Locutores y no “locotorras”


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1o de Diciembre Día del Locutor

Cada primero de diciembre se decide honrar a las mujeres y los hombres que dedican —parte o toda— su vida a la tarea de comunicar.

Vista como una profesión y no como un oficio, la locución es también un arte que nace con algunas personas, en otras se desarrolla desde el primer momento en que se descubren las habilidades para transmitir un mensaje de forma amena.

Generalmente admiramos en los profesionales de la palabra la calidad de su voz y aunque muchos se empeñan en apartar este importante punto, una voz educada sigue siendo vital, junto a una esmerada dicción, fluidez, naturalidad…

Cuba, durante mucho tiempo, se ubica entre los países del continente que más y mejores locutores ha aportado a nuestro idioma. Figuras—ya históricas y admiradas— como Germán Pinelli, Consuelo Vidal, José A. Cepero Brito, Manolo Ortega, Gladys Goizueta, Antonio Pera, entre otros, alcanzaron relevancia no solo nacional sino internacionalmente, por su exquisitez en el decir ¡y decir bien!

Como toda profesión artística, la locución reclama sistematicidad  y rigor. El locutor (a) debe estar constantemente actualizado de hechos políticos, históricos, sociales… Su cultura debe llegar a altos niveles y con los años y los tropiezos, es posible que se convierta en un “sabelotodo”.

Ahora bien, como casi siempre, lo soñado nunca es realidad. Hoy, lastimosamente se escuchan voces (engoladas y falsas) o se ven rostros incapaces de tejer una idea coherente, convencer con su discurso, llegar con su mensaje. Más en la televisión, menos en la radio.

El acceso a nuevas formas de producir contenidos audiovisuales en otras partes del mundo (el fenómeno Telesur, por ejemplo) ha suscitado que muchos se cuestionen hasta qué punto nuestros locutores deben continuar rígidos ante la cámara, a la hora de leer una nota (en el caso de los noticiarios, claro está).

¿Por qué no se explotan rostros jóvenes, frescos pero talentosos? ¿Abandonar nuestra norma e imitar otras?

Lo cierto es que no podemos echar al río el reconocimiento logrado por años y por tradición. Debemos provocar el debate con más frecuencia y no reflexionar sobre este tema, solo una vez cada cierto tiempo.

El Centro de Capacitación del Instituto Cubano de Radio y Televisión, junto a la muy loada Cátedra de Locutores cubanos, centran sus esfuerzos para que hoy se defienda en cualquier lugar y a toda hora, la presencia de un locutor (a) capaz, deudor de las enseñanzas trasmitidas de generación en generación, de aquellos profesionales que antaño sabían el rol que jugaban en un espacio radial o televisivo.

La locución no es un juego y llega a ser una de las profesiones más estresantes en el mundo del arte. Aboguemos por locutores y no “locotorras” que disparan errores y pseudodislalias culturales. Que se cuente más con la Cátedra de Locución cubana y que esta sea jueza y decisora. 

No todo puede estar en manos de directores que, la mayoría de las veces, cambian talento por belleza. Ah, lo más importante: locutor no es cualquiera.


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