La Sociedad de Torcedores de La Habana. 90 años de historia y revolución


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Los trabajadores tabacaleros acumularon una gran historia de luchas y de organización desde el siglo XIX, en Cuba y en la emigración, posición que continuó desde principios del siglo XX, en que movió a la organización y a las huelgas.

La reorganización de las sociedades de resistencia entre los obreros del sector; la lucha contra los prejuicios respecto de los inmigrantes; el enfrentamiento a la carestía de la vida y otros propósitos, formaron parte de las inquietudes y luchas de los tabacaleros, expresadas en numerosas e importantes huelgas protagonizadas desde 1883; en la primera huelga general bajo la ocupación norteamericana el 20 de agosto de 1889, y ya desde principios del XX, en la conocida Huelga de la Moneda, y poco después, en las organizadas, entre otras, para enfrentar las nefastas consecuencias de la Primera Guerra Mundial;  contra la máquina de torcer tabaco, la  mecanización  de la industria, y el traslado de las fábricas habaneras hacia el interior del país.

Tales circunstancias impusieron, a los trabajadores del sector, la necesidad de lograr la unión entre todos los trabajadores del sector, trabajando para que las organizaciones de resistencia se consolidasen de manera tal, que abrieran el camino a la formación de las federaciones de Gremios hasta alcanzar las Confederación.

Como parte de ese esfuerzo unitario, la Sociedad de Resistencia de los Torcedores de La Habana se propuso levantar su edificio social, como medio de unión y de cultura.

Esto fue logrado cuando, en asamblea celebrada tras el Congreso Obrero de 1914, los torcedores acordaron emitir bonos de 5 pesos que se cubrirían con sellos semanales de 20 centavos. La recaudación, que contó con la solidaridad de los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso, posibilitó que el 28 de septiembre de 1924 se colocara la primera piedra del edificio, encargado al ingeniero Abel Fernández, quien no cobró por su valiosa labor. Entre los 17 oradores del acto estuvo Julio Antonio Mella, quien habló a nombre de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) ante importantes dirigentes sindicales y figuras como Rubén Martínez Villena.

El edificio, conformado por una escuela para los hijos de los trabajadores, aulas de superación, biblioteca, imprenta y un salón de actos, se inauguró el 1º de Mayo de 1925, con una velada conmemorativa de la fecha, que resumió Julio Antonio Mella, cuando aún no estaba concluido totalmente, Ya el 14 de julio, la nueva sociedad, popularizada entonces como Palacio de Torcedores, a menos de un año de labor constructiva, inició su fecunda labor.

Desde sus inicios colocó al centro de su quehacer, elevar el nivel cultural y político ideológico del proletariado y avivar su conciencia clasista sobre la base de la defensa de los principios de justicia social que interesaban a todos, y de rechazo a la dependencia neocolonial impuesta al país, acuñada por la Enmienda Platt.

El 3 de noviembre de 1923 se había fundado la Universidad Popular José Martí (UPJM), temprano y decisivo medio para contribuir a la preparación de los sectores poblacionales llamados a conducir y a hacer avanzar, desde las masas populares, la construcción de la imprescindible contra hegemonía cultural al orden establecido.

Perseguida, asediada, y obligada a salir del recinto universitario por el régimen de Gerardo Machado, fue acogida de inmediato por la Sociedad de Torcedores. Allí funcionaron sus aulas hasta ser clausurada en 1927. Al propio tiempo, Villena fundó la revista América Libre, como órgano extraoficial de la UPJM, que también se imprimió, en la imprenta El Ideal, radicada en la Sociedad, otro elemento para la popularización de la cultura, indispensable en su rol emancipador, con valioso sentido solidario internacionalista.

Los profesores de la UPJM y otros representantes de la cultura ofrecieron charlas y conferencias de diverso tipo, mientras su imprenta también favoreció la emisión y distribución de manifiestos y otros medios de agitación y propaganda. No faltaron las veladas artísticas y otras muchas realizaciones encaminadas a afianzar la comprensión, por los sectores populares, de la fundamentación inherente a la necesidad de la lucha emancipatoria.

Al propio tiempo, albergó reuniones y actividades de la Liga Antimperialista de Cuba (LAIC), coadyuvando al cumplimiento del objetivo proclamado por Mella y Rubén de enlazarla con las organizaciones obreras y estudiantiles de la época.

Vale destacar que las autoridades civiles y militares de la época alertaban al respecto de que, tanto las conspiraciones políticas como la propaganda que se desplegaba en las actividades de la UPJM, allanaban el camino para, en un momento determinado, producir una revolución armada bajo la dirección de los elementos que habían amalgamado a las clases de los intelectuales y estudiantes y obreros y comunistas.

Pero la Sociedad de Torcedores no sólo estuvo al servicio de los trabajadores del ramo. Sus puertas, abiertas a las necesidades más disímiles del movimiento obrero, facilitaron a Rubén Martínez Villena, su líder de aquellos años, todo el apoyo que necesitó de la imprenta El Ideal y sus trabajadores, para divulgar documentos, manifiestos, proclamas, periódicos, revistas y todo cuanto exigía la necesidad de llevar a los sectores populares las explicaciones y orientaciones necesarias para avanzar por el camino de la emancipación social.

En ese empeño, se destacó la esforzada labor de reproducir todos los documentos y materiales que sirvieron al IV Congreso de Unidad Sindical, que como se sabe, fueron elaborados, con un esfuerzo indescriptible, por Rubén, auxiliado por sus colaboradores cuerpo agonizante, mente en ristre hasta el momento final.

La muerte de Rubén se produjo momentos después de haber sido informado por su médico, Gustavo Aldereguía, que el Congreso había concluido exitosamente, y justo entonces se produjo su visita póstuma a la Sociedad de Torcedores. En su salón de actos, rodeado de las flores y el amor de sus contemporáneos, de la ideología a la cual entregó su vida desde el patriotismo y la fidelidad a los trabajadores, simbolizada en la bandera de la hoz y el martillo, y las imágenes de Lenin, Marx y Julio Antonio Mella, fueron velados sus restos, y desde allí partió, con multitudinario cortejo, hacia la Necrópolis Cristóbal Colón, en acto que todos califican, antes y ahora, como el más trascendente en la historia de la Sociedad de Torcedores, expresión, en sí misma, del avance que alcanzaba  la unidad de los trabajadores cubanos, a cuya consecución se consagró.trabajando incansable, muchas veces en dicha Sociedad.

Rubén, quien ya en 1924 había llamado la atención acerca de que era imprescindible alimentar culturalmente a los trabajadores para alcanzar la emancipación nacional y social, tuvo en la Sociedad de Torcedores un receptor permanente a ese principio.

Al respecto fue enorme la labor cultural desarrollada por la Sociedad de Torcedores durante toda su existencia, presente en sus archivos, en su biblioteca, en su hemeroteca, que llegó a convertirse en una de las más importantes y completas del país, única en el atesoramiento de documentos del movimiento obrero y sindical; en las funciones artísticas recreativas de todo tipo desarrolladas en ese lugar, que dieron vida, en época difíciles, hasta a grupos de aficionados a quienes se les cerraban las puertas del profesionalismo, y entregaban allí lo mejor de su arte, de forma gratuita, para disfrute de los trabajadores, sus familias y la comunidad.

En ese quehacer se destaca especialmente el Teatro Popular, fundado y dirigido por el actor, director, escritor, dramaturgo, cantante… revolucionario trabajador de la cultura, Paco Alfonso, una de las figuras más significativas de la vanguardia teatral cubana.

Fue ese el sitio donde Paco Alfonso, afiliado al ideario del proletariado y al partido de los comunistas, tuvo ocasión y orgullo de estrenar todas sus obras teatrales.

Aunque Paco Alfonso había comenzado su labor artística muchos años atrás, la necesidad de poner su arte al servicio de la lucha antifascista, fue motivación especial para que fundara Teatro Popular, que existió entre 1943 y 1945, con dos propósitos fundamentales, fomentar la dramaturgia cubana y servir con ella a la divulgación de las ideas sociales más avanzadas y a la lucha contra el fascismo, vía para fortalecer la conciencia clasista de los sectores populares; ayudarlos desde el teatro a comprender el rol de los trabajadores en la sociedad capitalista, y divulgar la obra de autores cubanos de la talla de José Antonio Ramos, Luis Felipe Rodríguez, Nicolás Guillén y Félix Pita Rodríguez. También presentó obras del teatro universal pertenecientes a Lorca, O’Neill, Gorki, a quien de hecho introdujo en Cuba, y de la más valiosa dramaturgia soviética.

Para ello Paco Alfonso recibió el respaldo incondicional de la CTC y los sindicatos, especialmente de los tabacaleros, quienes colaboraron con el financiamiento de las puestas en escena, locales, precios mínimos, y hasta con la adquisición de un teatro portátil que le permitió realizar sus puestas en espacios abiertos en los lugares más disímiles, esfuerzo sostenido a favor de la elevación de la cultura y el conocimiento de los sectores populares, respaldado por la edición de la revista Artes, expresión escita de Teatro Popular. El conocimiento de la obra de Paco Alfonso entre los sectores populares y su reflejo en la conciencia colectiva tuvo su momento más significativo en Teatro Popular que, arropado por la Sociedad de Torcedores de La Habana, es considerado el primer esfuerzo institucional cubano por acercar el arte dramático a las masas trabajadoras.

Por iniciativa del líder sindical Lázaro Peña, nació y tuvo su sede, la Sociedad Popular de Conciertos y albergó a la APOC.

Tras el triunfo revolucionario de 1959 la Sociedad de Torcedores de La Habana, que había sido usurpada por los mujalistas desde 1948, volvió a ser patrimonio de la CTC. Allí se instaló el Museo Histórico del Movimiento Obrero, bajo la dirección de Haydeé Guash, destacada dirigente obrera comunista, como un centro de documentación de la historia del movimiento obrero, sindical y comunista cubano y de apoyo a la actividad de divulgación de la CTC.

Al acordarse el cierre del Museo en 1977, sus documentos, fuentes periódicas, bibliográficas, archivo fotográfico y objetos museables, fueron trasladados al archivo del entonces Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba, al Museo de la Revolución, y a la CTC, en riguroso proceso que concluyó en 1980.

Como datos principales, es importante decir que los fondos contenían 150, 18 metros de documentos, 7 523 objetos museables, 1354 títulos en la biblioteca, 1548 folletos, 18994 ejemplares de publicaciones periódicas correspondientes a 306 títulos y fotografías, otras 23 244 sin identificar y 2106 negativos. Dichos materiales se encuentran el perfecto estado de conservación y, sirven a los estudiosos del país y del mundo, sin embargo, es imprescindible subrayar que muchos de estos objetos fueron preservados por los dirigentes y miembros de la CTC, los sindicatos y el Partido Comunista en las muy difíciles condiciones emanadas del carácter neocolonial impuesto a Cuba, a riesgo de sus propias vidas, y que son de un valor inestimable para el conocimiento del proceso histórico cubano.

Tras esos cambios, el Palacio de Torcedores pasó nuevamente al sindicato nacional tabacalero y a la CTC, teniendo diferentes usos hasta que se decidió reconstruir la instalación, volviéndola al status arquitectónico y funciones iniciales. Con ese objetivo se iniciaron las difíciles y costosas labores de restauración hasta que, el 23 de febrero del 2012, comenzó a cumplirse el anhelo de entregar a los trabajadores cubanos un nuevo centro para su recreación, esparcimiento, estudio y superación intelectual, que al propio tiempo sirva de cálido reconocimiento y homenaje permanente a los dignísimos cubanos, hombres y mujeres, que con su esfuerzo diario y hasta con la entrega de sus vidas, lucharon por humanizar la existencia de los obreros y de todo el pueblo de Cuba.

Su  biblioteca especializada; las actividades culturales de todo tipo que podrán ser presentadas en su calificado teatro; su sala de navegación, sus áreas museables, sus aulas, que actualizarán lo que fuera en su momento la UPJM, y el resto de las opciones y realizaciones que enriquecerán el recinto, tanto sindicales como comunitarias, harán de la institución un excelente centro cultural, una suerte de patrimonio para el disfrute de toda la población cubana.

Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena comprendieron tempranamente que la revolución, en tanto hecho cultural, no podía dejar su avance solo a la espontaneidad emanada de las condiciones económicas sociales. Su realización exigía la preparación consciente de los sectores interesados en los cambios, a fin colocarlos en condiciones de poder llevarlos adelante. La Sociedad de Torcedores de La Habana sirvió y sirve a ese empeño, en tanto vehículo para la continuidad en la construcción de la unidad imprescindible que iniciara nuestro Héroe Nacional, y que ha proporcionado la solidez revolucionaria y los triunfos logrados en escala ascendente por el pueblo cubano desde entonces hasta hoy.

 


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