“Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”, dice Allen Ginsberg en Aullido. “Hemos visto las mejores mentes de nuestra generación/ destruidas por el aburrimiento en las lecturas de poesía”, dice Lawrence Ferlinghetti en el Manifiesto Populista #1. Pero, ¿qué destruyó la mente de Janis Joplin? Tal vez aquello de vivir al límite, ser la referente de toda una generación, la fama, las drogas, la lucha contra un sistema que supo instrumentalizar su figura, secar su auténtica rebeldía y convertirla en otro enlatado de consumo instantáneo.
Y la mente de la utopía sesentera, ¿qué la destruyó? ¿Qué destruyó el espíritu indomable del movimiento hippie, del movimiento beat? Son preguntas que nos amenazan como Espada de Damocles al ver la obra Las bebidas son x Pearl.
En diciembre de 2017, el grupo villaclareño Teatro sobre el camino estrenó Las bebidas son x Pearl, con dirección general de Rafael Martínez Rodríguez y texto, puesta en escena y actuación principal a cargo de Elizabeth Aguilera Fariñas. En aquel entonces no pude verla, pero todavía recuerdo el impacto que provocó la obra en algunas amistades, sobre todo por el abordaje de la figura de Janis Joplin, además de su contexto: el movimiento beat, la edad de oro del rock and roll y tantas otras locuras que orbitaron alrededor de aquellos maravillosos 60s.
Cinco años después, el 22 y 23 de diciembre de 2022, Teatro sobre el camino decidió repetir la experiencia (no por vez primera, desde luego). En esta ocasión la puesta ocurrió en la Sala Margarita Casallas, del sanraclareño Centro Cultural “El Mejunje”. Afortunadamente, pude asistir a la representación.
Lo primero que vi al llegar a las gradas fue una escenografía diseñada con cajas de ron y de cerveza. A la izquierda, una barra, un cantinero y una camarera que repartía tragos al público. A la derecha, la silueta del trovador Pedro O´Relly. En el centro, una mujer en ropa interior acostada bocabajo sobre el estuche abierto de una guitarra. En su mano, una jeringuilla. Se trataba de Janis Joplin, o al menos de su encarnación más directa.
Porque desde que comienza hasta que termina la función, encontramos a Joplin en cada detalle de Las bebidas son x Pearl. La encontramos, por ejemplo, en ese ron que tomamos a su nombre; en el clarinete de Pedro O´Relly, en su guitarra, en su voz; en la tan violenta como reveladora escena de la bañera coprotagonizada por Yasiel Fabá; en la Muerte esquelética y bailarina que se pasea por el público y nos recuerda que las vidas, como los espectáculos, siempre encuentran su final. Y, por supuesto, la encontramos en Elizabeth Aguilera Fariñas, explosión incontenible durante toda la historia.
A propósito de la investigación y elaboración del texto dramático, escribió Aguilera Fariñas: “El proceso de trabajo me conducía por otras imágenes, conectaba mi realidad con toda una generación que removió la sociedad conservadora y moralista de los Estados Unidos, me acerqué a Walt Whitman, a la literatura de la generación beat, al jazz y el rock, a Nina Simone y Matin Luther King, a la historia norteamericana”.
Y de la misma forma en que no podemos negar la influencia de la cultura estadounidense (su música, su literatura, su cine, su pensamiento) en nuestra cultura, tampoco podemos obviar la importancia de la banda sonora en Las bebidas son x Pearl, integrada por temas de Billie Holiday, Jimi Hendrix, The Doors, la propia Joplin, además de otros artistas de la época. Más que un complemento, la música termina por convencernos de que toda la obra es una gran Ópera Rock a la manera de la mítica The Wall, de Pink Floyd.
Con el trago en la sangre y el rock and roll en la boca, somos testigos de una trama no lineal, sino fragmentaria, no racional, sino sensorial, alegórica, donde los discursos se imponen a los diálogos, donde un gesto, un ademán violento del cuerpo llega a comunicarnos más que las palabras. Una obra que nos deja con muchas preguntas y casi ninguna respuesta. Como debe ser.
Deje un comentario