Lo que estaba en juego en 1958 era la posibilidad del fin de cuatro siglos de coloniaje
Para entender el desenlace ocurrido en los meses de noviembre y diciembre de 1958, hay que hacer la lectura completa de la compleja situación nacional de entonces y sus antecedentes. Lo que devino en la hecatombe de la tiranía de Fulgencio Batista Zaldívar, no fue simplemente la caída de un tirano por un movimiento revolucionario popular, eso ya había ocurrido en 1933 con Gerardo Machado Morales. Fue el fin del poder político, estatal, gubernamental y militar de la oligarquía burguesa-terrateniente criolla y de sus amos, la oligarquía estadounidense y sus gobiernos de Washington.
El éxito oportunista gringo de 1898 a expensas de su intervención en la Guerra de independencia cubana, la firma del Tratado de París con España, la postrera ocupación militar del archipiélago entre 1899 y 1902 y la implantación de una república neocolonial a partir del 20 de mayo de 1902, con la subordinación apátrida y entreguista de ese bloque socioclasista burgués-terrateniente cubano, comienza a desvanecerse el primero de enero de 1959.
El sueño anglonorteamericano de apoderarse de Cuba, iniciado con la ocupación británica de La Habana en 1762-63, de la cual formaron parte los colonos de las Trece colonias atlánticas norteñas, trece años antes de iniciar su propia guerra de independencia, lo lograron 136 años más tarde y perduró exactamente, sólo 60 años, entre el primero de enero de 1899 en que ocuparon militarmente el país tras la evacuación de las tropas coloniales españolas y el primero de enero de 1959, en que huye Batista y la estrategia del líder popular Fidel Castro Ruz, que ha derrotado por las armas al tirano, evita un intento mediador.
Después del proceso de la Revolución del 30 (1930-40), Cuba vivía en un régimen de democracia representativa consensuada por todas las fuerzas políticas –los comunistas inclusive- después de la asamblea constituyente de 1940 que sería el epílogo de ese proceso revolucionario.
Tras el gobierno de la Coalición Demócrata Socialista de 1940 a 1944, con Fulgencio Batista de presidente de la república, -coalición con una heterogeneidad extrema, integrada entre otros, por el Partido Acción Progresista (PAP) de Batista y el Partido Comunista de Unión Revolucionaria (PCUR), integrante de la Tercera Internacional que adoptaría el nombre de Partido Socialista Popular (PSP) en 1944- sobrevino el período de los gobiernos del Partido Revolucionario Cubano “Auténtico” (PRC-O) –“Auténticos seguidores de Martí y de ahí el nombre del partido, homónimo al fundado por el Apóstol”, decía su documento fundacional- con su líder, el doctor Ramón Grau San Martín, como presidente de la república (1944-48) y el doctor Carlos Prío Socarrás (1948-52).
Batista altera el orden constitucional, con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, que impide las elecciones generales del 1ro de junio de ese año, donde se vislumbraba el descalabro del desprestigiado autenticismo y el arribo al poder del Partido del Pueblo Cubano, “Ortodoxos” (PPC-O), fundado por Eduardo René Chibás Rivas, en 1947, como la primera escisión del autenticismo, y que, frente a la corrupción administrativa que había alcanzado niveles increíbles, enarboló la consigna “Vergüenza contra dinero” y tenía la escoba como símbolo.
Es poco serio especular sobre lo que hubiera ocurrido en Cuba si se hubieran realizado las elecciones de 1952 y hubiera triunfado el Partido Ortodoxo porque ello no sucedió, pero pongamos las cartas sobre la mesa.
El candidato a la presidencia por la Ortodoxia era el doctor Roberto Agramonte Pichardo, profesor universitario de la Escuela de Derecho de la Universidad de la Habana. Agramonte, fue posteriormente ministro de Estado en el Gobierno Revolucionario que tomó posesión en Santiago de Cuba el primero de enero de 1959 y durante los meses que se desempeñó en el cargo, no cambió la tradición de sus predecesores de visitar casi a diario, o comunicarse varias veces al día, con el embajador estadounidense, incluso, por esas causas, según Luis Buch en su libro: Gobierno Revolucionario. Génesis y primeros pasos, se ausentó en no pocas ocasiones, a las reuniones del consejo de ministros. ¿Qué hubiera hecho como presidente? Nunca lo fue y no tenemos la oportunidad de evaluar ese desempeño.
El doctor Fidel Castro Ruz, joven abogado de 25 años, se postulaba para representante a la cámara por el municipio de La Habana, promovido por el barrio de Cayo Hueso. ¿Cómo sería la integración partidista de la Cámara de Representantes y el Senado? ¿Y la correlación ideológica en ambas cámaras del Congreso? ¿Se podría promover o no una revolución desde el poder legislativo? Recordemos que, en la Ortodoxia, había una tendencia de izquierda, otra de derecha y una de centro, era una formación política heterogénea ideológicamente.
¿Cuántos de los seis gobernadores y 126 alcaldes municipales más los concejales, serían de la Ortodoxia de haberse realizado las elecciones? Otra interrogante sin respuesta. Juan Manuel Márquez, que fuera concejal en Marianao por el Autenticismo antes de pasar a la Ortodoxia, había tenido un desempeño revolucionario desde su puesto en la cámara municipal de esa importante ciudad, que se consideraba la segunda de Cuba después de la Habana. ¿Cómo sería su actuación como alcalde de Marianao?
Nadie puede especular sobre si las elecciones de 1952 hubieran sido un catalizador o no, de la revolución social en Cuba. Lo que sí es cierto, es que, el pueblo sufrió una gran decepción en el 33 donde nada se resolvió con el derrocamiento de Machado y cuando hubo una política social revolucionaria con el “gobierno de los cien días”, Batista lo derrocó con el golpe de estado del 15 de enero de 1934. Después sufrió otra gran decepción, cuando el gobierno de la Coalición Demócrata Socialista nada hizo por cumplir la Constitución del 40 más allá de lo formal y, por último, otra decepción con la llegada de Grau y el PRC al poder en 1944, tras lo que el propio Grau llamó “la jornada gloriosa” a las elecciones de junio de ese año, y el autenticismo en el poder no fue otra cosa que más corrupción política y administrativa, la oficialización del gansterismo y la subordinación a la Guerra Fría decretada por Estados Unidos al comunismo. El pueblo cubano no estaba en condiciones de sufrir otra decepción. La situación revolucionaria estaba latente, en cualquier circunstancia, pero el golpe del 10 de marzo la catalizó.
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