Leonardo Padura: no me interesa que mis libros tengan solo lecturas políticas (II parte y final)
En marzo último usted presentó en España su libro Aquello estaba deseando ocurrir y declaró que es una antología personal de sus cuentos desde los años ochenta hasta el 2000. ¿Pudiera contarnos más sobre este volumen?
El setenta u ochenta por ciento de los cuentos de Aquello estaba deseando ocurrir, se conocen en Cuba; yo tengo publicados tres libros de cuentos, dos aquí, La puerta de Alcalá y Según pasan los años. La mayoría de los que recojo en este volumen son del primero, uno de Según pasan…, y algunos que he escrito posteriormente, en circunstancias muy especiales porque no se me da el cuento.
Según pasan los años es puramente de mi primera etapa como escritor, la que yo marco como el período que va desde el fin de mis estudios universitarios hasta los tres años que trabajé en El Caimán Barbudo, cuando también escribo casi completa y reviso Fiebre de caballos. Cierro esa etapa ahí por una razón vital y profesional que fue muy importante: me sacaron del paraíso que yo creía que era El Caimán Barbudo, la revista cultural más importante de Cuba en aquel momento, y me mandaron al infierno que debía ser Juventud Rebelde. Pero ese castigo se convirtió en premio porque me cambió la vida como persona y como escritor pues el ejercicio de hacer periodismo creo que fue lo que me permitió evolucionar, y cuando vuelvo a escribir ficción -estuve prácticamente seis años sin hacerlo-, ya soy un escritor distinto al que era antes de JR.
Aquello estaba deseando ocurrir ha salido en España en el mejor momento. En realidad el libro estaba contratado desde el 2001, y los editores me decían que había que esperar la ocasión precisa, y el año pasado decidieron que ya era su hora y… fue un éxito. Se vendieron dos ediciones completas muy rápido, hubo muchos comentarios en la prensa, muchas entrevistas. Creo que “aquello estaba deseando ocurrir” de la manera en que finalmente ocurrió.
¿Y en Cuba?
Increíblemente dos días antes del anuncio del premio tuve una conversación con la directora de Ediciones Ácana de Camagüey, por la intención de publicar un libro mío en su editorial, tal vez alguna reedición. Entonces hablé con la directora de Ediciones Unión, porque yo he publicado casi todos mis libros con ellos, y no quiero que vean como una deslealtad salir con un libro por otra editorial: en ese sentido soy muy cuidadoso, prefiero incluso que el libro no circule. Incluso acabo de rechazar tres reediciones de Fiebre de caballos, en Brasil, México y Grecia, porque no salían con mis editores y me parece que no es justo que si un editor ha hecho el trabajo de los años con un escritor, de pronto salga un libro con otro editor y éste reciba los beneficios que el primero cultivó desde el principio.
Entonces como en el 2016 se cumplen 25 años del nacimiento de Mario Conde como personaje, y circularán las películas de la tetralogía, llegamos a un acuerdo y Unión va a reeditar Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Paisaje de otoño y Máscaras, y además La neblina del ayer, y ediciones Ácana hará Adiós Hemingway y La Cola de la serpiente, que ya no es el relato corto que circuló en Cuba, porque la reescribí y se convirtió en una novela breve de unas 120 o 140 páginas.
Con esa perspectiva no quiero hacer ruido con los cuentos para que circulen las novelas de Conde, porque hay ya una generación de lectores que no han tenido acceso a la tetralogía, fundamentalmente, que la han leído por trasmano, y me interesa mucho que esos lectores puedan tener estas novelas.
Decía que no se le da el cuento…
Así es; en los 80 se me ocurrían ideas que resolvía en un cuento; me sentía muy satisfecho cuando en dos o tres días de trabajo terminaba uno. Pero ahora se me ocurren historias que tienen cuatrocientas páginas, y no se me ocurren otras; la novela se ha llevado por completo la posibilidad de escribir cuentos.
Hace unos días el periódico El Mundo, me pidió para las ediciones de verano, que escribiera un pequeño cuento con Mario Conde. Lo pensé mucho, y como Lucía y yo teníamos una pequeña idea para una posible historia que pudiera estar en la película Siete días en La Habana, la cogí para el cuento, que salió completamente distinto a la historia que teníamos planificada. Pero me costó mucho poder encontrar un asunto que se pudiera resolver en las ocho páginas que podía tener el relato.
¿Ya comenzó el rodaje en La Habana de las cuatro películas de televisión con las primeras novelas de la serie de Mario Conde?
Sí, son Las cuatro estaciones: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Paisaje de otoño y Máscaras, son películas de noventa minutos para la televisión, y en el cine se va a estrenar Vientos de cuaresma.
Es una producción española con participación alemana; el director es español, Félix Viscarret, en el equipo hay técnicos españoles, pero la mayoría son cubanos y, excepto dos o tres actores, todos son cubanos también.
Los guiones los hicimos Lucía y yo, y en el caso de Vientos de cuaresma, Viscarret tuvo una colaboración más activa.
Son un intento de dar la esencia de las novelas en el cine, que es un medio en el cual la literatura no funciona bien. Durante muchos años, muchas personas, incluidos Lucía y yo, pensábamos que todas mis novelas eran muy cinematográficas, pero cuando empezamos a escribir los guiones nos dimos cuenta que son pura literatura, pura palabra, pues casi todo pasa en la cabeza de Conde y en el cine tienes que ver las cosas. Quizás tú puedes hacer una película con un narrador que vaya diciendo las cosas que pasan, pero la mayoría de las películas que se han hecho así son malas.
En realidad ha sido un tránsito muy difícil. Por suerte Lucia fue la que hizo todo ese trabajo de despiece y de readecuación, incluso de creación de pequeñas historias anecdóticas que enriquecen la trama de las películas, pero desde ahora hay que decirle a los espectadores que no van a ver las novelas, van a ver las películas inspiradas en las novelas. Y es que si tratas de ser demasiado fiel al original literario estás optando por la literatura y no por el cine, que es un arte con su lenguaje y sus características propias.
Cuando lo llamé para que me concediera esta entrevista me habló de un documental sobre Mario Conde asociado a estos filmes. ¿Cuál es el propósito del mismo?
La idea inicial era que el documental fuera promocional pero se ha ido complicando y profundizando, gracias al trabajo de Lucía que escribió el guión y lo va a codirigir con la jefa de producción de los filmes.
Va a ser un documental sobre la relación Padura-Conde- La Habana- realidad cubana, en el que van a participar otras voces; Lucía ha entrevistado ya a algunas personas que van a dar sus testimonios y opiniones como Pablo Milanés, Roberto Fabelo, Israel Rojas, Jorge Perugorría y otros, y vamos a tratar de que sea una mirada a cómo una literatura puede ser expresión de una sociedad y parte de la creación de la imagen de una ciudad.
Yo tengo un texto muy largo que forma parte del libro Un hombre en una Isla, que se llama La Habana nuestra de cada día, y que trata de cómo la literatura cubana contribuyó a la creación de la imagen de La Habana; en el imaginario nacional La Habana es una construcción hecha a partir de la literatura, desde Cirilo Villaverde, -con el pensamiento de Domingo del Monte detrás de él-, hasta ahora con autores como Pedro Juan Gutiérrez. La Habana ha sido construida y reconstruida a través de la literatura: Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, en fin, decenas de autores, y un poco esas son las tesis que estamos manejando, tratando de que sea un producto independiente que se va a filmar con mucha tensión con el tiempo, con pocos recursos, pero creo que puede ser un producto bonito.
El Conde ha ido transitando desde la inconformidad hasta el desencanto, la desesperanza, y la falta de confianza…
El envejecimiento….
Claro, y junto al envejecimiento la sabiduría; sin embargo muchas veces usted ha declarado que no se va a ir nunca de Cuba ¿Va a persistir en esta decisión?
Sería muy, muy difícil poner a Conde en otro contexto, igual que para mí sería muy difícil insertarme en otro contexto... En los últimos años el tema de los viajes se ha convertido para mí en un problema porque una parte importantísima del trabajo de escritura hoy se complementa con la promoción del libro, y yo publico en veinte idiomas, ¡imagínate! Cuando no es el editor búlgaro, es el danés, ahora vamos a Brasil, después a Dinamarca, luego a España, a Estados Unidos, estaremos en la Feria de Guadalajara… Pero la base está aquí y la literatura también está aquí, a pesar de que mi literatura también ha empezado a viajar porque era una necesidad que sentía de abrir la perspectiva de la mirada sobre la realidad cubana a un plano más universal, tanto en la historia como en la geografía, porque como quiera que sea una cultura existe en un contexto histórico que es mucho más grande que el espacio de un país. Por eso en El hombre que amaba los perros, está todo ese recorrido por la España de la República, de la Guerra Civil, por la Unión Soviética y el México de Trotsky, y en Herejes me voy a Ámsterdam… esto cada vez está más presente en los libros, pero la esencia de Conde es cubana y tratar de que funcione en otro medio me resultaría muy complicado.
Y tengo ejemplos…En los años finales de su vida Vázquez Montalbán hizo una serie de cuatro novelas breves que se desarrollaban en Buenos Aires, El cuarteto de Buenos Aires, y para nada es lo mejor; Carvahlo es Barcelona, y con Conde pasaría lo mismo si en algún momento se moviera. Pero creo que no hace falta, la realidad cubana me sigue dando alimento para poder escribir sobre ella.
¿La novela que está escribiendo ahora también se abre a otros ámbitos?
Sí, casi siempre en mis novelas hay un objeto material que envuelve toda una serie de significados y sentidos que de alguna manera le dan coherencia a toda la novela. En Herejes es el pequeño cuadro de Rembrandt, y en ésta va a ser una virgen negra catalana, una joya de la artesanía religiosa medieval, pues son vírgenes que solo existen en una zona de la Provenza, en el sur de Francia y en el norte de España, y quedan muy pocas.
Toda la historia es una supuesta confusión entre esa virgen catalana y una copia rara de la virgen de Regla cubana que se pierde, y es una reflexión sobre las vírgenes negras en esta zona de Europa, donde se produce un primer mestizaje previo a la modernidad porque es el lugar donde confluyen la cultura árabe que viene desde el sur, la celta que viene del norte y la cultura europea que va surgiendo ya en esa zona y cristaliza en estas vírgenes negras. Todo eso me va a servir para hablar de ese mismo proceso aquí en Cuba, pero además me va a permitir hacer un examen de la estratificación de la sociedad cubana, que es uno de los temas que últimamente me obsesiona, no porque es evidente que haya gente que está viviendo mejor, sino porque es evidente que hay gente que está viviendo peor, y eso es lo que más me preocupa.
Yo conozco barrios de personas que vienen del Oriente del país. Hace poco estuve en uno en la zona de San Miguel del Padrón. Después descubrí que la mayoría de estas personas vienen a trabajar a La Habana, algunos de ellos como los braceros mexicanos van a trabajar a Estados Unidos, pues los contratan en todas las fincas que hay alrededor de la capital; allí viven en vara en tierra, regresan a sus provincias y luego vuelven, o la policía se los lleva “deportados”, pero hay algunos que se quedan en asentamientos, como les llaman ellos.
Cuando estuve en el de San Miguel del Padrón, el alma me cayó a los pies pues yo no me imaginé que hubiera en Cuba personas viviendo en esas condiciones, y sobre eso también va la novela: tráfico de arte y dinero, y gentes que se ven envueltos en esto, y otros que son los más desfavorecidos de la sociedad cubana.
Por eso te digo, que como Conde es mi manera de ver y expresar una realidad cubana muy cercana a mi momento histórico, pues me es muy útil tenerlo aquí en Cuba.
Pero además, como tú bien dices, Conde ha tenido una evolución, que es también de alguna manera mi evolución ideológica y biológica, y lo biológico es muy importante: no pensamos lo mismo de las cosas cuando tenemos treinta años que cuando tenemos sesenta, y una de las cosas que cuando tenemos sesenta no sabemos hacer es algo que te mencioné hace un rato: comprender al otro. Y por lo general nos aferramos a nuestra manera de ver el mundo, a nuestros prejuicios, a nuestros conceptos, y somos muy poco capaces de poder entender que las personas que nos rodean pueden tener otros intereses, otras preocupaciones y otros deseos con respecto a muchísimas cosas en el mundo.
En Herejes yo trato de hacer un ejercicio de esa comprensión respecto a las tribus urbanas de los últimos años y lo estoy tratando de hacer en la novela que estoy escribiendo, que comienza precisamente con Conde mirando el almanaque el año en que cumple los 60, y empieza toda una reflexión acerca de que ha entrado en la cuarta edad, porque con todo el ron que ha tomado si llega a los ochenta es mucho, y está esta crisis biológica que todos tenemos y que en el caso del escritor puede resultar especialmente dramática.
Hay que tener mucho cuidado con la vejez en todos los sentidos y tratar de conservar la capacidad crítica hacia uno mismo y a la vez la mirada abierta hacia el resto de la sociedad, porque si uno considera que ha llegado a algún sitio, pues realmente lo que está es perdido: en la literatura nunca se llega, en la literatura siempre tienes que seguir hasta que puedas y tengas capacidad para hacerlo. Cada libro es un reto y tienes que verlo como un reto.
¿La nueva novela ya tiene nombre?
No, porque solo se me ocurre La virgen negra, pero ese no va a ser.
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