“No existe hombre más profundamente conocedor del alma humana que José Martí. Su interés hacia Cuba le mantenía vivo, no obstante, sus desavenencias personales con la madre de su hijo y su separación de éste. Era un gran psicólogo del ser humano, un profundo conocedor de la vida espiritual y contradicciones de los seres humanos”.
Así destacó el prestigioso doctor en Ciencias Históricas Pedro Pablo Rodríguez López durante una intervención realizada en el espacio Memorias de la Guerra en el capitalino Centro Cultural Dulce María Loynaz, y en un diálogo personal concedido a este Sitio Web, en ocasión de conmemorarse el Aniversario 125 de la heroica caída en combate del más Universal de los Cubanos y Héroe Nacional, nuestro José Martí.
Sobre los Mitos y Realidades existentes alrededor de su muerte, el también Premio Nacional de Ciencias Sociales y de Historia (2009 y 2010, respectivamente), reflexionó y valoró criterios y opiniones, además de rememorar diversas anécdotas ante un auditorio conformado por académicos, profesores, militares de alta graduación, estudiantes y asiduos concurrentes a dicho espacio.
“Tras su caída en combate y, para todos los cubanos, Martí significó la gloria”, destacó para agregar que, aunque “no murió con ella, sí significó la gloria, al haber tenido la capacidad de ser un renovador de la lengua, un fabuloso escritor y un político excepcional. Algo que no ocurre con frecuencia”.
A continuación, profundizó en la razón de morir con gloria “en el sentido de que para la mentalidad de un jefe militar como Gómez o como para cualquier otro de aquella época, morir en combate era morir con gloria. Maceo murió gloriosamente, dando el ejemplo y ante su tropa. Gómez tuvo la suerte de no haber caído en combate –no obstante haber sufrido dos heridas (leves) en combate–, pero si ello hubiera ocurrido en el cruce de la Trocha, hubiera muerto con gloria; al igual que Serafín Sánchez… Esta razón prevalece en muchos ejércitos del mundo aún: la caída en combate del jefe, la muerte con gloria. En el caso de Martí, su muerte ocurre en un lugar donde no es presenciada, tan sólo por un patriota mambí (La Guardia), al igual que también se desconoce quiénes conformaban la tropa hispana que se llevan el cadáver”.
El doctor Pedro Pablo Rodríguez argumentó asimismo que “un hombre de gabinete y nunca político como Enrique José Varona, durante un discurso pronunciado un año después en Nueva York, realzaría la validez del proyecto político martiano, sellándolo con su muerte que hay que tratar de seguir. Y es así cómo comienza a crearse el halo de idealización sobre el Hombre de Dos Ríos. Aquel a quien los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso y de la Liga de Emigrados de Brooklyn, ya le llamaban El Maestro”.
En su diálogo exhortó a leer y analizar la edición del periódico Patria, “tras su muerte, cuando ya Martí se proyecta como el símbolo de Cuba: una labor consciente de la emigración cubana y de su intelectualidad. Ella la nutrieron hombres (además y entre otros) como Serafín Bello, Sotero Figueroa, Juan Fraga, Benjamín Guerra, Eduardo Yero. Todas personas ilustradas y escritores de Patria, sin títulos académicos (excepto Gonzalo de Quesada), quienes conformaron todo un espectro de opinión dentro del mundo de la emigración para apoyar y consolidar la labor de unidad revolucionaria. Ese grupo crea la idealización del Hombre caído en Dos Ríos en una figura que reúne y sintetiza los sentimientos patrióticos”.
Igualmente, el Académico hizo especial énfasis en la tan debatida postura de Gómez hacia Martí en el momento de producirse los primeros disparos de la fusilería española, y su presunta despreocupación por la seguridad de la vida del Delegado, al igual que abordó otras interrogantes como: ¿Por qué Gómez comete el error de avanzar hacia un enemigo sin conocer su posición y número? ¿Por qué Martí no permanece en el campamento como le ordena el General en Jefe?
“El General en Jefe ordena montar los caballos –muchos de sus jinetes, jóvenes novatos inexpertos habían venido con Bartolomé Masó, también en el campamento–, y ordena a Martí retirarse de manera tajante. Hubo un momento de entusiasmo –narrado tiempo después por el propio Gómez y por otros revolucionarios–, marchan todos enardecidos por los discursos martianos, de amor patrio. Todos querían pelear, marchar al combate. Mas no pudieron avanzar, se demoraron cruzando el río y se lanzaron al agua a como fuera –el propio Gómez habló posteriormente de algunos ahogados–, producto de la búsqueda de un enemigo del cual se desconocía su posición, sus puntos de avanzada, su disposición defensiva (…) Hay que pensar, entonces, en el factor psicológico. Hay que analizar también que no hay general ni estado mayor que pueda prever todos los posibles cursos de un combate o batalla (…) En Dos Ríos, Gómez se ve arrastrado por las circunstancias y marcha al combate junto a los patriotas. Al recibir la noticia de la caída de Martí, por Ángel de la Guardia, trata de continuar impetuosamente la carga mambisa, a pesar de que los españoles tomar la defensiva y marchan ordenadamente hacia Remanganagua. En ese lugar las tropas de Jiménez de Sandoval deciden enterrar el cadáver del Maestro, hasta luego ser trasladado a Santiago de Cuba. Allí se demuestra con evidencias su muerte. El cerebro conductor de la guerra había caído en combate. Razón por la cual para un oficial hispano y de vasta experiencia militar como Jiménez de Sandoval –había participado en la Guerra del 68–, podía provocar el desplome de la confianza en el triunfo y en la conciencia de los patriotas cubanos”.
Subrayó que aquel 19 de mayo de 1895, “Gómez no iba a conducir a su caballería hacia una debacle, integrada por más de 200 hombres sin experiencia militar en su gran mayoría. No tenía sentido continuar avanzando y, por tanto, no pudo acercarse a la tropa española. Nunca me había sentido en una situación tan peligrosa, escribió en un momento de su vida (…) No podemos olvidar que el General en Jefe tuvo muchos momentos peligrosos en su vida militar y al frente de sus hombres. Rememoremos el combate de Las Guásimas como otra de sus operaciones militares más peligrosas, al igual que la Campaña a Guantánamo, o la conocida y Lanzadera en La Habana… Esto lo relatan historiadores como Miró Argenter, Piedra Martell…
Nadie sabe en un combate la bala que le va a tocar…
“Por otra parte, ¿se imaginan al Delegado del Partido Revolucionario Cubano permaneciendo solo en el campamento, no marchar al combate, mientras el resto de los patriotas y su jefe marchaban al combate? ¿Se imaginan a aquel hombre cuyos discursos habían logrado arengar y enardecer en tantas ocasiones a los emigrados, que cautivaba como tribuno en todos los salones o a los propios combatientes (horas antes) en aquel campamento en Dos Ríos? Ello sería desconocer al político y al hombre José Martí. A aquel quien demostró en más de una ocasión y con su vida que era capaz de tomar y ejercer las decisiones más tremendas. Al respecto Gómez, quien era de una sensibilidad y suspicacia increíbles siempre comprendió la estatura y la grandeza del Maestro. Tras el desembarco en Playitas, admiró la firmeza de aquel, su marcha por las montañas orientales, sin un quejido o protesta alguna, a pesar de sus padecimientos físicos. Hay que recordar también el tiempo de escritura de Martí. Escribió muchísimo durante aquellos pocos días que permaneció en la Isla. Él, sin lugar a dudas, tenía que marchar al combate; por tanto y en contraposición a los criterios de algunos: en ningún momento buscó el suicidio.
“Incluso, recordemos que horas antes de su caída en Dos Ríos aquel 19 de mayo, le aseguró en carta a su amigo mexicano Manuel Mercado: “(…) En mí sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio a la Revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad (…)”. Y así ha sido. Su pensamiento político renovador como tribuno y periodista, su exquisitez e innovación literaria al crear un nuevo movimiento en las letras universales (Modernismo), y su alto valor ético, no bastan para explicar su vigencia en la actualidad. Al mismo tiempo, le escribe al cónsul alemán, al cónsul británico (…) Está promoviendo la Revolución cubana a las potencias europeas, está divulgando la necesidad y determinación del pueblo cubano a ser libre e independiente y reafirmando que la Guerra necesaria no era contra el pueblo español, sino contra su sistema de gobierno colonial, y enfatizando (al mismo tiempo) que el peligro no partía de Europa, sino de otro país más cercano a nuestras costas.
Pero, además, ¿por qué se va a suicidar el 19 de mayo? Son ciertas sus desavenencias con Antonio Maceo (días atrás) en la reunión de La Mejorana. Pero, ¿eso constituyó un enfrentamiento de índole físico o moral? Todo lo contrario. Maceo era un caballero (recordemos) y, a los pocos días en su campamento, recibió tanto a Gómez como a Martí como tocaba recibirlos como General en Jefe y Delegado, como a dos personalidades. Tres figuras en grandeza política y moral. Un hombre que le está brindando a la revolución una representatividad política y moral y que a la par está hablando acerca de la necesidad, una vez logrado el triunfo, de constituir un nuevo gobierno (República) y un ejército –separados de sus respectivos mandos--, ¿qué razones tendría para suicidarse? Reitero: no existe prueba alguna fehaciente que corrobore su suicidio, mas sí especulaciones de algunos autores. Y, si no, ¿cómo concluye su carta a Manuel Mercado escrita horas antes de su caída en Dos Ríos? Empieza diciendo Yo puedo desaparecer (…) Y esto está dicho en muchos sentidos. No olvidemos que Martí es un escritor polisémico (…) Yo podría morir, yo podría desaparecer (…) En dicha carta plantea su certeza acerca de la existencia de ciertos criterios e ideas de su pensamiento que podrán ser tomados por otros. Él también dialoga y se reúne con los más altos oficiales y con los más humildes soldados de aquel campamento en Dos Ríos. Está catequizando a toda aquella gente y tratando de atraerla a sus puntos de vista una y otra vez; está actuando como un político para ganar opiniones. Está involucrado en un serio juego político desde su desembarco en Playitas hasta que cae en combate: conducir la Revolución que se inició en el plano armado hacia los planes que él consideraba debía llegar. La guerra, como bien explicó en muchísimas ocasiones, no la va a dirigir el Partido Revolucionario Cubano (PRC), no se va a dirigir desde Nueva York, se va a dirigir y decidir en Cuba, donde se está combatiendo. Es por ello que nuestra Historia tenemos no sólo que leerla y estudiarla, sino también profundizar en ella. Profundicemos en sus misivas a Benjamín Guerra, a Gonzalo de Quesada, a los que confeccionaban el periódico Patria, a los distintos jefes militares, sobre temas relacionados con la formación de un nuevo gobierno –por tal motivo hay que marchar al Camaguey–; Entonces, un hombre así, consciente de toda esta labor política y revolucionaria, ¿va a tener en mente el suicidio? Ello es inadmisible. Nadie sabe en un combate la bala que le va a tocar”.
Finalmente, el Investigador al frente de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí, insistió en otro argumento que se hace indispensable rebatir (y de raíz), es el que plantea el desconocimiento de la figura de Martí dentro de la población cubana.
“En nuestro país existía una intelectualidad de primera línea y de habla hispana, capaz de moverse a través de una serie de circuitos de comunicación hispano-americana reflejados a partir de publicaciones culturales existentes en México o en la Argentina y que, a los tres o cuatro días, ya se llegaban a conocer en La Habana. De esta forma todos los grupos de intelectuales habaneros y santiagueros, entre otros, conocían a Martí. Éstos cuando viajaban a Nueva York contactaban con él, o asistían a sus tertulias y reuniones con emigrados. Es el caso de personalidades del Autonomismo cubano –como Antonio San Miguel director del diario La Lucha, quienes viajaban a esa ciudad norteamericana conscientes de que era un escritor importante e ilustrado, además de publicar en más de veinte periódicos hispanoamericanos. Por ejemplo, la revista de José Enrique Varona se hacía eco de las publicaciones del Maestro en la Argentina y México, al igual que periódicos cubanos cuando publicaron la traducción al español de la novela Misterio (…) Así, diarios y públicos lectores de este continente conocieron de la existencia de Martí periodista, escritor, editor y traductor. A su vez, publicaciones newyorquinas como La Ofrenda de Oro, La América, El Economista Americano, La Edad de Oro…con las cuales Martí colaboró en Estados Unidos circulaban en la Isla y, en especial, en sus dos polos culturales: La Habana y Santiago de Cuba. En el caso de La Edad de Oro, ésta circulaba legalmente en nuestra capital. En pocas horas se conocía en Cuba lo que sucedía desde Nueva York, y viceversa. Igualmente, sus Versos Sencillos en pequeños formatos, Martí los dedicaba y regalaba a amistades y colegas, entre ellos maestros e intelectuales.
“¿Por qué tenemos a Martí en el Parque Central, entre otros tantos lugares que recuerdan su figura? Porque ya era conocido entre los cubanos y por las encuestas que se realizaron para edificar y dedicar un monumento a su memoria. A esto agregaría una interrogante: ¿Cuándo surgen las Cenas martianas? NO fue en la década del cincuenta del pasado siglo. Nunca hemos sabido cuándo y dónde se efectuó la primera. ¿Cuándo y dónde las Canastillas martianas? Se desconoce también. Sin embargo. todo ello explica que Martí fue, es y continuará siendo un símbolo para los cubanos y el mundo”.
Ante la interrogante en exclusiva para este sitio web: Siendo el doctor Pedro Pablo Rodríguez un historiador y hombre de su tiempo, ¿cómo contextualizaría a Martí en este momento de redimensionamiento y actualización en todas las esferas de la vida de la sociedad cubana actual?
“Martí estaría a la cabeza de esos cambios y, en lo fundamental y más importante, en el combate ético-moral. Combate en el que tiene que estar cada vez más involucrado nuestro pueblo y país por los nuevos desafíos que trae consigo. Es posible que desaparezcan algunas formas agresivas, pero podrían surgir otras como elementos o maneras de corrupción. El capital internacional, si le es necesario, apela a la corrupción y, por tanto, hay que estar preparados para frenarle el paso en ese terreno. Hay que tratar que las inversiones de capital extranjero resulten positivas para Cuba”.
El capitán del Ejército Libertador Mariano Corona, presente en Arroyo Hondo cuando Martí le habló a la tropa de José Maceo, relató en una oportunidad sobre el gran nivel de comunicación y convencimiento que lograba Martí como tribuno ante un auditorio conformado en su mayoría por soldados campesinos mambises. Hubo un momento en que el oficial se preguntó cómo aquellos campesinos mambises podían comprender sus palabras. Al dirigirse a un soldado mambí que aplaudía frenéticamente la intervención del Delegado y preguntarle, éste le respondió: “Me gustó lo que dijo El Delegado, pues él dijo lo que yo quisiera decir”.
Nota:
(1) José Martí. Obras Completas. Periódico Patria. 12 de agosto de 1893. T. 4., p. 441.
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