La ¿Década prodigiosa?
No me refiero a las décadas del 60 y el 70 del pasado siglo, a las cuales, indistintamente, se les denomina así desde el punto de vista de la revolución musical que ocurrió en ese período. Hablo de la década del 50 de la propia centuria a la que, muchas personas, mal intencionadas o ingenuamente, –están las dos variantes- tratan de idealizar como “paradisíaca” en Cuba.
Ese decenio comienza con el desgobierno “auténtico” de Carlos Prío Socarrás y culmina con el triunfo revolucionario liderado por Fidel Castro Ruz, pero, su mayor espacio temporal lo ocupa la tiranía de Fulgencio Batista Zaldívar (10 de marzo de 1952 – 31 de diciembre de 1958).
Bastaría con reconocer que más de 20 mil muertos víctimas de la represión gubernamental, es una cifra altamente ilustrativa de lo que se vivió; la dio por vez primera la Edición de la Libertad de la revista Bohemia, en enero de 1959; la repitió el comandante Camilo Cienfuegos en su memorable último discurso del 26 de octubre del propio año cuando se fundaron las Milicias Nacionales Revolucionarias y en lo adelante, figura en muchos documentos oficiales y no oficiales.
Como otras verdades, la cifra ha sido cuestionada por los que se oponen al poder revolucionario, planteando que es exagerada y pienso que habrá que continuar estudiando desde las ciencias históricas pero, hay una realidad inobjetable, sólo revisando el listado amplio de mártires, asesinados, caídos en combate, desaparecidos y víctimas inocentes que cada municipio de Cuba atesora en sus archivos y museos, el número se acerca bastante a la realidad, por lo tanto, la damos por certera o al menos, reconocible. Y mucho más, a este autor le bastaría si fuera unos pocos cientos, si de eso se tratare, para tildar de tiranía asesina al gobierno batistiano.
Fotos de las principales calles y avenidas comerciales habaneras y de las capitales provinciales, repletas de luces de Neón, de obras constructivas para servicio público o privado y unas cuantas estadísticas reales pero no maravillosas, encandilan los ojos de los que se resisten a hacer un análisis crítico de ese período.
¿Cuántos mendigos, sin amparo de ningún tipo, pululaban por las calles Galiano, Neptuno, San Rafael, Obispo, Monte, Reina, O´Reilly, Muralla y otras, en La Habana o Enramadas, en Santiago de Cuba o República, en Camagüey? Las mismas calles que tenían vistosas tiendas con opulentas vitrinas y luces de neón que convertían la noche en día. Esas calles exhibían como parte de su entorno a niños lustrando zapatos y hombres y mujeres preguntado en cada negocio si había plazas vacantes. 600 mil desempleados denunció Fidel en su histórico alegato conocido por su frase final: La historia me absolverá.
Más de 500 salas cinematográficas. Solamente La Habana tenía más cines que muchas capitales latinoamericanas y europeas. ¿Y cómo estaba la producción cinematográfica nacional? Dos o tres productoras privadas, la mayor de la época se llamaba PECUSA (Películas Cubanas, S.A.) que producían algunos filmes comerciales a los cuales no les niego sus valores como la excelente música cubana y sus intérpretes, que quedaron para siempre en el celuloide, así como las actuaciones de verdaderas estrellas, pero era, en lo esencial, un cine alejado de la realidad cubana, y cuando cineastas de izquierda, asociados a la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, produjeron El Mégano, como denuncia social, en 1955, fue prohibida.
Se consumía sobre todo, cine estadounidense, porque la distribución para esas salas cinematográficas estaba en manos de los grandes consorcios hollywoodenses. Un poco de cine mexicano, español, argentino y por supuesto, el cubano, extrañamente se exhibía alguna película de otra nación europea y nada del cine de otros continentes. ¿Veía el espectador cubano el maravilloso cine universal? No tenía acceso a él.
Un país de cerca de seis millones de habitantes según el censo de 1953, contaba con más de 740 mil adultos analfabetos en las áreas rurales y urbanas y más de un millón de subescolarizados que no habían concluido la enseñanza primaria ¿Podían leer una película subtitulada o entender sus tramas? En las serranías orientales, centrales y occidentales, la ciénaga de Zapata y en extensas sabanas de todas las regiones, sus habitantes nunca conocieron el cine. Lo hicieron a partir de 1959 cuando el novel Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) fundado al tercer mes del poder revolucionario, llevó el cine móvil con filmes de 16 milímetros montado en camiones o en mulos a aquellos lugares de difícil acceso.
¿Aquellas 500 y tantas de salas cinematográficas fueron acaso un ejemplo de cultura cinematográfica, de masividad y de formación de un espectador crítico?
Algunas fuentes aseveran que en las calles de La Habana rodaban más automóviles que en el Londres en esa época. Pero las preguntas que me hago son: ¿Cuántos propietarios de vehículos tenían más de uno, en cuántas familias había alguno, cuántos autos había en los campos y en los pueblos?
Otras fuentes hablan de que había más teléfonos instalados en La Habana que en varias urbes de los Estados Unidos, pero cuando se analiza este servicio más allá de la capital, encontramos que era escaso. Por demás, muchas familias en la propia capital carecían de ese servicio o constantemente se les interrumpía por falta de pagos. La clientela recibió con regocijo la rebaja del 10 % de su costo junto al servicio eléctrico aprobada por el Gobierno Revolucionario en marzo de 1959 como respuesta a las tarifas leoninas de la Cuban Telephone Company y la Compañía Cubana de Electricidad, filiales criollas de la International Telephone and Telegraph (ITT) y la Bond and Shire Electric Company, los monopolios gringos de esos servicios.
En cuanto a las obras constructivas que enriquecieron el panorama urbano habanero en esa década: el túnel de la bahía y los dos del río Almendares, el ensanche de varias avenidas y la construcción de varios rascacielos en el Vedado, así como la culminación de la Vía Blanca hasta Varadero que se había iniciado en 1945, si bien son inobjetables como joyas de la ingeniería civil cubana, tras bambalinas hubo mucho negocio sucio en casi todas.
Resaltamos que tanto el edificio Focsa como el túnel de la bahía, están considerados entre las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.
Los Hoteles Havana Riviera, Havana Hilton, Capri, Deauville y otros… fueron parte del negocio turbio entre el propio tirano Batista y Meyer Lanski y el resto de la mafia estadounidense, entre cuyas familias se dividieron los hoteles habaneros cual si fuera un pastel de cumpleaños y había planes más ambiciosos para toda la costa hasta Varadero y de ahí la extensión de la Vía Blanca hasta la playa azul.
La construcción del túnel de la bahía, iniciada en 1954 concluyó el 31 de mayo de 1958, fecha en que fe inaugurado a un costo de 35 millones de pesos, se le adicionó la Avenida Monumental que se había terminado el año anterior y sin embargo, en 1959, cuando se produce la intervención del Gobierno Revolucionario de la Compañía de Fomento del Túnel de La Habana, S.A., todavía se estaban certificando objetos de obras –por supuesto, que habían sido concluido varios meses antes- y emitiendo cheques del gobierno para el pago a la compañía.
En la década de 1950 había 61 barrios llamados despectivamente “de indigentes” en La Habana, sin servicios básicos como electricidad, agua, alcantarillado, teléfonos y gas. Eran casuchas improvisadas de madera, hojalata, cartón y de cuanto material se le podía echar mano. Eran los barrios más famosos “Las yaguas”, “Llega y pon” y “Cueva del humo”. Eran barriadas oscuras e insalubres en medio de las ciudades, que la Revolución terminó con ellos en la década del 60.
Sólo el 60 % del territorio nacional tenía cobertura de electricidad por pequeñas y medianas plantas eléctricas en las ciudades y pueblos. En las áreas rurales no se conocía una bombilla eléctrica ¿Algún parecido al 98 % de cobertura actual con un Sistema Electroenergético Nacional?
En la provincia de Pinar del Río había solo dos institutos de segunda enseñanza, -los preuniversitarios de hoy-, uno en su ciudad capital y otro en Artemisa y en la provincia de La Habana había seis: tres en el municipio de La Habana: el número 1 en el centro histórico, el número 2 en el Vedado y el número 3 en la Víbora. Los otros términos municipales que tenían institutos eran: Marianao, Guanabacoa y Güines, pero el de Guanabacoa dejó de funcionar por carecer de matrícula. La provincia de La Habana entonces contaba con 26 municipios, que es el espacio de las actuales provincias de La Habana y Mayabeque y cinco municipios de Artemisa.
En el resto del país sólo había institutos de segunda enseñanza en las capitales provinciales y otras ciudades de segundo orden.
Tres universidades públicas: la de La Habana, que data de 1728; la de Oriente, fundada en 1947 y la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas que abrió sus puertas en 1952. Como universidades privadas, la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva, la Universidad Masónica y el Candler College, este último para cursos que hoy llamaríamos de técnico superior de ciclo corto. Pero lo “maravilloso” de esa “década prodigiosa” es que el gobierno cerró las universidades en 1956 al considerarlas “nido de revoltosos”. Se abrieron nuevamente en 1959. ¿Es paradisíaca y maravillosa una sociedad que cierra sus casas de altos estudios?
Y si hacemos una mirada de género, color de la piel y procedencia socioclasista, a las matrículas universitarias de entonces, nos daríamos cuenta que las estudiantes del sexo femenino y los de piel negra y parda, de ambos sexos, eran excepciones y casi ninguno de origen obrero, campesino o humilde en general.
Los servicios de salud con escasos y mal atendidos hospitales públicos, las llamadas casas de socorro con aspecto denigrante, sectarias clínicas privadas o mutualistas y consultorios privados. Sin atención médica en los campos y los barrios insalubres, una sola escuela de medicina: la de la Universidad de La Habana y seis mil médicos para una población de seis millones de seres humanos ¿Vale la pena profundizar el comentario y comparar con un médico por cada 120 habitantes y tres niveles de atención pública totalmente universal y gratuito? Me parece que huelgan los comentarios.
Epílogo de una sociedad derruida y nacimiento de una nueva sociedad
La Revolución no sólo se justificaba para terminar con los crímenes de una tiranía oprobiosa, sino para terminar con una explotación de varios siglos y una sociedad carcomida.
Con la tiranía batistiana descabezada a los pies, triunfaba el proyecto liberador martiano: Una república con todos y para el bien de todos, donde la ley primera fuera: el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre y encaminada a conquistar toda la justicia.
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