de su enorme significación cultural e histórica. Era la primera vez que el cine cubano exhibía en pantalla a los padres fundadores de la nación. Tiempo después, ya fallecido Rigo, Marilyn Sampera, su compañera en la vida y guardiana celosa de la culminación del filme, me convocó al ICAIC y pude ver la cinta, faltándole aún la banda sonora definitiva. Era el segundo corte de la película, casi en su estado final de postproducción.

Este preámbulo sirve para expresar mi relación con El Mayor, mi vinculación con su director y el conocimiento de los avatares de la cinta desde sus mismos inicios, cuando era solo una idea. Deseaba mucho que se realizara y traté, en la medida de mis posibilidades, de aportar algunas ideas de rigor histórico a esta cinta biográfica de uno de los grandes generales de la primera de nuestras guerras independentistas, En ella estaría la figura de Carlos Manuel de Céspedes, centro de mis investigaciones historiográficas, en un papel protagónico y, además, se reproducirían escenas de la creación de la República en Armas y de los fuertes debates entre aquellos prohombres que lo sacrificaron todo en su empeño libertario.

Este comentario no pretende ser una crítica cinematográfica al uso, nada más distante de ello, no hablo aquí de actuaciones, fotografía, diseño de vestuario y otros elementos, sino más bien dejolas impresiones de un cinéfilo con algunos conocimientos de esa zona de la historia decimonónica cubana.

Cuando vemos El Mayor, desfilan ante nuestras retinas, los prolegómenos del 10 de octubre de 1868 en la Villa del Puerto del Príncipe, después de alzados los orientales en armas; la importantísima Convención de Tirsan (según la nomenclatura masónica), en San Miguel del Rompe, territorio tunero, en la que los complotados se sentaron a discutir sobre sus monturas a falta de sillas y mesas;y las cuatro conversaciones entre Céspedes y Agramonte, delegados por las regiones oriental y camagüeyana, respectivamente, para negociar la unidad.

Además de estos encuentros difíciles, como evidencia la película, aparecen en las imágenes la Asamblea Constituyente de Guáimaro, donde se cristalizó a duras penas la unidad de los revolucionarios; el ambiente festivo de aquellos días patrióticos, descritos básicamente a partir del célebre artículo de José Martí sobre el evento; las vicisitudes de los patriotas pertenecientes a la clase terrateniente y ganadera, para quienes la guerra significó un duro aprendizaje dadas las duras condiciones de vida de la manigua; los amores entre Agramonte y Amalia Simoni,afectados por la revolución (ellafue apresada por los españoles), es decir, todo lo que perteneció a la más sensible realidad de aquella guerra cruenta y desgarradora.

Son las imágenes de la fundación de nuestra nación y República independentista, momentos germinales que el cine no había expuesto antes, al menos como lo hizo Rigo con su película. El Mayor lleva a la mente de los espectadores imágenes, quizá leídas por muchos, pero no vistas anteriormente en la pantalla grande. De ahí la enorme connotación cultural de esta cinta que revela también la pasión de Rigoberto López por materializar su proyecto;casi que una noble obsesión. Ya tenía en su haber una extensa filmografía, sobre todo de documentales, una de las más extensas del cine cubano en este rubro, pero él no quiso nunca renunciar a El Mayor. Lo pudo hacer a costa de un sacrificio personal extraordinario.

Ya habrá tiempo para analizar los elementos integrantes de la película, solo deseo resaltar estas cuestiones que me parecen esenciales en un filmeque recrea los momentos seminales de la nación cubana en el momento de su cruento alumbramiento. Una película histórica realizada dentro del más estricto apego a los hechos narrados (salvo excepción) y con una carga dramática que ya empezó a ganar adeptos entre los públicos, en particular entre los jóvenes. ¡Muy bien por Rigoberto López, su equipo de realización y sus actores y actrices!


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