En un reciente programa nacional de radio, se le preguntaba al público ¿Cuál fue el primer bolero-son en Cuba? Todos declararon que fue Lágrimas negras, de Miguel Matamoros.
Ciertamente ese fue el bolero-son más famoso y difundido de Cuba, pero –según la musicóloga María Teresa Linares–, no fue el primero. Esta composición de Matamoros, según sus propias palabras, se grabó en EE.UU., en el año 1928; para esa fecha ya hacía ocho años que se habían creado en La Habana el primer sexteto de son, el llamado Sexteto Habanero, que ahora está celebrando su centenario.
De manera que, ya antes de 1928 –incluso en Santiago de Cuba–- tierra creadora del bolero y el son, el bolero se interrelacionó con su primo hermano el son.
El trovador Chicho Ibánez, autor de más de 300 sones, revelaba en 1984 a la investigadora Olga Fernández, en su libro A pura guitarra y tambor: “Mi composición Luis Toledano, se la dediqué a un personaje que se lanzaba al río Guaso con una bicicleta con propela y hasta un botecito en las ruedas. Luis Toledano se cree que el agua es tierra / le voy a formar la guerra / para que no patine más /”.
En Santiago de Cuba, cuando cantaba la voz prima de Jústiz y el segundo grave de Castillo, entonaban las melodías con un “punto de son en el estribillo”.
Eugenio Portuondo también era de los que siempre ponían un punto de son en sus boleros trovadorescos. “En las serenatas cantábamos boleros, habaneras y criollas, todo dependía de la ocasión. Si se trataba de enamorar a una mujer, no podía faltar la canción más sentida, a veces, de nuestra propia inspiración y, se era el cumpleaños de un trovador o de una compañera, poníamos un puntico de son”.
El son es demasiado atractivo como para que los trovadores no se aprovecharan de él para darle sabor oriental (santiaguero), a sus interpretaciones. El son estaba ahí, palpitando en el espacio, en su fuero interno, en su ADN musical.
Matamoros compuso este son en 1928, ha sido de los más versionados e interpretados internacionalmente. No es el primer bolero-son, pero es el que representa el inicio de un estilo de hacer. El bolero soneado es resultado de la integración del lirismo vocal del bolero, con la rítmica del son, en la complejidad de la base politrítmica acompañante del sexteto y del septeto, como escribe José Loyola.
Según Odilio Urfé, “Lágrimas negras, bolero-son de Miguel Matamoros, es la obra que marca el afianzamiento de esa tercera variante de la trova cubana, la cual se caracteriza por expresar el constante elemento melodramático procedente del tango bonaerense, que posteriormente a la Primera Guerra Mundial se extendió con amplitud por Europa y nuestra América en cierta competencia con el jazz y sus sucedáneos y la música cubana”
“Sí, es un bolero-son –comenta Matamoros a Alberto Muguercia–, pero yo no lo compuse por un asunto mío, no señor, sino que una vecina que siempre llegaba a la casa lamentándose de que el marido, sin razón la había abandonado, por eso la poesía dice: “Aunque tú, me has echado en el abandono/ aunque tú/ has muerto todas mis ilusiones/ en vez de maldecirte con justo encono/ en mis sueños te colmo/ en mis sueños te colmo/ de bendiciones”. Las composiciones Olvido, Reclamo místico y Mariposita de primavera, son más o menos de esta época”.
Observen ustedes como el gran momento de las composiciones de Matamoros es en la etapa de juventud, sobre los 30 años, la edad más prolífera de los compositores y músicos.
En un análisis de Joaquín O. García, en la revista Bohemia, redacta que Matamoros emplea la sorpresa del humor, pero esta vez en forma más sutil y, por tanto, más compleja en su delicadeza.
“Comienza exponiendo una pena de amor: Aunque tú me has dejado en el abandono. En esta primera estrofa presenta con sobriedad, los padecimientos del enamorado abandonado, más, no rencoroso. En la segunda estrofa, las proposiciones son más tétricas: Sufro la inmensa pena de tu extravío. Nuevamente, una sola palabra satura de humor a la canción: la cubanísima utilización del vocablo mi santa, vigorizados, claro está por el caso del bolero montuno… (Por cierto, Lágrimas negras es el mejor exponente de esa forma de humor tan criolla, la bachata, donde el dolor más profundo o el asunto más serio se convierte repentinamente, en tema de burla, medio de autodefensa como hay pocos).
La mayoría de las canciones de Matamoros tienen una estructura poética rígida, donde predominan la rima y moldes reiterativos inalterables. Él solía repetir los dos últimos versos de cada estrofa, o bien dos partes de un mismo verso al final de cada estrofa”.
Cierto es que la mayoría de estos trovadores no eran letrados, pero los salvaba su sabiduría popular, callejera, eran una especie de cronistas de su tiempo, con cierta gracia y encanto natural. Yo personalmente pienso que Matamoros es un fiel reflejo del hombre santiaguero, acostumbrado a trasladar las tragedias a una especie de choteo humorístico. Simplemente el autor es fiel a su modo de vida.
Lágrimas negras
Miguel Matamoros(1928)
Aunque tú me has echado en el abandono,
Aunque ya has muerto todas mis ilusiones,
En vez de maldecirme con justo encono
En mis sueños te colmo,
En mis sueños te colmo
de bendiciones.
Sufro la inmensa pena de tu extravío,
el dolor profundo de tu partida
Y lloro sin que sepas que el llanto mío
Tiene lágrimas negras
Tiene lágrimas negras
Como mi vida.
(Se repite)
Tú me quieres dejar,
Yo no quiero sufrir,
Contigo me voy, mi santa,
Aunque me cueste morir.
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