Tras la victoria popular de 1959, durante un corto período de tiempo, el sector artístico-musical del país siguió funcionando de la misma forma, con la euforia de esa vida nueva que el triunfo de la Revolución significaba y gente inquieta dentro del campo de la cultura, aportaron ideas para el desarrollo de las actividades artísticas y ya en el propio año 1961 se crean las Escuelas Nacionales de Instructores de Arte (ENIA), que empezaron en el Hotel Comodoro y se nutrían de jóvenes que venían de todas partes, incluso los lugares más recónditos a aprender distintas disciplinas artísticas impartidas por profesionales de la música que colaboraron con la idea.
Así, guitarristas profesionales devinieron profesores de guitarra y enseñaron el instrumento, se dio algo de piano complementario, solfeo y teoría. Integrantes de cuartetos vocales dieron la asignatura de práctica coral, todo con la intención de formar instructores que enseñaran, posteriormente a muchos alumnos más, aunque una nutrida cantidad de aquellos alumnos, prefirieron hacerse profesionales del trabajo musical como artistas, no como profesores. No obstante, la escuela prosiguió formando instructores que realizaron una formidable labor, sobre todo en Las Casas de Cultura, una instalación en cada pueblo, barrio o zona que logró convertirse en un foco cultural importante para varias disciplinas que contribuyeron a un sólido movimiento de aficionados, con muchos, que por esa vía, llegaron posteriormente a distinguirse como profesionales.
El Comodoro se quedó como escuela de danza y en casas cercanas, abandonadas por sus acaudalados dueños, continuaron las clases de música y práctica coral, pues empezó una época de conformar coros cantados y hablados en escuelas y centros de trabajo, incluyendo el Coro Gigante de la CTC-R (Confederación de Trabajadores de Cuba-Revolucionaria), como una mejora en las relaciones sociales y el acercamiento a la cultura de los estudiantes y trabajadores.
En 1962 comenzaba a funcionar un bien organizado sistema de enseñanza mientras se terminaba un sueño maravilloso plasmado en una arquitectura de vanguardia que se le encargó al destacado arquitecto camagüeyano Ricardo Porro (1925-2014) que conformó equipo con dos colegas italianos: Roberto Gottardi y Vittorio Garatti en los otrora terrenos del rancio Habana Biltmore Yacht and Country Club: La prestigiosa Escuela Nacional de Arte, que entre 1961 a 1965 edificó las impresionantes escuelas de danza y artes plásticas, donde alumnos de todo el país se especializaban en ballet y danza, música, arte dramático y artes plásticas, y que llegaría a ser posteriormente, en la extensión de su trabajo educativo, Instituto Superior de Arte con carácter universitario, en 1976, un surtidor de talento en varias disciplinas con profesorado de alto nivel, un verdadero orgullo nacional, aunque en un principio, existió, en pro del dominio de la técnica acerca de la música clásica, la proscripción de la música popular cubana, no por un rechazo elitista, sino por concentrar el aprendizaje en el tipo de música elaborada que el repertorio clásico contiene. De todas formas constituye una mácula en su expediente, pero posteriormente se fue entendiendo la necesidad de la técnica aplicada a nuestras expresiones más populares. Se agregaron a la escuela, las disciplinas de circo en 1977 y espectáculos en 1993. Hoy existen cátedras del tres cubano y otros cordófonos de uso tradicional, percusión folclórica y popular, etc. aunque el piano y el canto popular, como expresión artística específica, aún no poseen estudios académicos.
También se oficializaron los coros del ICR (Instituto Cubano de Radiodifusión, posteriormente Instituto Cubano de Radio y Televisión, ICRT) que utilizaba la experiencias de Cuca Rivero y Paquito Godino, anteriormente; se creó el Coro Polifónico Nacional con Serafín Pro y se oficializaron los dos grandes coros de Santiago de Cuba, El Orfeón Santiago del maestro Electo Silva y el Coro Madrigalista, que tuvo en un tiempo como director a Miguel García —hermano del formidable cantante Luis García— que posteriormente llegó a La Habana para hacerse cargo de la Dirección de Música. Es importante señalar que hoy en día el movimiento coral cubano cuenta con amplio prestigio internacional, con el Coro Nacional, bajo la dirección de la profesora Digna Guerra; Ex Audi con María Felicia Pérez; Schola Cantorum Coralina con Alina Orraca, que desarrolló toda una escuela coral, incluyendo niños; Vocal Leo con Corina Campos; Vocal Luna con Silvia Verrier; Sine Domine con Leonor Suárez (estos dos últimos, coros masculinos con excelentes contratenores) y otras prestigiosas agrupaciones laureadas internacionalmente, además de los coros provinciales.
La Dirección de Música que mencionamos fue una instancia que se crea en pro de una mejor organización del trabajo musical, en una vieja y amplia casona ubicada en F y 9, en el Vedado, ya en los finales de los 60 con Julio Bidopia al frente y Tony Henríquez como segundo. Esta Dirección de Música, adscrita al Consejo Nacional de Cultura (CNC) y de cierta manera preámbulo de lo que sería más tarde el Instituto Cubano de la Música, que no se crearía hasta el 89, tuvo a su cargo la organización de diversos espectáculos, cursos especiales de superación de cantantes, cuartetos, dúos, etc. la atención de la famosa Orquesta Cubana de Música Moderna, preparación de algunos viajes al extranjero, organización de las Jornadas de la Canción Política, creó una plantilla para programar a artistas que no se consideraban idóneos por el contenido de su trabajo, para ser manejados por empresas con una carga de entretenimiento más marcado que la intención de conciertos a la que estos artistas aspiraban, después se crearon las unidades presupuestadas, donde se ubicaban este tipo de creadores y hoy, esta actividad “presupuestada” se mantiene en los Centros Nacionales y Provinciales de Música, además de las empresas con un carácter más comercial.
En ese entonces, el afán de organización del país y el reforzamiento de la labor sindical, unido a una mayor importancia en la actividad cultural profesional y la conformación de un fuerte Movimiento de Aficionados, creó una separación de las labores del respaldo sindical a las contrataciones, por lo que se unieron los sindicatos en el SINTAE (Sindicato Nacional de Trabajadores de Arte y Espectáculos) y se creó la Oficina Nacional de Contrataciones, como parte de las reformas de la nueva vida a la que se abría el país, que eliminaba la discriminación racial, nacionalizaba los clubes que ponía a la disposición de todos y eliminaba por innecesaria las asociaciones y clubes como los de la Playa de Marianao abriendo sus puertas al pueblo, al tiempo que descartaba sociedades como el Club Social Buena Vista, registrado como “sociedad de color” en 1932, porque ya no tenía razón de ser por no haber discriminación racial en la vida nueva, y quedó en el olvido —entre otros— ese club social, modesto, pero famoso en su época al que Orestes López le dedicó el danzón Club Social de Buena Vista cuando tocaba con Arcaño y sus Maravillas y Lilí Martínez un guaguancó, titulado Buena Vista en guaguancó que cantó el Conjunto de Arsenio Rodríguez.
Con su nombre adoptado para el proyecto audio visual de Ray Cooder, Bim Benders y Juan de Marcos, resurgió desde el olvido para dar nombre al proyecto artístico más famoso de la música cubana de los 90, manejado por la empresa británica World Music: “Buena Vista Social Club”.
En esa época la Oficina Nacional de Contrataciones, dirigida por Gilberto Aldanás, que había sido fundador del INDER y cantaba en Los Faxas y posteriormente en Los Modernistas, con solo 7 empleados programaba la vida nocturna de acuerdo con el entonces INIT, en todos los cabarets de la Isla, además de las contrataciones por la JUCEI (Juntas de Coordinación, Ejecución e Inspección) en todo el país.
Fue Aldanás quien me contó la anécdota de cuando le orientaron conseguirle un lugar fijo al Maestro Ignacio Villa, “Bola de Nieve”. Visitaron varios lugares en La Habana y el Bola escogió "El Monseñor", y al decirle Aldanás que lo veía pequeño para su inmensa estatura artística, Bola de Nieve dijo que prefería un lugar pequeño e íntimo y lo único que pidió fue el piano en buen estado y afinado, que pusieran en el toldo de la entrada en pequeñas letras “Chez Bola” y que todas las noches hubiera una rosa blanca que él quería regalar a alguien del público.
A pesar de haberse terminado con el negocio mafioso de los casinos de juegos, se habían mantenido los grandes shows de cabarets como tradición cultural, que aún existen pero sería bueno incrementarlos en la medida que sea costeable, con soluciones más prácticas que su antigua fastuosidad, pero el espectáculo de cabaret al estilo cubano, nacido en Tropicana, Sanz Souci, Montmartre, Copa Room del Riviera, Casino Parisién del Nacional, Caribe del Habana Libre, Venecia de Santa Clara, Caribe de Camagüey, El Balcón del Caribe de Santiago de Cuba y los que se exhiben en los hoteles del país de la Cayería, constituyen un hermoso espectáculo artístico y uno de los renglones verdaderamente importantes de la exportación de espectáculos artístico-comerciales de nuestra Patria.
Fuentes consultadas por el autor:
Entrevistas a Gilberto Aldanás; Germán Piniella; María Felicia Pérez; Corina Campos.
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