La Trova y su impronta bayamesa


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De nuestro riquísimo acervo cultural referido a la música hay que destacar el género trovadoresco y la impronta de la ciudad oriental de Bayamo, cuna de los poetas y trovadores de todo el país. Género heredado y desarrollado desde tiempos del colonialismo español a partir del cantar de los árabes durante siglos de permanencia en la metrópoli europea.

La canción La Bayamesa fue un indiscutible acontecimiento en el proceso de formación y maduración de la nacionalidad cubana y, de manera especial, para nuevos procesos musicales que establecerían los códigos fundamentales de nuestra música.

Entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX surgen los primeros cantores en Cuba, los que en su mayoría entonaban óperas italianas, canciones napolitanas, música española, romanzas francesas, canciones mexicanas, que acompañaban al compás de guitarras y de otros instrumentos musicales afines, herencia hispana desde el siglo XVI.

Primeramente, el influjo de la música trovadoresca española proyectó nuevas sonoridades a la música cubana, transmitiéndole un ritmo muy especial. Tiempo después, el influjo patriótico-social de la Revolución francesa contribuyó también a imprimir otros aires (además) a dichas sonoridades; algo que llegó a conformar el estilo de la canción revolucionaria, que en Cuba llega a repercutir en el espíritu de rebeldía de los cantos patrióticos.

Asimismo, temas como la amistad, la familia, la belleza del entorno natural, el amor fracasado o imperecedero, resultan evocaciones trasladadas por cada cantor a su contexto de creación, al igual que los desmanes del mundo exento de ética moral, o por la triste ocurrencia de conflictos sociales y políticos.

Algunos cantores recibieron del poeta José María Heredia gran parte de la frescura, el cariño y del sincero amor, que emerge en versos como los siguientes (1):

“…el ardor burlaré del mediodía

inundando mi faz en la frescura

que aspira el blando céfiro.

Mi oído, en lugar de tu acento regalado,

o del eco apacible y cariñoso

de mi madre, mi hermana y mis amigas…”.

La invocación a los símbolos patrióticos es otra fuente de inspiración muy representativa en los versos de cada trovador cubano. Acerca de esto, investigadores y estudiosos de la música tradicional de la Isla destacan que “no cabe duda de que la influencia herediana muchas veces saturó las musas de los cantores del Valle del Cauto. Entre todos los símbolos patrios el más trabajado es la palma real, sin desdeñar que a veces mencionan el himno patrio, las marchas, la bandera, la estrella solitaria, algunos atributos derivados de esos símbolos y hasta la sola mención de frutas oriundas dejan entrever el símbolo de lo cubano” (2).

Inicialmente, junto al tema patriótico y de canto a la libertad, los cantores bayameses también rememoran los versos de otro gran poeta cubano, José Jacinto Milanés, al igual que el ejemplo de Juan Clemente Zenea, quien demuestra en sus evocaciones o encuentros amorosos que recuerdan los creados en su excelente poema Fidelia, dedicado a su esposa.

Son temas recurrentes también en la obra de estos cantores los dedicados a los pobladores indios, como primeros elementos sociales de la religiosidad de esa geografía, y a los negros esclavos, históricamente presentes en las luchas libertarias y por el logro de reivindicaciones.

Con el transcurso del tiempo todo lo anterior influyó en pioneros de la trova tradicional como Sindo Garay, Pepe Sánchez, Manuel Corona, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, entre otros, hasta llegar a asumirla como legado destacados intérpretes como Noel Nicola, Pablo Milanés y el máximo exponente de la nueva trova, Silvio Rodríguez…por citar algunos continuadores de ella durante el pasado siglo XX hasta el presente.

Todos, procedentes del imaginario enraizado en épocas y contextos distintos de aquel poeta-cantor popular procedente del Valle del Cauto. Y todos, también, demostrativos de la unidad y presencia del pensamiento de los cantores románticos bayameses quienes, a partir del siglo XIX hasta la fecha, siguen confirmando su inmensa contribución histórica al desarrollo de la identidad cultural de la Isla.

A mi Guitarra

Dulce encanto del alma,

tú eres sola la compañera de mis tristes penas,

tú acompañas mi voz,

tierno bien mío, cuando yo canto.

Tú eres mi amor, mi dicha y mi esperanza,

sólo en ti encuentro una ilusión ardiente,

y siempre sueño, cuando estoy dormido,

que estoy cantando…”.

Juan J. Remos, Revista Ventana Sur. Provincia Granma. Enero Junio-2009.

 

Notas:
(1) Cintio Vitier, Lo cubano en la poesía. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 1998.pp. 73-74.

(2) Ibídem

 


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