Como llagas profundas se iba escribiendo el destino, / ..."/> Como llagas profundas se iba escribiendo el destino, / ..."/> Portal Cubarte  -  La reconquista de la historia: Martí en el 26 de julio (Parte I)

La reconquista de la historia: Martí en el 26 de julio (Parte I)


la-reconquista-de-la-historia-marti-en-el-26-de-julio-parte-i

Como llagas profundas se iba escribiendo el destino, / sobre las espaldas de abuelos, de padres, de hijos, / y  porque era tanto el dolor de cuatro siglos / harto de esperar la esperanza que no vino. / Levanta la frente y ve que aquel llanto / es el mismo en campos, ciudades, montañas y viejos caminos, / decidido el hombre quebró la madrugada / y el arma del pueblo irrumpe en el Moncada. / Se hace la luz, es 26. / En el surco que abrió nuestra diaria labor / Siempre es 26. / En la fragua que hará el acero mejor / Siempre es 26. / En aquel que calmó el dolor de otro ser, y sus noches veló. / En el barco en que hoy vuelcan fruto y valor nuestros hombres del mar. / En la risa infantil, en la escuela rural, / Siempre, siempre es 26. / Y en la fiel decisión del inmenso guardián, / Siempre es 26. / Si decir es hacer, / si querer es poder. / Siempre es 26. / Si crear es tener, / si tener es crecer. / Siempre es 26.

Siempre es 26, de Martín Rojas 

Escrito en junio de 1964, a once años de la epopeya del Moncada, Martí en el 26 de julio se presenta en el número veintitrés de la mítica revista Cuba.  Luego reaparece, sin modificaciones, en la compilación Lectura de José Martí, publicada por la Editorial mexicana Nuestro Tiempo S A en 1972.    

La reconstrucción de un espacio citadino en tiempos de carnaval - el mismo que más tarde, inesperadamente, se convertirá en el lugar de un combate sangriento y desigual - sirve a Fernández Retamar para colocar a sus lectores en el escenario en que tuvieron lugar los hechos que desencadenan el homenaje y la reflexión, dos de los pilares del trabajo aludido. 

Inmediatamente, se da a conocer que el sitio de la batalla atesoró una colección variopinta de objetos que – descritos de manera minimalista – quedaron abandonados en plena calle tras el fin del jolgorio. Esta alusión antecede a la de aquellos muchachos que en la madrugada del 26 de julio de 1953 se dirigían a atacar un cuartel, en medio de la temporada de carnaval[1]. La teatralidad con que ambos conjuntos se exhiben  particulariza y enriquece la representación del ámbito en el que acaecieron los sucesos. Después de aquella fecha,  los amaneceres de la ciudad de Santiago de Cuba, y de la isla toda, adquirieron nuevos sentidos. La utilización de un discurso en paralelo le permite a Fernández Retamar fundamentar esta certeza. El desplazamiento - espacial y temporal - del presente republicano al pasado colonial coadyuva a  resaltar los nexos existentes  entre dos acontecimientos bélicos que, aun distantes cronológicamente, tuvieron como telón de fondo un común escenario festivo, en ambos casos utilizado para encubrir los verdaderos propósitos de las acciones proyectadas. El primero, fue el reinicio de las guerras por la independencia concebido, diseñado y ejecutado por José Martí en 1895; el segundo, la hazaña de un grupo de jóvenes quienes, inspirados en la vida y la acción del Apóstol y liderados por Fidel Castro intentaron, en 1953, tomar por asalto una de las fortalezas militares más importantes de la isla.  Todos  perseguían el mismo ideal independentista, por ello, el ensayista se decide a examinar y resaltar sucesos que, a la postre, serían reconocidos como hitos fundamentales en el desarrollo de un largo y complejo proceso de liberación nacional que, iniciado en el siglo XIX, alcanza a nuestros días. Mostrar la relación entre ambos y, sobre todo, destacar su permanencia y futuridad constituye propósito fundamental  de Martí en el 26 de julio.

Desde su presente, Fernández Retamar no solo valora el impacto de la contienda orquestada y desencadenada por Martí en el destino de la patria, sino también, su trascendencia para América Latina., pues como lo hiciera el Apóstol examina cuidadosamente la naturaleza de las relaciones que Cuba deberá anudar con sus vecinos de Centro y Suramérica.

En trabajos anteriores, el énfasis fundamental se concentraba en dar a conocer la necesidad urgente de conectar a la isla con pueblos vecinos - algunos distantes geográficamente-, con los que comparte similares desafíos económicos, políticos y sociales  pues habían sido (son) víctimas del saqueo imperial. Tal voluntad también se explicita en Martí en el 26 de julio

Tras examinar los contextos que la rodean, el autor se detiene en la explicación de las particularidades de la Revolución del '95. Presenta a sus ideólogos  y muestra sus antecedentes, propósitos y resultados. Asentado en la Cuba de la segunda mitad del siglo XX, el ensayista trae de vuelta sucesos del pasado, a los cuales rinde tributo. Esta decisión le ayudará, más tarde,  a explicar su propio  presente. Interesado en establecer un diálogo inmediato y fecundo, detalla una de las actividades desplegadas por el Maestro quien no se ha limitado a plantear la separación de Cuba de la decadente España. Lejos de eso, él ve la en esa separación solo un primer paso de su tarea.[2]

Enseguida, ampliando el espectro de comprensión abierto, introduce – valiéndose de la cita textual - un segmento de la que califica como: "imprescindible carta a Mercado"[3] , documento  que,  como se sabe, se convirtió en uno de los más utilizados por el discurso antimperialista de la Revolución cubana. De ese modo, recuerda que en dicha epístola, fechada la víspera de su muerte [Martí] no dice que su labor primordial haya sido luchar contra España sino 

impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy y haré es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas. [4]

La identificación, selección y análisis de un grupo de asuntos esenciales para la sobrevivencia de la nación fue tarea de primer orden para el Apóstol, y también para sus seguidores en 1964. Aún lo es en el presente de Cuba. Ello confirma la pertinencia y actualidad del legado martiano y refuerza la convicción del ensayista – ya explicita desde su Lectura de José Martí - de que la poderosa doctrina del dirigente independentista cubano no puede ser comprendida cabalmente si no se la estudia a la luz de las condicionantes históricas que le dieron cobijo. Por ello, Fernández Retamar se detiene, de manera particular, en la que el Maestro había definido en su día como "la cuestión social" [5] y recuerda que Martí declara sin ambages su posicionamiento  "con los pobres de la tierra"[6] y también con quienes, apegados a la justicia, desean y combaten a favor de la independencia de Cuba. La Revolución agradece al Apóstol la creación de un frente unido, estrategia que, aplicada más tarde, también coadyuvó al triunfo y  a la consolidación del proyecto iniciado en 1959.

 A partir de la alusión al pasado, Fernández Retamar remite al presente y  muestra cómo, paso a paso, combate a combate, la Revolución se enraíza en la vida del país: primero, alfabetizó a su pueblo, después, declaró su  carácter socialista luego venció la agresión norteamericana con la disposición de soldados imberbes y de combatientes veteranos  en Playa Girón ; más tarde, se dispuso a enfrentar – y lo hizo – el más brutal y dilatado bloqueo económico y comercial que recuerdan los anales de la historia.

La batalla martiana, librada un siglo antes y dirigida a detener y derrotar el avance imperial será, para los vástagos de la nueva centuria, el más importante y sostenido combate. De manera que, la defensa del proyecto emancipador triunfante en 1959, se convertirá no solo en cuestión de primer orden, sino también, en tarea estratégica. Precisamente por ello,  deberá ser conocida, apoyada y defendida por sus protagonistas.    

Martí en el 26 de julio interesa también porque  aquí Fernández Retamar identificará al Apóstol de Cuba como uno de "los dirigentes de movimientos de liberación nacional en países subdesarrollados, [surgidos] especialmente antes de la gran revolución rusa"[7] Hoy sabemos que esta aseveración no resultó infundada. Para sustentarla, su autor se encargará de ir desgranando argumentos a lo largo de este y otros trabajos, e irá más lejos – acaso sea Martí en su (tercer) mundo, de 1965, el texto más ilustrativo en este sentido - al colocar al cubano al frente de aquellos.

Las prevenciones del autor de Vindicación de Cuba ante las deformaciones verificadas en el sistema político de los Estados Unidos se presentan a través de un juego de voces.  En él, el ensayista enlaza la suya con la del Maestro, y sostiene que en aquel país había tenido lugar "la conversión de una 'república popular' en una  'república de clases’[8].  Ello le permite subrayar los peligros que – ahora multiplicados y metamorfoseados – acecharon y acechan a un número mayor de naciones. Una lectura detenida de la obra del Apóstol, autoriza a Fernández Retamar a identificar y mostrar algunos  de  los  hitos fundamentales y también de los modos en que evolucionó el pensamiento emancipador del cubano. Buen ejemplo de ello es la comprensión martiana  de que la nueva guerra “ya no sería la misma que la del 68, a la que aquella estaba desde luego unida por lazos estrechos; ni que la hispanoamericana de 1810: "Cuba y Puerto Rico", dijo, pues él aspiraba a independizar ambas islas, "entrarán a la libertad con composición  muy diferente, y en época  muy distinta y con responsabilidades  mucho mayores que los demás pueblos hispanoamericanos’[9]. Utilizando recursos didácticos, Fernández Retamar resalta, interpreta y explica los fragmentos que ha citado. Destaca las que considera palabras claves para la comprensión del fenómeno descrito, y prueba la validez de su elección. Asimismo,  comparte abiertamente con los lectores las que solo habían sido intuiciones, pero que en su día y ahora adquirieron el peso de las certidumbres.

Se reafirma así el papel decisivo que en el enfrentamiento ideado por Martí desempeñaron "los elementos más populares, [quienes podrían] arrastrar [fundidos con ellos] a ciertas zonas de la burguesía nacional"[10] al combate liberador. 

El examen y la precisión del contexto en el que se desarrollaron las batallas de antaño, permitió entender a los lectores de 1964 que el enemigo que  debían enfrentar ahora había estilizado despiadadamente sus mecanismos de sujeción. Así completaba Fernández Retamar la primera parte de un ciclo de presentación y análisis de los hechos atendidos. Este tendría continuidad en un segmento destacable por la concisión con la que se construye el discurso. Ahora son nuevamente referidos tres hechos vitales para la historia nacional: el trágico fin de la Revolución del '95, la muerte del Apóstol y la intervención imperialista en la guerra de Cuba. La alusión al último evento, colocado en la página inicial de un conocido libro de Lenin sugiere, recomienda y orienta nuevas y viejas lecturas. Seguidamente, una oración interrogativa funciona como pórtico de otro reto intelectivo. Ahora, el autor se da a la tarea de reconstruir la ruta de la aprehensión del "ideario martiano"[11] durante el periodo neocolonial. En ella involucra a sus lectores quienes estimulados por el método de adquisición de conocimientos ya puesto en marcha, lo acompañan.

La presentación del mítico luchador comunista Julio Antonio Mella como uno de los intelectuales más lúcidos de su hora, se refuerza con la inclusión de dos retazos de su temprano y fundamental trabajo Glosas al pensamiento de José Martí, los cuales se acompañan de una justa consideración  que define al joven militante como:

el primer martiano real de República hasta el advenimiento de la Revolución [y quien comprendió] que la mejor manera de ser fiel [a este era] (129) desarrollar sus ideas, actualizarlas, hacer lo que él dijo con respecto a Bolívar y Juárez: sentirlos vivos, continuarlos.[12]

El pensamiento y la vocación liberadora son presentados reiteradamente como componentes esenciales de un proceso que trasciende la etapa colonial y enfrenta los desafíos impuestos por la dominación neocolonial imperialista. Su  trazado, descripción y fundamentación constituye otro de los propósitos del trabajo, en el cual también se develan los entrañables lazos entre la tradición independentista latinoamericana y cubana.  El énfasis en destacarlos una y otra vez, habla de la importancia que les concede el intelectual y político Fernández Retamar. La idea de la construcción de una unidad nacional verdadera, y por ello perdurable, gana fuerza en la época de Martí e intenta materializarse con la fundación del Partido Revolucionario Cubano, estructura  devenida referente imprescindible en el nacimiento y la constitución del primer Partido Comunista de Cuba. La evidencia más elocuente es la presencia en ambas organizaciones del líder obrero Carlos Baliño quien, como es sabido, fue un cercano colaborador de Martí y de Mella. Así, recordando y/o presentando personajes y hechos del pasado el autor de Patria teje, firme y sintéticamente, segmentos capitales de la historia de su isla. La sabe no exenta de avatares, por lo que no los oculta ni minimiza, antes bien, los explica y profundiza en el análisis de sus causas y consecuencias.

 

[1]Martí en el 26 de julio, en Lectura de José Martí, Editorial Nuestro Tiempo S A,  1972. p. 54. (Todas las citas que se consignarán provienen de esta propia tirada)

[2] Op. cit. p. 54

[3] Idem.

[4] Ibídem

[5] Ibídem

[6] Ibídem.

[7] Ibídem.

[8] Ibídem.

[9] Op. cit. p. 55

[10] Idem

[11] Ibídem.

[12] Op. cit. p. 56.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte