La Única y lo cubano como categoría universal


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Guanabacoa, uno de los territorios más antiguos de La Habana y con una rica historia, exhibe además, el orgullo de haber sido el lugar de nacimiento de tres grandes de la música cubana: el maestro Ernesto Lecuona, Ignacio Villa, Bola de Nieve, y Rita Montaner, La Única.

Rita nació como Rita Aurelia Fulceda Montaner Facenda, un día como hoy de 1900, en una casa de la calle Cruz Verde, en Guanabacoa, en la que vivió en las primeras etapas de su vida.

Fue una de las más destacadas figuras de la música popular cubana del siglo XX; desarrolló una intensa vida profesional y personal y despertó emociones encontradas entre los que la conocieron, pero en lo que sus contemporáneos siempre estuvieron de acuerdo es en que era una gran artista, una artista completa, por eso le apodaron La Única, porque junto a Benny Moré, Celia Cruz y Elena Burke, entre otros pocos, es de esos a los que nadie aún ha igualado.

Además de sus dotes naturales, poseía una extraordinaria voz de soprano, un timbre personalísimo y una seguridad extraordinaria, Rita estudió música, solfeo, teoría de la música, armonía, piano, y canto; esta sólida formación recibida también de maestros reconocidos, le facilitó un recorrido en el que abarcó géneros muy difíciles y variados, durante los treinta años que duró su exitosa y versátil carrera.

La inauguración oficial de la radio en Cuba, tuvo lugar el 10 de octubre de 1922; en esta apertura la Montaner cantó dos canciones, con lo cual se convirtió en la voz femenina que inauguró la radio en la isla. Luego de algunos años, en 1945 la artista es proclamada con justeza la Reina de la Radio.

En este medio tuvo actuaciones memorables que se conservan todavía en el imaginario de algunas generaciones de cubanos, como las del personaje de su creación La Chismosa y las coplas que cantaba, en las que criticaba la situación política del país y la corrupción imperante.

El 29 de septiembre de 1927, marca su debut dentro del teatro musical en Cuba; ocurrió en el otrora teatro Regina de la habanera calle Galiano, donde interpretó ¡Ay, Mamá Inés! de Eliseo Grenet y Siboney, del maestro Ernesto Lecuona.

Sus interpretaciones de piezas del bel canto, siempre fueron muy aplaudidas; baste mencionar el aria de «Un bel di vedremo» de la ópera Madame Butterfly, y el aria «Mi chiamano Mimi», de la ópera La Bohème, del compositor italiano Giacomo Puccini.

Ernesto Lecuona decía « Rita es la más genial intérprete que hemos tenido», por esto logró deslumbrar a públicos conocedores de varias importantes ciudades foráneas como New York, Madrid, Caracas, México, Buenos Aires, o Paris; en esta última protagonizó una de sus anécdotas más conocidas: en el año 1929, sustituyó a la famosa Raquel Meller en el célebre teatro Palace, en cuyas cortinas se habían bordado las iniciales de la cantante barcelonesa y que vino de maravillas a la presentación de la cubana cuyo éxito fue rotundo con la interpretación de temas como Siboney, Carabalí y ¡Ay!, Mamá Inés, entre otros genuinamente cubanos.

Compartió escenarios con artistas internacionales muy afamados en la época como Tito Guizar, Juan Carlos Thorry,  Mecha Ortiz, Hugo del Carril, Libertad Lamarque, Nini Marshall, Emilio Tuero, Emilia Guiú, Jorge Mistral, Pedro Vargas, Ninón Sevilla, Marga López, Maruja González y Jorge Negrete.

Con los creadores cubanos que más trabajó, fueron los compositores Ernesto Lecuona, Moisés Simons, Jorge Anckermann, Eduardo Sánchez de Fuentes, Eliseo Grenet y Rodrigo Prats; con Ignacio Villa, a quien ella le puso el apodo de Bola de Nieve, Luciano Pozo (Chano), Abelardo Barroso, Felo Bergaza, Carlos Pous, Benny Moré y el Trío Matamoros.

El compositor y pianista Moisés Simons (1889-1945), es el autor del célebre pregón popular cubano, El manisero, conocido en el mundo entero; Rita lo grabó en 1928, para el sello Columbia, y así se desató la fama de Simons y de su eterno pregonar.

Nadie ha cantado El manisero como ella, nadie logró acoplar cubanía, son y elegancia como esta hermosa mulata cuyos ojos, de los que mucho se ha hablado, imponían y expresaban un fuerte carácter que era su carta de presentación. Rita decía «cucurrucho, cucurruchito de maní» y el público caía rendido.

En cuanto a las zarzuelas, este género tan popular en la Cuba de la época, Rita hace creaciones incomparables en famosas piezas como Cecilia Valdés, María la O, Rosa la China, El cafetal, y María Belén Chacón, entre otras.

Por si fuera poco, paseó su genialidad artística por los escenarios de los cabarets Montmarte y Tropicana con gran acogida de público pues poseía la capacidad de desdoblarse y la inteligencia necesaria para llegar a todo tipo de espectadores.

De ella dijo Alejo Carpentier: «Rita Montaner tiene el gran mérito de haberse especializado en la interpretación de ese folklore, calificado por algunos de bárbaro y poco elegante. Gracias a ella, sus compositores favoritos, Simons, Grenet, y otros, pueden ver sus canciones puestas en valor de modo admirable»  

Su carrera en el cine cubano y mexicano fue impresionante: participó en 14 largometrajes, en la mayoría de los cuales fue protagonista; inició este camino en 1934 en México con   La noche del pecado; luego le seguirían Sucedió en La Habana y Romance del palmar, ambas de 1938; María la O y Angelitos negros, de 1948; Ritmos del CaribePobre corazón, Víctimas del pecado, Al son del mambo y Anacleto se divorcia, filmadas todas en 1950; Negro es mi color, de 1951; La renegada y La Única, de 1952 y  en 1954 rodaría Píntame angelitos negros.

Dos años antes de su deceso, en marzo de 1956, Rita estrena en la sala-teatro Hubert de Blanck, de la Habana, La médium, ópera del compositor italo-norteamericano Gian Carlo Menotti, bajo la dirección musical de Paul Csonka.  

Esta obra constituyó todo un suceso cultural en Cuba; Rita Montaner desplegó en ella todo su talento y dominio de sus recursos emotivos con total autoridad y fuerza dramática

Su penosa enfermedad fue seguida por el pueblo cubano que rezaba por su vida, y lamentaba la pérdida inminente de una de sus más grandes artistas; falleció el 17 de abril de 1958 con solo 58 años, y su entierro fue uno de los más grandes que ha visto La Habana.

Nicolás Guillén, escribió una de las más sabias caracterizaciones de esta artista cubana en su crónica «Rita de Cuba» que se publicó en el periódico Hoy, en 1942.

«Rita de Cuba, Rita La Única... No hay tan adecuado modo de llamarla, si ello se quiere hacer con justicia. De Cuba, porque su arte expresa hasta el hondón humano lo verdaderamente nuestro; La Única, pues sólo ella, y nadie más, ha hecho del solar habanero, de la calle cubana, una categoría universal».  


Museo de Cera, Bayamo

 


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