En una modesta vivienda del barrio de San Isidro, nació el 28 de enero de 1853 un niño que en unos años sería el Héroe Nacional y Apóstol de la independencia cubana: José Julián Martí y Pérez.
Aún estaba la zona dentro de las murallas que en épocas anteriores se habían construido para la defensa de la ciudad y que no sería hasta diez años después del nacimiento del pequeño que comenzaría su demolición.
La barriada natal de Martí, junto a los muelles del puerto, es de las más antiguas de la capital cubana, su alameda fue el primer paseo construido en la ciudad para el esparcimiento de sus vecinos y en la Iglesia de Paula que también bautiza a la alameda y a la calle donde naciera el apóstol, no se bautizó el niño Pepe, ese hecho sucedió al otro extremo, en la Iglesia del Santo Ángel Custodio.
Padres españoles, Doña Leonor, canaria y Don Mariano, valenciano, José Julián fue el primogénito de ese matrimonio registrado en los archivos parroquiales de la Iglesia de Monserrate el 7 de febrero de 1852, pero pronto la familia creció con siete nuevos alumbramientos, todos de hembras, ellas fueron las hermanas de Pepe, de las cuales, tres no disfrutaron de la adultez: Mariana Matilde Salustiana o sencillamente Ana, María del Pilar Eduarda que se conoció por Pilar y Dolores Eustaquia llamada Lolita. Las otras cuatro, sobrevivieron a Pepe y a la guerra en que este perdió la vida: Leonor Petrona apodada La Chata, María del Carmen conocida familiarmente como La Valenciana, Rita Amelia y Antonia Bruna o simplemente Antonia.
En una familia pobre, de escasos recursos y en una época tan difícil como aquella hubiera sido de mucha ayuda otro hijo varón para la familia Martí-Pérez y probablemente en busca de ese segundo nacieran tantas hembras.
Varias casas de La Habana, acogieron a la familia como hogar y la causa del peregrinar no fue otra que la pobreza que los obligaba a buscar mejores opciones ante tan pocas posibilidades. En 1859 residen en Industria No. 32 entre Colón y Refugio; en 1866 en Refugio No. 151 entre Morro y Cárcel y en el propio año se mudan para Peñalver No. 114 entre Lealtad y Campanario. En 1869 se trasladan para San Rafael 409 entre Campanario y Manrique y ese año Pepe va a residir un tiempo en el barrio de la Cruz Verde, en la villa de Guanabacoa con la familia de su maestro José María de Mendive y su esposa Micaela Nin.
Aunque Pepe adoraba a sus hermanas y estas lo mimaban como único varón, la necesidad sentimental de este, de contar con un hermano de su propio sexo con el cual compartir juegos, ideas y proyectos estuvo presente y ese rol de hermano lo jugó sin dudas, Fermín Valdés Domínguez, acogido por una familia a la que no pertenecía por su sangre pero que sí le había ofrecido el afecto que necesitaba y que aunque contaba con un hermano también adoptivo, Eusebio, al conocer a José Martí y ser compañeros de aula, el hermanamiento ocurrió.
Sería Fermín, su hermano de la niñez, la adolescencia y la primera juventud y en la mayoría de edad, aunque no estuvieran siempre juntos en espacios comunes, la comunicación continuaría, fue una amistad para toda la vida a pesar de las diferencias que tuvieron en momentos y diversos asuntos.
Fermín y José Julián escribirían una carta a Carlos de Castro y de Castro en 1869, su condiscípulo en el aula del maestro y mentor Rafael María de Mendive. De Castro se alistó en el horrendo Cuerpo de Voluntarios españoles y ellos, le llamaron apóstata por haber traicionado a su Patria. La misiva fue ocupada por los propios voluntarios en un registro efectuado a la casa de Fermín y provocó el enjuiciamiento de Martí y Fermín y el 4 de marzo de 1870 se efectuó un consejo de guerra acusados de infidencia. El joven Martí sostuvo con valentía que él era el único responsable del documento e igual postura mantuvo su hermano de ideas. Un mes más tarde, iría Pepe a cumplir condena de seis años de privación de libertad, aún adolescente, solo tenía 17 años, en la Real Cárcel Departamental de La Habana donde ingresó el 4 de abril y obligado a trabajo forzoso en las canteras, mientras que Fermín fue condenado a seis meses de destierro. De aquél episodio en el presidio surgiría el denunciante ensayo: El presidio político en Cuba.
Mi patria me había arrancado de los brazos de mi madre, y señalado un lugar en su banquete. Yo besé sus manos y las mojé con el llanto de mi orgullo, y ella partió, y me dejó abandonado a mí mismo.
Volvió el 5 severa, rodeó con una cadena mi pie, me vistió con ropa extraña, cortó mis cabellos, y me alargó en la mano un corazón. Yo toqué mi pecho y lo hallé lleno; toqué mi cerebro y lo hallé firme; abrí mis ojos y los sentí soberbios, y rechacé altivo aquella vida que me daban y que rebosaba en mí.
Mi patria me estrechó en sus brazos, y me besó en la frente, y partió de nuevo, señalándome con la una mano el espacio y con la otra las canteras.
No son pocas las personalidades en Cuba, Latinoamérica, los Estados Unidos y España, con las que José Martí compartió alegrías y sinsabores, muchos fueron sus colaboradores y los que le siguieron en su azarosa existencia, sin embargo, pensamos en dos amigos a los que el propio Martí consideró en vida y documentos prácticamente como hermanos al unirse profundamente en ideas libertarias y progresistas y junto a Fermín Valdés Domínguez, forman una trilogía de hermanos: Manuel Mercado y Juan Gualberto Gómez.
Juan Gualberto Gómez era su contemporáneo, este había nacido en 1854 en Sabanilla del Comendador, en la provincia de Matanzas, era abogado, periodista, pensador y revolucionario. Tuvo la posibilidad de estudiar en Cuba y en el extranjero en una época en que el color de la piel y el origen africano eran traumas de la sociedad colonial en que vivía el país.
El hecho de ser negro, lejos de distanciarlo de Martí le permitió a este dejar constancia de sus ideas antirracistas y de integración social al establecer una gran amistad con Juan Gualberto al que llamó en sus cartas amigo querídisimo, muy querido amigo y amigo excelente y al que sin dudas se hermanó.
Trabajaron juntos en el bufete de Nicolás Azcárate en la calle Empedrado en La Habana, cuando Martí regresó a la isla al final de la Guerra de los diez años. Al fundar Martí el Partido Revolucionario Cubano en el exilio y resultar electo Delegado, máximo cargo en su dirección, es Juan Gualberto nombrado como la figura cimera del partido en la Isla y es a él a quien le confía la organización del alzamiento simultáneo en varios puntos de la isla para reiniciar la contienda emancipadora. La orden, con la autorización para el alzamiento en la segunda quincena de febrero de 1895 se la envía a Juan Gualberto dentro de un tabaco. En una de las cartas que se intercambian, previo a la emisión de la orden, Martí le expresa el 22 de diciembre de 1894:
Amigo de veras queridísimo: Usted y nadie fuera de usted recibirá los avisos de pagos, y nadie fuera de mí estará en posesión de enviarlos. Nadie aquí ni de aquí nadie, para sospechar los recibo. Adiós para tener tiempo de todo, de echarme en sus brazos para decirle que le entendí de muy atrás el alma clara, y para mi amadísima. Usted es uno de mis orgullos.
Del último de los hermanos de ideas de Martí al que haremos referencia es Manuel Mercado, su amigo mexicano, con el que experimentó una simpatía singular y sostuvo también un intercambio epistolar intenso.
Fue Mercado quien atendió a los padres y hermanas de José Julián cuando llegaron a México en busca de mejores opciones de vida. Conocer México de su mano en 1875, sus personalidades más destacadas entonces, las estructuras y personas del gobierno, la ayuda generosa a su familia en los momentos más necesarios, todo ello, hizo de la amistad entre ambos, una hermandad.
Precisamente la última carta escrita por José Martí, que quedara inconclusa, fechada un día antes de su caída y que es considerada su testamento político tenía como destinatario Manuel Mercado.
Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y orgullo y obligación: ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo – de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin...
La vida de Martí, fue en extremo corta, solo 42 años, pero intensamente fructífera, puede leerse en versiones resumidas como la Cronología realizada desde el Centro de Estudios Martianos por el doctor Ibrahim Hidalgo Paz, Premio Nacional de Historia así como su Epistolario compilado, ordenado cronológicamente y anotado por Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Pla, con prólogo de Juan Marinello, también publicado por el Centro de Estudios Martianos. Son muchos los estudios biográficos sobre José Martí publicados pero les recomendamos para los niños y jóvenes no dejar de leer las obras de Herminio Almendros y Rafaela Chacón Nardi y para los adultos, las de Roberto Fernández Retamar, Cintio y Medardo Vitier, Gonzalo de Quesada y Miranda, Emilio Roig de Leuchsenring, Mercedes Santos Moray y Luis Toledo Sande.
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