El XII Encuentro Anual de Arquitectura Vernácula, auspiciado por la cátedra homónima Gonzalo de Cárdenas, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana, tuvo lugar del 9 al 12 de marzo del 2015 en la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena de la Habana Vieja y estuvo dedicado a los quinientos años de la fundación de Santiago de Cuba.
Las jornadas de carácter científico tienen como propósito dar a conocer el estudio realizado por arquitectos, ingenieros civiles, historiadores y fotógrafos de aquellas edificaciones o conjunto de ellas que solamente se encuentran en determinadas regiones de nuestro país y de otros países invitados. El encuentro contó con un importante apoyo visual con varias exposiciones fotográficas situadas dentro de la referida biblioteca, relacionadas con la temática del evento; pero, en particular hay que prestarle atención a la del fotógrafo Julio Larramendi (Santiago de Cuba, 1954) —cuya exhibición se extiende más allá del evento en la galería de la biblioteca—, que tiene como eje la arquitectura de la ciudad de Santiago de Cuba.
La muestra responde a la estética que es característica de Larramendi, la cual queda muy bien expresada en los textos y los subtextos de cada una de las exposiciones que este fotógrafo ha realizado a través de los años que lleva ejerciendo el oficio: ir a los elementos desconocidos (personas, naturaleza, construcciones) de los lugares que creemos conocidos tanto en Cuba como en América Latina. Con un total de veintitrés fotografías explora una visión de la arquitectura colonial de la más caribeña de nuestras ciudades, centrada en las construcciones que no son muy publicitadas o muy vistas por los cubanos, inclusive por los propios santiagueros, aunque cuenten con alrededor de cinco siglos de existencia.
En el sustrato de esta muestra existe un diálogo con las ausencias. Están ausentes los edificios con los que en el imaginario de los cubanos se ha dibujado Santiago de Cuba: el museo Bacardí, el Cuartel Moncada, la Plaza de Marte, el Castillo del Morro San Pedro de la Roca o la granjita Siboney. Las fotografías hacen énfasis en la totalidad o en los detalles de inmuebles civiles y religiosos, muchos construidos con combinación de materiales que se ven solamente en esa ciudad oriental, como el zinc con la madera.
La exposición es un llamado de atención, usando la fotografía como vehículo, a que sea escuchada por la población la voz del patrimonio descuidado o maltratado por el paso de los años y la acción del hombre sobre él, no siempre para el beneficio de dichas edificaciones. Además, otra de sus lecturas posibles es que el patrimonio material tiene que ser apreciado en su valor por todos los ciudadanos y no solamente por los arquitectos, ingenieros civiles e historiadores; si bien estos tienen una responsabilidad administrativa sobre la conservación y restauración mediante la contribución al diseño de una correcta política institucional en este sentido.
Esta exposición nos hace reflexionar acerca de las categorías de lo particular y lo singular. En el interior de un territorio —que tiene sus particularidades con respecto al resto de la nación— conviven muchas singularidades, las cuales se necesita tener en cuenta para revisitar y repensar la región de una manera balanceada. Las veintitrés fotografías nos detienen en fragmentos de un amplio tejido urbano que expresan la subjetividad de la época colonial y su legado para el presente y el futuro, es decir, la inevitable relación dialéctica entre la piedra y la memoria.
Este es el modesto e importante homenaje de Julio Larramendi a su ciudad natal en sus quinientos años, con el objetivo antropológico de centrar nuestra mirada más allá de la exposición misma y adentrarnos en otra dimensión de Santiago de Cuba que urge de ser conocida y reconocida por todos.
Las exposiciones, conferencias, jornadas científicas, acciones comunitarias etc. que se han emprendido en el marco de los festejos por el quinto centenario de algunas de nuestras villas fundacionales, constituyen eslabones necesarios que nos conducen a una compresión de la diversidad y complejidad de la cultura cubana, la cual tenemos que ver más allá de una visión turística y epidérmica, aspecto este muy criticado en nuestros medios masivos y académicos pero aún lamentablemente prevaleciente en el accionar de muchas instituciones del país.
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