Lo que no se explica, se siente


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¿Pudieran las etiquetas ?como recurso comunicativo? enclaustrar la esencia de un fenómeno social o cultural determinado, de un país o de un hombre? La respuesta con certeza es afirmativa, solo que en cualquiera de los casos más allá de la rúbrica, nos espera lo desconocido y muchas veces lo ignorado.

Una lectura corrida de la ficha que resume el quehacer profesional de Guillermo Vilar (el Guille) bastaría para develarnos a un individuo consagrado en el tiempo a lo que ha escogido como sustento espiritual y material. Pero quienes tengan el privilegio de conocerle coincidirán en que a su vera nos aguarda un ser conocedor del respeto propio y ajeno, de lo sensible y lo profundo, de lo auténtico y lo inmortal.

Guille Vilar no es un desconocido, todo lo contrario. Pero bien pudiera ser para muchos un viejo amigo de quien al final sabemos muy poco.

¿Cómo ha sido su relación con el dominio de las nomenclaturas musicales?

En realidad las he mirado de bien lejos. Parece que la vida me tenía reservado el poder hablar acerca de otros que sí viven de ellas y no yo. No tenía paciencia para estudiarlas ni vocación de músico.

¿Cómo se conformó en usted esa pasión tan singular por las diferentes melodías?

En mi primera juventud pensé que lo mío iba a ser las artes plásticas. Incluso hice algún que otro collage, pero evidentemente no era mi camino a seguir.

¿Qué encierra el concepto de raíz musical para un hombre como Guille Vilar?

Si supieras que de muy joven tenía la certeza de que patria podía ser cualquier lugar en el mundo, y si además te dijera que la música cubana de los 60 me parecía de muy mal gusto, entonces de qué raíz me estás preguntando. Sin embargo, fueron los iniciadores de la Nueva Trova, junto a los conciertos de Leo Brouwer y la Orquesta Cubana de Música Moderna, quienes me acercaron a la cultura cubana. Una vez, trabajando ya en Radio Progreso, y al descubrir toda la maravilla de nuestra música allí archivada, me percaté de inmediato de que el problema estaba en la pobre formación cultural de los directores de radio de aquel entonces. Benny Moré me dejó loco al igual que Chappottín o los Matamoros. El dilema era de la difusión por nuestros medios, no de la música cubana. Poco a poco, la vida me fue entregando elementos para que, sin darme cuenta, comprendiera que la patria es una sola; ese pedazo de tierra en donde se nace y por lo tanto esa raíz musical de la que me hablas, representa mi destino, al cual me he entregado por completo sin pedir nada a cambio, solo la posibilidad de expresar todo mi amor por Cuba.

¿Las raíces musicales de un pueblo como el cubano pudieran morir?

No. He meditado mucho en torno al tema y he llegado a la conclusión de que nuestras raíces musicales son tan profundas que sencillamente los cubanos las asumimos del mismo modo que nuestra forma de gesticular, mientras hablamos, o como consideramos una típica mesa cubana bien servida. Tengo la seguridad de que llegará el momento en que simultáneamente, en el teatro Karl Marx, un día estará actuando Sting; en la Plaza de la Revolución, Luis Miguel; mientras que en el Salón Rosado de la Tropical, estarán Los Van Van, y los tres lugares van a estar repletos. Otra cosa puede suceder en aquellos países que no tienen unas raíces musicales tan poderosas como las nuestras y entonces lo foráneo arrasa despiadadamente con lo nacional, pero no es el caso de Cuba. Creer que eso nos puede pasar es como aceptar que todos aquellos conceptos de independencia y de soberanía que llevamos en nuestras almas, pudieran desaparecer de un plumazo.

¿Cómo valora los diferentes conceptos o formas de hacer que dentro del ámbito musical cubano conviven actualmente? ¿Cómo identificar tendencias, puntos de giro, ambientes, y sobre todo tener una visión de futuro sobre dicha realidad?

La vida siempre viene como ella quiere y uno tiene que aceptarla como tal. En estos momentos hay una riqueza enorme en cuanto a las propuestas que identifican al ámbito musical cubano. Precisamente, a partir de la profundidad de nuestras raíces es que cada cual escoge cómo manifestarse, algunos con mejor suerte que otros, pero cada cual con su público. Por una parte están los que han cursado estudios académicos pero llevan tan dentro lo cubano que no lo pueden ocultar, y son esos músicos maravillosos que nos llenan de orgullo tanto aquí como cuando actúan en el extranjero. Por otro lado existen géneros musicales que conservan su plena vigencia a partir del poder de una transmisión oral, que de generación en generación se define cómo deben de ser interpretados. Tal es el caso de la rumba, entre otros tantos; y por último los que por un golpe de suerte de la vida, a pesar de la mediocridad de su propuesta, tienen determinado éxito entre la población, pero no con la amplitud y profundidad que lo han logrado otros. En tal sentido, es muy difícil hablar de futuro con absoluta claridad porque la dinámica es muy intensa al igual que la diversidad de quienes la conforman. Lo único que sí se pudiera asegurar es que entre las artes, la música es para el cubano la manifestación más importante y, por lo tanto, siempre habrá músicos que nos representen desde la mayor autenticidad de su propuesta.

¿Hasta dónde un músico es un artista? ¿Hasta dónde un artista debe responder a las reglas del mercado? ¿Hasta dónde debe o tiene que ser capaz de mantener su identidad y/o autenticidad independientemente de imposición alguna?

 La Jiribilla

Cuentan que Charles Chaplin era sumamente exigente dirigiendo detrás de la cámara, aunque delante de esta se armara la mayor comicidad. Y eso pasaba porque para personas como él hacer arte era una cuestión de principios. En realidad, los principios que lo sostienen a uno jamás lo abandonan, independientemente de la situación en que nos encontremos. En tal sentido, hay quien puede ser músico, pero no necesariamente artista. Esta es una vocación que se escribe con mayúsculas porque para nada es un juego. Es una profesión donde para entrar al universo del arte, no solo tienes que tener el talento necesario sino además contar con la capacidad para comprender que tu alma siempre tiene que estar disponible para ser entregada junto con tu arte, y que entonces te consideren artista. Es muy difícil hablar por las actitudes de los demás en cuanto a ceder ante determinadas presiones porque cada cual es responsable ante sus actos, pero en mi opinión, la vida nos coloca en posiciones donde tenemos que tomar una decisión que sea coherente con los principios que profesamos. Algunos pudieran pensar que esto solo se aplica en lo relativo a cuestiones morales incuestionables o en el momento de tomar determinada posición política decisiva. Sin embargo, merecen toda nuestra consideración aquellos artistas que respetan tanto su profesión como una cuestión de principios, y no hay leyes de mercado capaces de hacerlos ceder.

¿Qué cree que no le puede faltar a una buena crítica en términos de comunicación?

Tampoco quiero hablar por los demás, pero en mi caso, he intentado proyectarme desde valoraciones críticas que partan de la profundidad de nuestras convicciones. Hacer una crítica musical, para nada significa menos que escribir entorno a peliagudos temas de política internacional o hablar acerca de un Premio Nobel de Literatura. Es una cuestión de responsabilidad, primero con uno mismo, para entonces poder sentir que respetas a los demás. Es entregarte desde la franqueza de tus puntos de vistas y no pensar jamás que estás asumiendo una manifestación menor.

¿Cuán imprescindibles o no pudieran ser los espacios para quienes ejercen la crítica como práctica sistemática? ¿Cómo se legitiman estos circuitos y cuán necesaria es la retroalimentación que ofrece el espectador, quien puede no consumir acríticamente los distintos productos culturales?

Lamentablemente, en nuestro país el hábito de consultar los ordenadores para mantenerte informado, no es posible no solo por la escasez de estos, sino además por el alto costo que implican para los bolsillos del cubano promedio. Lo que más se sigue leyendo es la prensa periódica diaria, pero como se sabe, no hay tantos periódicos, a la vez que ya somos unos cuantos los críticos, por lo que hemos tenido que volcarnos a sitios digitales, que solo los lee una parte de nuestra población. Por supuesto, la sistematicidad  del ejercicio de la crítica puede ir entregándole al receptor los elementos imprescindibles para que llegue a una conclusión propia quien a menudo recibe la información necesaria, pero por vías foráneas y no necesariamente por nuestros medios. Recuerdo nuestra columna Entre Cuerdas en El Caimán Barbudo en los 80, sección que llegó a ser tan popular que había quienes afirmaban que muchos lectores compraban el mensuario solo para leerla. Obviamente, esa frecuencia mensual durante casi una década, podía ejercer determinada influencia crítica en quienes la leyeran, incluso muchos la recortaban para coleccionarlas.

¿Cuál es la responsabilidad mayor que asumes cuando te apropias de un espacio determinado que a su vez es seguido por un espectador sediento de un criterio atinado y oportuno?

Aunque me pueda equivocar: la honestidad de lo que estoy haciendo. Puede que en algún momento no sea necesariamente atinado y oportuno, pero sí asumo dicha acción con la mayor responsabilidad de mis actos, porque estoy muy claro de lo que significa el hecho de que hay quienes esperan por lo que pueda entregarles.

¿Qué lugar ocupa la selección del tema dentro de una buena crítica? ¿Un buen ejercicio de la crítica supone nutrirse de temas considerados por algunos oportunos, o seleccionar aquellos que el crítico considere válidos?

Creo en la selección natural propia de la vida. Uno no debe perder tiempo en lo que nada aporta a la posibilidad de realizar una buena crítica. Para nada esto quiere decir que uno solo deba trabajar con aquellos que ya han pasado por el filtro de los años y son aceptados como una propuesta válida. Se pueden escoger temas acerca de quienes aparentemente todavía no han evolucionado profesionalmente, pero nuestro entrenado ojo crítico debe descubrirlos y anunciarlos como valores en camino de alcanzar el mayor reconocimiento. Estaba Aceituna Sin Hueso en sus pasos iniciales y no dudamos ni por un segundo en apoyarlos para que pudieran llegar hasta donde lo han logrado. Otro tanto nos ha sucedido con Buena Fe, agrupación que desde su primer disco, siempre ha contado con nuestra mayor colaboración desde todas las variantes posibles.

¿Te consideras un hombre aferrado a los conceptos? ¿Crees que esto es necesario o loable cuando se ejerce el criterio como profesión? ¿Crees que los conceptos se modulan con el tiempo?

En este mundo hay quienes miran la vida desde la variante del tener, mientras que otros preferimos mirarla desde el valor del ser. Puede que no tengas todo lo que has soñado poseer en cuanto a objetos, posiciones, materiales etc., pero siempre tendrás contigo lo que eres. Y para ello tienes que profesar determinados principios que nos sostienen incluso en los momentos más difíciles. No obstante, el hecho de la vida cotidiana es la mejor prueba de cómo conducirte. En ocasiones te suceden experiencias que pueden hacerte cambiar de opinión. Innumerables son las ocasiones en que he tenido que cambiar conceptos sobre determinado hecho artístico porque la vida me ha demostrado que sencillamente estaba equivocado, y en tal sentido no tengo reparos en asumir un punto de vista diferente, con lo que obviamente he restablecido una sintonía con nuestros principios. Los conceptos se pueden modular con el tiempo, pero transformar los principios, esto sí es mucho más difícil.

¿Qué conceptos serían invariables para ti y por qué?

El amor es un concepto fundamental en nuestras vidas. Cada vez que te acerques a determinado hecho artístico, si lo haces desde la mirada del amor, has conformando la estructura necesaria para que ocupen las posiciones debidas todos aquellos componentes que conforman un análisis crítico. Desde el amor, parte todo lo demás que uno considera imprescindible en nuestras vidas. Desde el amor parte tu valentía para defender todo lo tuyo, desde el país en que naciste hasta al perrito callejero que quisieras tener contigo en la casa. Desde el amor, es que puedes sentir que vivir significa dejarles a los demás todo lo que llevas dentro como ser humano. Desde el amor es que comprendes por qué a veces quisieras convertirte en energía pura porque no encuentras las palabras para entregarle al prójimo toda esa emoción, toda esa pasión que te hace sentir determinado hecho artístico. Desde el amor es que cada vez quisiera entregarme más a los demás como aliento clave de mi existir, y sé que todavía me falta mucho para lograrlo.

Hay dos cosas que marcan su vida: Cuba y la música ¿Dónde cree que se asienta el amor desenfadado que profesa por ambas, y qué suscitan por separado ellas en usted?

 La Jiribilla

Sabrás que en el 80, vinieron a buscarme en una lancha para irme a los Estados Unidos. Y no lo hice porque no podía abandonar el amor de mi madre al mismo tiempo que me parecía una cobardía mayor que mis hermanos de la Nueva Trova preguntaran por mí y se enteraran de que me fui como una rata, escondida en el fondo de una lancha ?aparte de que no tenía mayores motivaciones para irme. Por supuesto que en esa decisión incidieron muchísimas otras cosas, pero estas que te cuento fueron concluyentes. Haber leído a Martí, a Maceo, a Máximo Gómez, al Che y a Fidel, entre tantos otros, lo considero fundamental en mi conformación como intelectual revolucionario. Por eso cuando escribo sobre música, lo hago con toda Cuba dentro de mi alma. Incluso conmigo está hasta aquella viejita que detiene su andar para decirme que me agradece todo lo que he hecho… Eso me mata, más que cualquier homenaje oficial, que si los valoro tanto es porque reflejan el amor que me tiene la gente de pueblo. Ahí radica la grandeza de todos esos reconocimientos, porque si no tuvieran la aprobación del pueblo cubano, serían como premios de laboratorio. Y en toda esa Cuba que cabe dentro de mí, claro que están todos los músicos nuestros que me llenan de tanto orgullo. De Cuba y por Cuba, todo. Para ella todo lo que necesite. Incluso, hasta mi propia vida, confesión que quienes me conocen de cerca, saben que soy capaz de llevar hasta las últimas consecuencias, sin pensarlo dos veces.

Siempre y primero que todo agradece a los músicos por existir. ¿Cómo es exactamente la relación directa entre la existencia de estos y su insistencia por seguir sus pasos?

En primer lugar, es muy hermoso sentirse agradecido a la vida por poder tener la experiencia de coexistir con los músicos de ahora, y también con los del pasado, a quienes considero con una vigencia absoluta. Es un privilegio mayor poder escribir en torno a Los Van Van, acerca de Frank Fernández y de Leo Brouwer, lo mismo que de Buena Fe y de la Orquesta Aragón o del Benny Moré. Eso no se explica, se siente. Y es muy difícil tratar de escribirlo.

“No me siento extranjero en ningún lugar, donde haya lumbre y vino tengo mi hogar. Y para no olvidarme de lo que fui, mi patria y mi guitarra las llevo en mí. Una es fuerte y es fiel, la otra un papel”, expone Joan Manuel Serrat. ¿Qué llevas siempre contigo? ¿Cómo haces para no olvidar quién eres?

Conmigo siempre llevo el orgullo de ser cubano, de ser parte de este proceso histórico que hemos vivido desde 1959. Por encima de las mayores dificultades y de los errores que pueden haberse cometido durante todos estos años, tenemos que ser lo suficientemente corajudos como para quitarnos de encima todas esas lamentaciones y reconocer que hemos sido los protagonistas de lo que hemos logrado como sociedad, una sociedad que incluso países hermanos de nuestro continente añoran tener algún día. Sobretodo porque fue en nuestro pequeño país donde nació alguien tan grande como José Martí, quien siempre está con nosotros. Porque fue en nuestra pequeña Isla, donde el destino decidió que naciera alguien como Fidel Castro, quien ha llevado al pueblo cubano a niveles de una dignidad y de una espiritualidad enriquecedora nunca antes conocidos en la Cuba prerrevolucionaria. Para mí decir Fidel y Cuba es como sentir la irradiación de una poderosa luz que alumbrará para siempre el rumbo del destino de nuestro pueblo.


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