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Luces de ciudad. Luis Enrique Camejo


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El paisaje urbano vuelve una y otra vez a recrearse en la paleta de las artes plásticas cubanas y entre muchos sitios toma a La Habana como símbolo de referencia, lugar donde acontece y se desnuda la vida agitada de pobladores citadinos en espacios cosmopolitas y plurales. Metrópolis de luces y sombras al servicio inspirativo de artistas que penetran en entramadas historias para desentramar instantáneas insospechadas. Más que diferenciarla de otras, el intento de captar entre tantas miradas, instantes señeros, hacen de esta ciudad cálido lugar y única en misterios.

Valdría la pena preguntarse, qué tiene La Habana que ha sido y será ícono de referencia para muchos. Como dijo un gran amigo, Pedro Abascal: “hay quien mira un campo lleno de hierbas y no ve lo hermoso que es el romerillo, tan sato y a la vez tan delicado”.

Para los que apreciamos la belleza en cada cosa pequeña, esta ciudad es mágica. Emporio de afectos y vicisitudes, novia de la noche, amante de enamorados, ciudad que renace y seduce.

Nacido en Pinar del Río, Luis Enrique Camejo forma parte de esos artistas que dejaron su tierra natal para unirse a la dinámica de la urbe habanera. Embriagado por esta ciudad de encantos, despertó el interés por el arte y la cultura universal, entonces comenzó a descubrir un mundo nuevo con el que estableció fuertes ataduras.

Sus primeros estudios académicos los realizó en la Escuela Nacional de Arte (ENA), 1990 y luego en el Instituto Superior de Arte (ISA), 1996. Una vez graduado se sumó al ejército de educadores, profesión que ejerció durante varios años, pero que abandonó por un compromiso superior con su arte. Ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas. Primer Premio del V Concurso de Plástica Nicomedes García Gómez; Segovia, España, 2003. En tanto sus piezas han sido expuestas en países como Alemania, Canadá, Ecuador, Líbano, España, Estados Unidos, Francia, Holanda y otros. Ha participado en importantes eventos nacionales y extranjeros como el Primer Salón de Arte Contemporáneo; La Habana, Cuba, Bienales de La Habana y la Feria de Arte CIRCA; San Juan, Puerto Rico, la Bienal de Cuenca; Ecuador y la Feria Internacional de Arte de Alemania, Toronto, Canadá.

La pintura llegó a Camejo como por azar, pues leía un libro de arte moderno, y le llamó la atención lo que decía sobre las corrientes impresionistas y las teorías de superponer un color a otro sin mezclarlos; entonces encaminó su hacer en este sentido. Comenzó con los autorretratos, a lo que se sumó la fotografía de paisajes urbanos. Algunas de estas imágenes quedaron movidas, esto le resultó interesante y trató de llevar a la  pintura esos efectos. A raíz de esto, antes de modelar una imagen sobre tela, fotografía instantes de la vida real y le realiza algunos ajustes.

Esta no es la única forma de que le lleguen ideas, otras razones para crear asoman a través del legado de algún largometraje. Ladrones de bicicletas, de Vittorio de Sica y Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, son dos ejemplos fehacientes de la influencia en su obra desde el punto de vista visual.

La íntima relación entre la fotografía, la pintura y el cine es, tal vez, una justificación para abordar y congelar imágenes que tienen que ver con el tema urbano, es decir, con el hombre inmerso en su medio y en sus problemáticas cotidianas. Camejo intenta realizar una obra que proporcione cualidades positivas al discurso plástico. En tanto las ideas interesantes le vienen de la vida, y de la creación en sí misma, en eso radica su desenfado para instaurar con  libertad una obra que más que social es psicológica.

Artista que utiliza la fotografía como boceto, no la refleja fielmente al llevarla al óleo, sino que la manipula en un acto de intuición o sugerencia del momento. Trabaja con un discurso basado en el realismo, con íconos muy conocidos lo que los distingue es la manera de abordarlos, dígase edificaciones, autos, camiones, bicicletas y personajes anónimos. Necesariamente no cuenta historias, sino que establece un juego —diría que indiscreto—, en el que filtra determinados momentos de trémulos transeúntes y pone en nuestras miras información en imágenes, que por la propia efervescencia de la vida de ciudad y por ser nosotros protagonistas, no nos detenemos a mirar.

Apuesta a cuadros monocromáticos, en ellos halla una manera de contemplar y condicionar determinada visualidad. Habla de la individualización de la vida. Nada es estático en sus ciudades, sus obras producen una sensación dinámica desde el punto de vista compositivo, en tanto le seduce captar el movimiento y la inmediatez de la vida.

Prefiere pintar de día, en la mañana preferentemente. La madrugada trae la quietud, el casi ininterrumpido silencio, la música jazz que lo acompaña como incitación a lo experimental, pero los años han pasado, ahora asume responsabilidades familiares otras, por lo que prefiere esas horas para el descanso y la vigilia reflexiva, cuando aun no asoma el sueño.

Días y noches lluviosas, matizan un ánimo que utiliza para componer. Los paisajes nublados tienen más relación con su personalidad, con lo emocional, nostalgia o remembranza de  vivencias propias o ajenas. Así como fastuosa es su obra, enormes son sus cuadros, pues en su trabajo prima el gran formato, yo diría que por la necesidad de captar y reflejar esencias.

La luz, como protagonista y elemento que modela los ambientes, diseña espacios con efectos que chorrean y deterioran la nitidez de las imágenes intencionalmente. Hay mucho que decir en cuanto a la utilización de este importante componente. De cómo hace énfasis en algunos objetos más que en otros, de su descomposición, de cómo inciden sobre las formas y objetos de la cotidianeidad, permitiendo que sean reconocidos a pesar de la nebulosa que rodea sus cuadros. El uso de los claroscuros, el contraste entre el blanco y el negro primero, luego los añadidos de colores, que sirven para explicar plásticamente la configuración de los objetos, casi siempre con una clara voluntad expresiva. Todo es un juego o pretexto de luces y sombras cual obra contrastada, para resaltar el carácter expresivo del momento. Escenas bañadas por una irradiación sutil y trasparente que trasluce sigilo y reposo e instantes congelados para la eternidad.

Sobre el uso del color refiere:

Casi siempre trabajo con los tradicionales gris, blanco, negro y la gama de los azules. Últimamente e integrado otros como el rosa y amarillo. Quizá el abordar la obra con un solo color, es para sugestionar al espectador e indicarle por dónde tiene que ir. Es como quitarle todos los adornos a la vida, los disfraces y dejar la mirada pura a la idea que se quiere representar.

Su arte ve al color no como un simple añadido, toma fuerza en cuanto a las formas y el movimiento, trasmiten experiencias, reflejan lo vivido, por lo que el espectador tiene la posibilidad de reincorporar momentos o sensaciones que fueron plasmados en otro lugar y tiempo. Que sintamos la obra como algo nuevo, forma parte de sus objetivos y que seamos capaces de interpretar lo que a cada uno nos está diciendo. Por ello le imprime una cadencia melodiosa como rasgo de su  personalidad.

Arte que para que llegue a todo tipo de público, en ocasiones busca espacios expositivos otros, y así acercar sus obras a aquellos que no suelen visitar las galerías asiduamente. Refiere: “El arte es una manera de vengarse del olvido. Particularmente me interesa la pintura que se vuelca sobre la investigación. Lo más importante es que la representación sea convincente”.


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