En la radiodifusión latinoamericana con fines mercantiles las empresas privadas asumen la actividad comunicativa como una alternativa de negocios y sus rutinas creativas, productivas o difusivas solo devienen prácticas mediáticas cuando responden a sus necesidades empresariales.
Los elementos constitutivos del “sistema de estrellas” nacen en los ámbitos del espectáculo teatral. Los estudios cinematográficos hollywoodenses lo estructuran a partir de un estricto régimen de exclusividad que expande las figuras a los grandes públicos universales.
En la radio y la televisión, los duetos fijos de un hombre y una mujer identifican a las producciones de una entidad, a un espacio de difusión habitual o a un género-formato y se constituyen en uno de los íconos simbólicos-mercantiles más importantes de la Industria Cultural contemporánea. En la radiodifusión cubana de los años treinta del pasado siglo aparece en dramatizaciones unitarias, sketchs, revistas o shows, pero lo potencian las aventuras y las radionovelas sentimentales que generan una sinonimia simbólica con el género y el espacio en que se difunden. También se aplica a roles profesionales como la conducción de espacios mediáticos y culturales auspiciados por las radioemisoras, televisoras, publicitarias o firmas de mayor notoriedad. La relevancia de sus protagonistas contratados en exclusiva resulta vital en la producción y circulación de esos productos simbólicos; por lo que alrededor de ellos se despliega una vasta y potente maquinaria comunicativa.
Desde octubre de 1952, cuando el habanero Canal 6 (CMQ TV) estrena La novela en televisión en habla hispana, inaugura la frecuencia de emisión continua durante toda la semana en Iberoamérica y extiende por más de un semestre un formato narrativo electrónico. El hecho de que sus relatos se centren en una o varias historias de amor y su carácter episódico, potencia extraordinariamente esta práctica mediática.
Nuestras primeras telenovelas tuvieron como dúo protagónico original a un cubano y una española: el galán era el actor y cantante Armando Bianchi, ya destacado en la canción popular-lírica y el teatro en Latinoamérica y la madrileña Adela Escartín, quien tras estudiar teatro en Estados Unidos se radica en La Habana, donde brilla en el teatro y en los medios de comunicación. Este prestigio catapulta una potente estrategia mercantil-comunicativa que los relaciona con los públicos que les siguen en otros escenarios culturales.
La Habana —hasta entonces polo radial y publicitario en habla hispana— concentra rápidamente numerosas plantas en nuestra capital y genera un mercado muy competitivo para las empresas mediáticas, las publicitarias y los anunciantes.
La aplicación de este recurso en un formato nuevo —con el atractivo de la imagen—, capta nuevos públicos y fideliza las audiencias del espacio, de las obras, de los intérpretes y de todas las entidades empresariales vinculadas al sistema televisivo.
En este entorno, la contratación del elenco nacional y foráneo constituye uno de los ejes estratégicos de la competencia y hasta hoy identifica a la novelística mediática en múltiples países.
La historia de la telenovela latinoamericana mucho le debe a los continuos flujos de creadores, artistas, intérpretes y especialistas del teatro, el espectáculo, el cabaret, el cine, la radio, la publicidad y la televisión de toda Iberoamérica e incluso de Norteamérica.
Por razones históricas, culturales y afectivas, los flujos entre España y América Latina son naturales. En Cuba, los numerosos vínculos familiares y la comunidad de intereses integraron con facilidad a los europeos en la cultura y el universo mediático. Con el tiempo, españoles, argentinos y mexicanos —las nacionalidades más representativas— se funden con los nacionales, crean o extienden sus familias y comparten una obra común en disímiles actividades que los inscriben definitivamente en nuestra historia cultural.
La derrota de la República por el fascismo franquista produjo una migración singular hacia nuestra región y, en especial, hacia Cuba. Una oleada importante de artistas e intelectuales de filiación progresista, comunista o que huyen del exterminio étnico marcará nuestra cultura.
En el eje España-Cuba-México se produjeron flujos notables de artistas y producciones comunes. Para muestra, un botón:
Amparo Rivelles Ladrón de Guevara (España):
Sus padres pertenecían al mundo de la actuación. En 1948 actúa en el filme La calle sin luz, estrenado en México dos años mas tarde. Durante los años cincuenta fue una figura reiterada en el cine y el teatro español.
Aunque no viene a América en busca de las novelas debuta en las emitidas por la radioemisora XEW de Emilio Azcarraga, donde se estrena con los relatos cubanos, compartiendo elenco con su coterráneo Fernando Rey, la mexicana Silvia Pinal y, años después, con el cubano Manolo Fábregas.
En 1957, filma en Ciudad México el largometraje Los hijos del divorcio, pero su triunfo lo halla en las telenovelas.
Lo que pocos conocen de Amparo Rivelles es que antes de hacerse imprescindible en tierra azteca actúa en La Habana para Escuela de televisión —productora audiovisual de Gaspar Pumarejo que difunde sus realizaciones en el Canal 2, Telemundo—, como protagonista de La malquerida, Las tres perfectas casadas, Arco de triunfo y Dueña y señora en El gran teatro Admiral del sábado y en las telenovelas de esa propia entidad difundidas cada noche a las nueve desde nuestra capital; este es otro aporte olvidado de la televisión cubana a la telenovela mexicana.
En junio de 1958, se estrena Senda prohibida, la primera telenovela mexicana. Muy pronto Amparo inicia una fructífera trayectoria que hace de ella una de sus damas preferidas y donde protagoniza la mayoría de las historias de la mexicana Caridad Bravo Adams. (1)
Algunas de ellas son:
1959. Pensión de mujeres (2) y Estafa de amor.
1960. El otro y Pecado mortal.
1961. Estafa de amor, La leona y Niebla.
1962. Adiós, amor mío, Las momias de Guanajato y Sor Juana Inés de la Cruz.
1963. Doña Macabra y Tres caras de mujer.
1964. Gabriela y La mujer dorada.
1965. Abismo, Llamado urgente y Una mujer.
1966. Cristina Guzmán.
1967. Estafa de amor y Lágrimas amargas.
1970. La cruz de Marissa Cruces.
1973. La hiena (donde realiza su única villana).
1975. Lo imperdonable (con la que se despide del género y del país).
Una de sus obras más recordadas es Anita de Montemar, adaptación de la radionovela Ave sin nido, estrenada en La Habana por el español Leandro Blanco, que tuvo resonancia continental.
De esta manera, el talento de múltiples países forjó la historia de la telenovela latinoamericana.
NOTAS:
(1) Protagoniza la mayoría de las telenovelas de la mexicana Caridad Bravo Adams; muchas de ellas creadas en las tres décadas precedentes en La Habana, donde escribía melodramas radiales y programas televisivos.
(2) Una vez más junto a Fernando Rey.
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