Siempre me pareció un tema muy interesante.
Cuando celebramos los cubanos, en este mes de octubre, la Jornada por la Cultura Nacional, me propongo un acercamiento a estas raíces, con el ánimo de incentivar el estudio de aquellos cronistas, que dejaron hondas e históricas huellas, dignas de la mejor recordación.
Fueron ellos, los primeros que sintieron la necesidad de contar hechos, características de la población en desarrollo y situaciones generales de localidades específicas y de la Isla en general.
Al principio de la colonia, Cuba era mera factoría. El desarrollo de su economía era tan elemental como inseguro. Las poblaciones en núcleos escasos y diversos. A principios del siglo XVI se funda la Catedral de Santiago de Cuba, la primera y única diócesis de la isla.
En esta época, había indicios en nuestra tierra, de algunos interesados en dejar por escrito sus impresiones ambientales y sociales. Hablamos en este sentido, de personas aficionadas a estos menesteres, que ya anunciaban el interés por hacerse eco de lo más relevante que acontecía, en sus agrupaciones poblacionales.
Ya en el siglo XVIII, fue nada más y nada menos que un Obispo, llamado Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, el autor de la primera Crónica conocida en nuestra historia literaria y que lleva por nombre La Historia de la Isla y Catedral de Cuba.
Morell, era dominicano, nacido a finales del siglo XVII y de padre español. Fue Deán de la Catedral de Santiago de Cuba. Posteriormente pasó a La Habana y fue designado Obispo de Cuba.
Cuentan que utilizó para su Crónica, lo que recogían los archivos de su Catedral. Fue confeccionado su texto, a partir de la fuerza testimonial de los gobiernos de los diferentes obispos. Muestra el prelado, en sus historias, un natural sentido crítico, observaciones sicológicas y una manera muy particular de describir los acontecimientos.
No pudiera considerarse un historiador, pero si, un primer Cronista. Su Crónica no fue publicada hasta 1929, en una edición de la Academia de Historia de Cuba.
Parece que este alto sacerdote, no se caracterizaba por aceptar tranquilamente decisiones tomadas por las autoridades civiles coloniales. Se habla también, de su detención y su destierro al negarse a ejecutar determinadas órdenes, cuando los ingleses ocuparon la ciudad. El destierro lo llevó a San Agustín de la Florida.
En una imprescindible obra, que constituye El Libro en Cuba, de Ambrosio Fornet, se comenta, que la Imprenta del Cómputo Eclesiástico, precisamente la que suministraba a los devotos innumerables oraciones, pastorales y novenarios, fue la que publicó en 1763, un curioso folleto sobre la detención y destierro del Obispo Morell de Santa Cruz.
Como dato curioso, es interesante señalar, que esta imprenta pasó a la Curia Episcopal y después, cuando a principios del siglo XIX se fusionó con la del Gobierno, fue regenteada por el conocido impresor Boloña, de tanta historia en nuestro país.
De vuelta a la Isla, Morell, murió en La Habana, en el año de 1768, cien años antes del inicio de nuestra primera gesta libertaria.
La obra de Morell, fue fundacional. A través de sus informes y trabajos previos que le sirvieron de base a su Crónica, se puede tener una visión muy bien lograda de la Isla a mitad del siglo XVIII.
Parece increíble, hablando de estos orígenes de la historia nuestra, que en este trabajo haya podido el Obispo caracterizar tan bien aquellos lejanos tiempos, describir villas y pueblos, cantidades de habitantes, y percibir como iba organizándose la población no solo económicamente, sino desde el punto de vista religioso, político, militar y por supuesto, social.
Contemporáneo con este Obispo, fue José Martín Félix de Arrate. Este cronista si nació en Cuba, en La Habana, en 1701 y murió en 1765. Era de una familia distinguida, vinculada a la España colonial. Fue Regidor y Alcalde de La Habana. Incursionó también en la poesía y en el teatro. Como han asegurado muchos especialistas, debe ser considerado como el primer historiador cubano del que se tiene noticia. No era eclesiástico. Era abogado y estudió en Cuba y en México. Su Crónica tenía por título: Llave del Nuevo Mundo, antemural de las Indias Occidentales.
Esta crónica, basada en La Habana, es la primera que anuncia a partir de su sentir localista, una percepción de incipiente criollismo. Su obra fue terminada en el año 1761.
Al recordar a Arrate, no debemos olvidar que este hombre nacido a principios del siglo XVIII, logró cálidas descripciones de La Habana, que hoy nos resultan interesantes, sus campos, las características sociales y sicológicas de la población y las noticias de los primeros síntomas del avance de la ciudad, en comparación con otras de la América hispana colonizada.
Publicar su obra no le fue fácil, a tal punto, que este documento permaneció inédito por setenta años. Después de varias ediciones a lo largo de los años, la edición más completa, fue la realizada por la UNESCO, posterior al triunfo revolucionario, en 1964.
Un tercer cronista fue Ignacio José de Urrutia y Montoya, y su obra, Teatro Histórico jurídico y político militar de la Isla Fernandina de Cuba, de 1787. Ese escritor nació también en La Habana, en 1735 y falleció en 1795.
Raimundo Lazo, hablaba que este autor era el menos afortunado, debido a su estilo un tanto extravagante y confuso en las ideas, no muy adecuado para la crónica, por lo cual impresionaba, al contrastarlo con la narración sobria y de claras ideas, de Arrate.
La primera parte del Teatro Histórico de Urrutia, fue impreso por Boloña, al que ya hicimos referencia, en el año de 1789. Con anterioridad, Urrutia quiso publicarlo por partes, como un Compendio por entregas, pero nunca pudo terminar de editarlo.
Otro cronista cubano, llamado Antonio José Valdés, nació en 1780. Era matancero y falleció en México, en 1850. Escribió lo que pudiera considerarse la primera Historia de Cuba. Era tan extensa y muy difícil también de publicar. Trató de reducirla, pero tampoco pudo lograr editar los tres tomos más abreviados.
Al fin, en 1876, las historias de Arrate, Urrutia y Valdés se publicaron con el título de Los tres primeros historiadores de la Isla de Cuba. Fue realmente este texto, un verdadero acontecimiento literario muy elogiado en su época.
Valga esta Jornada por la Cultura Nacional, para no dejar de recordar, que este año, se cumplen 250 años del fallecimiento de Arrate, 280 del nacimiento de Urrutia y 220 de su muerte.
Más de dos siglos nos separan de aquellos primeros hombres.
Esos cronistas son las semillas nacientes de la historia, el basamento a partir de lo cual, se fue definiendo nuestra identidad y la fuerza ideológica que caracteriza a la nación cubana.
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