«La trova cubana: una mezcla muy particular de patriotismo con canción romántica »


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«La trova cubana: una mezcla muy particular de patriotismo con canción romántica »

El Periódico Cubarte desde el pasado mes de noviembre ha publicado semanalmente, a modo de homenaje, entrevistas a propósito del aniversario 50 de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova cubana, cuyas canciones han sido a lo largo de este tiempo himnos de amor, del amor grande, el amor a todo, y muchas conservan, a pesar del paso del tiempo, esa cualidad.

Hemos tenido la suerte de contar con las evocaciones y apreciaciones de notables trovadores cubanos de diferentes generaciones, entre ellos, Augusto Blanca, Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Karel García, Angelito Quintero, Marta Campos, Heydi Igualada, Inti Santana, Adrián Berazaín, Erick Sánchez, Roberto Novo, Lázara Ribadavia, Liuba María Hevia, Enid Rosales, Rochy Ameneiro, Rita del Prado, Fidel Díaz Castro, también promotor de larga data del movimiento, o líderes e integrantes de formaciones pertenecientes al movimiento como Luis Llaguno, del Grupo Nuestra América, Adolfo Costales, de Mayohuacán, y Tomás Rivero de Moncada.

Igualmente han accedido a participar en este proyecto, periodistas, críticos y escritores como Norberto Codina, Pedro de la Hoz, Frank Padrón, Arturo Arango; la reconocida artista de la plástica Diana Balboa, el destacado productor musical Enrique Carballea, la musicóloga y también productora Élsida González y los admirados doctores Mildred de la Torre Molina y Julio César González Pagés.

En esta ocasión el Periódico Cubarte ha tenido el placer de conversar con una persona de la que todos, siempre, hablan bien, como profesional y como ser humano.

José Manuel García Suárez, jefe de Producción de la disquera Bis Music y realizador de audiovisuales, es un productor de larga y premiada data, aunque él es de esos imprescindibles de la producción musical discográfica cubana que no trabajan para los lauros, pero lo hace con tanta dedicación y esmero que naturalmente resulta distinguido por los certámenes, sus compañeros y la vida.

Baste recordar que en el Cubadisco del 2015 José Manuel fue seleccionado como el mejor productor de ese año, y en la pasada edición le fue conferido el Premio de Honor por su eficaz empeño en registrar y promover la música cubana.

Los argumentos para estos reconocimientos, el lector los hallará en las evocaciones que hace aquí este hombre sencillo de tanto valor para la cultura nacional.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la Nueva Trova? 

Mis recuerdos iniciales de la Nueva Trova están vinculados al álbum Días y flores de Silvio Rodríguez y los primeros discos del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.

Recuerdo que en mi adolescencia era la música que más se escuchaba en mi casa y me encantaba releer los créditos en esos discos. Eran los años setenta y estaba en auge también la nueva canción latinoamericana, en especial la figura de Víctor Jara. Esa música terminó calando hondo en mis preferencias estéticas.

¿Qué relación primera tuvo con este movimiento? 

Yo me encontraba estudiando guitarra en el conservatorio Alejandro García Caturla y como parte de la asignatura Práctica de Conjunto, Edesio Alejandro, estudiante también pero unos cursos más avanzado que nosotros, nos ayudó a organizar una agrupación que luego mantuvimos durante varios años con el nombre de Chapultepec, en la que nos dedicamos precisamente a defender un repertorio conformado por canciones latinoamericanas y de la Nueva Trova, con el que realizamos muchísimas presentaciones e incluso llegamos a integrar oficialmente el Movimiento de la Nueva Trova.

Recuerdo con la humildad que Eduardo Ramos, presidente de ese movimiento por aquel entonces, nos visitó en los ensayos y nos brindó muchas sugerencias que nos ayudaron a perfeccionar el trabajo; del mismo modo la solidaridad de Jorge Gómez, permitiéndonos presentarnos en varios programas que se grababan en los estudios de Televisión Universitaria en la Facultad de Economía.

Éramos seguidores de Moncada, Mayohuacán, Manguaré, hicimos varios conciertos en la sala teatro El Sótano, y luego nos vinculamos con un proyecto interesantísimo por aquellos años que se llamó Canción y Poesía, dirigido por el periodista Julio Gómez Lluciá, donde confluyeron la mayor parte de los jóvenes trovadores que comenzaron a surgir a principios de los ochenta: Xiomara Laugart, Alberto Tosca, Donato Poveda, Santiago Feliú…

Nos presentábamos en diversos escenarios, pero había un lugar especial, una especie de peña, los domingos en la Galería de Arte Amelia Peláez del Parque Lenin, que funcionaba como un taller donde los trovadores daban a conocer sus nuevas canciones, muchas de las cuales luego se harían famosas. Allí escuché por primera vez temas como «Ni un ya no estás» (Fe), de Tosca o «Quédate para germinar», de Alberto Cabrales, Alejo Martínez y Donato Poveda.

Cuando estudiaba en el ISA me llamó siempre la atención que en la Facultad de Artes Escénicas aparecían más trovadores que en la de Música. Fueron, por ejemplo, los casos de Carlos Varela y Polito Ibáñez. Los músicos se acercaban a la trova como arreglistas o ejecutantes, sucedió con Oriente López y Afrocuba, en su vínculo con Silvio Rodríguez, y con el pianista Miguel Núñez que se unió a Pablo Milanés, pero era muy raro ver a un músico componer una canción trovadoresca.

¿Cuándo comienza a cambiar la naturaleza de esta relación?

Más adelante mi carrera profesional ha estado particularmente vinculada con los trovadores.

Como productor musical mi primer trabajo en 1995 fue con el Grupo Jelengue y su disco Buscando la Felicidad; era un septeto dirigido por César Regueiro, donde sobresalía la presencia del trovador Jesús del Valle «Tatica», ambos excelentes compositores.

Luego le produje discos a Jorge García (1996), Kiki Corona con Corona canta a Corona (2001), y también en ese año estuve a cargo del disco debut Déjame entrar del dúo Buena Fe, con el que me mantuve de productor durante sus primeros cuatro álbumes.

¿Podría darles a los lectores sus consideraciones sobre el fenómeno Buena Fe?

Israel Rojas trajo consigo una visión muy peculiar de la trova. Era algo nuevo que, aunque mantenía la esencia de vincular las temáticas de corte social con las canciones de amor, por el tratamiento de los textos esencialmente, llegó a revolucionar lo que estaba pasando en el panorama musical de aquellos años.

Creo que su vínculo con la estética musical del pop, algo a lo que en un inicio hicieron cierta resistencia, terminó por conformar la fórmula perfecta para ganarse al público. Tuve la oportunidad de escuchar las canciones a guitarra solamente y de imaginarme cómo podrían sonar, y con la ayuda de un equipo de arreglistas (Amed Medina, Emilio Vega y Eduardo Sardiñas), lograr armar un disco que primero conquistó la radio y que antes del año llenó el teatro Karl Marx con un público cantando a coro canciones como «No juegues con mi soledad», «La zanja» y «Sicología al día». Ese es el mejor premio que pueden tener un artista y su productor.

Luego le siguieron Arsenal (2003), Corazonero (2004) y Presagios (2005), todos con un éxito similar, hasta llegar a consolidarse como una de las propuestas más interesantes del panorama musical cubano contemporáneo.

Siempre me llamó mucho la atención lo rápido que se consumían sus canciones. Terminábamos un disco y ya había que comenzar a trabajar en el próximo. En particular los jóvenes habían encontrado un referente a seguir, artistas que decían algo que ellos querían escuchar.

Creo sin temor a equivocarme que el surgimiento de este fenómeno constituyó un nuevo vínculo entre la trova y el público a nivel de masas.

Más tarde en el 2018 pude revivir todas esas impresiones cuando dirigí el documental Sin miedo a la vida, que recoge buena parte de la historia de esa agrupación.

¿Qué otros proyectos asociados a la NT ha desarrollado?

He trabajado también las compilaciones, una modalidad muy utilizada dentro de la industria discográfica, y en particular, entre las producciones de archivo que he realizado, hay dos que para mí son muy especiales: Voces de la Nueva Trova (2006) y Colección Cubanísima Nueva Trova (2007), conformadas a partir de las grabaciones de trovadores que atesora Bis Music.

También he podido producirles a otros cantautores como Yordi Toledo (Mirando al Sur, 2011), Mauricio Figueiral (Flores de Tequila , 2015) y en el año 2016 realicé un disco que tuvo una importancia muy especial, se trata de Te doy otra canción de Nelson Valdés, un álbum dedicado al aniversario 30 de la Asociación Hermanos Saíz, que hace un recorrido por obras cardinales de quince trovadores, desde fundadores como Lázaro García, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, hasta otros más contemporáneos como Rolando Berrío, Ariel Barreiros o el propio Nelson.

Recuerdo que queríamos cerrar con «Te doy una canción» y le propuse el reto de componer un tema que sirviera de introducción al disco, y que a la vez funcionara como el cierre de un ciclo evolutivo de la trova bajo el nombre de «Te doy “otra” canción», y Nelson respondió escribiendo un bellísimo tema con una carga emotiva bien fuerte.

Con Nelson me he mantenido trabajando, hemos sacado otros álbumes como Cubriendo ausencias (2019) y Con la misma pasión (2020) y nos encontramos ahora próximos a entrar nuevamente en estudio.

Siempre he sido admirador también de Tony Ávila, recuerdo cuando llegó a Bis Music en el 2010 con su primera propuesta, y confieso que me hubiera gustado mucho producir aquel disco. Pero al cabo del tiempo se me dio esa oportunidad y acabo de hacer su más reciente álbum Universos, que considero uno de sus fonogramas más logrados por la calidad de sus obras, que exhiben un abanico temático muy amplio y una gran profundidad conceptual.

Tony es el clásico trovador que puede hacer de sus canciones un látigo o una caricia, pero que además maneja la herramienta del humor a la perfección y eso el público lo agradece.

                                                            

¿Quisiera comentarnos de sus experiencias como productor audiovisual?

Además de productor, otra faceta de mi carrera ha sido la de director audiovisual, me encanta en particular filmar y editar conciertos. Abordar la imagen desde el lenguaje musical, porque considero que la música nos brinda otra perspectiva de cómo verla desde sus propios códigos. En esa vertiente también he podido trabajar con trovadores como Adrián Berazaín, Mauricio Figueiral, Nelson Valdés, Norberto Leyva, Abel Geronés, Yaima Orozco y el propio Tony Ávila.

En este sentido entre los momentos más especiales se encuentra un sentido homenaje a la Nueva Trova, que hicimos junto a Liuba María Hevia en el año 2020, con su concierto La Nueva Escuela, dedicado al 50 aniversario de la fundación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, y que resultó una antología de temas fundamentales en la historia de esa agrupación, en la que contamos además con la participación especial de David Torrens, Augusto Blanca, Pepe Ordaz y Vicente Feliú, y que mereció un Premio Cubadisco en el año 2022.

¿Qué recuerdos guarda de Pablo Milanés? 

En un lugar muy especial tengo los trabajos audiovisuales con Pablo Milanés. Con él tuve la oportunidad de hacer equipo en dos proyectos: el concierto Canción de Otoño junto a José María Vitier, que filmamos en el Teatro Nacional y resultó Premio Cubadisco en el año 2016, y el concierto Flores del futuro, acompañado por el pianista Miguel Núñez, que se grabó en el Teatro Mella en el 2017.

Trabajar con Pablo fue una experiencia muy especial. Su exigencia, su profesionalismo, unido a la inmensa admiración que todos le profesamos hizo memorables para mí esas dos ocasiones.

¿Cree que los fundadores de la NT «enseñaron a pensar » a los jóvenes cubanos? 

No creo que el mérito de la trova haya sido el de enseñar a pensar al público, creo que en lo fundamental esta corriente estética a quien ha puesto siempre a pensar ha sido a los autores, y las obras de unos terminaron por convertirse en paradigmas para otros, y eso dio como resultado canciones a la altura de un público que las valoró o las decantó según se merecían.

 ¿En su opinión, cuál es el aporte fundamental de la NT a la historia de la música cubana?

Por supuesto, como en todo movimiento, hay de todo. Pero cuando al pasar de los años haces un ejercicio para buscar hitos dentro de la canción cubana y se te mezclan en la mente títulos como Perla Marina, Créeme, Longina, Es más te perdono, Y tú qué has hecho o Yolanda, es la mejor muestra de que Cuba cuenta con una obra que honra su legendario movimiento trovadoresco.

Soy en resumen de una generación profundamente marcada por la Nueva Trova, un movimiento estético caracterizado por una obra en la que los compositores le brindan un especial cuidado a los mensajes y a la forma en que los transmiten. Creo incluso que muchos de nosotros llegamos a conocer a la Trova Tradicional de la mano de la Nueva Trova, y es que en la práctica es un proceso histórico que ha estado segmentado por cuestiones sociales, pero la juglaresca en Cuba ha experimentado una lógica evolución histórica, siempre con una mezcla muy particular de patriotismo con canción romántica, demostrando que el cantautor es una figura imprescindible en la historia de la música cubana.


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