Maestro del humor Carlos Ruiz de la Tejera


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Maestro del humor Carlos Ruiz de la Tejera

Hoy se cumplen 84 años del nacimiento de uno de los actores cubanos de mayor reconocimiento y popularidad en el público nacional de todas las edades: Carlos Ruiz de la Tejera.

Maestro del humor, pero también, artista integral, versátil,   de un sello inigualable y muy respetuoso de las audiencias, Carlos Ruíz de la Tejera, (Matanzas, 4 de agosto de 1939- La Habana, 3 de julio de 2015) actor de teatro, cine, radio y televisión, poseedor de una efectiva mímica, plasticidad notable y talento histriónico, que marcaron sus actuaciones durante toda su exitosa carrera.

Muchos de sus hilarantes monólogos permanecen en el imaginario popular cubano, pues reflejaron circunstancias reales que aún persisten en la sociedad actual, como es el caso de «La guagua».

Del mismo, aseguraba el Poeta Nacional Nicolás Guillén:

«La burla con que Carlos Ruiz de la Tejera toma en serio las cosas más difíciles de entender seriamente, ha hecho de él un maestro del humor. Su estilo es, por supuesto, humor cubano, pero también, y esto es lo más importante, universal. Uno puede reír con Carlos Ruiz dela Tejera en público, pero en privado reflexionar y, entonces, puede llorar»

 Carlos Ruiz de la Tejera recibió merecidamente el Premio Nacional de Televisión en 1982 y el Premio Nacional del Humor en 2006; mucho antes, en el año 1984 del pasado siglo, ofreció a esta reportera una entrevista para la desaparecida Revista Cine Guía, que editaba en Centro Provincial de Cine de La Habana.

Consideramos que una buena manera de recordarlo hoy es publicar esta conversación, en la que el histrión revela aspectos y detalles interesantes de su carrera artística, y, a la par, brinda opiniones profundas sobre el arte y el humor; al principio de aquel encuentro declaró tener la vocación de «hacer cosas para los demás»; como profesión: «actor de los buenos», y como ilusiones:  «qué algún día la prensa nacional hable de él en la forma en que lo  ha hecho la prensa extranjera».

¿Cuándo nace como actor CRT?

Bueno, yo creo que en el año 39, cuando nací, porque desde que se nace se ven venir las tendencias que uno tiene. A mí me encantaba hacer cosas para los demás, cogía unas maraquitas y un traje de guaracheo y me iba con una chiquita que vivía al lado de mi casa y en su garaje hacíamos teatro…

¿Después?

Estudié en el Instituto de La Habana, donde formaba parte de un coro que era muy bueno y donde había compañeros bárbaros.

Ingresé más tarde en un grupo de cámara, el Grupo Madrigal de La Habana, que se dedicaba a hacer una investigación de la música cubana, la folclórica internacional y de la sacra y polifónica.

Te hago esta historia porque el trabajo en los coros me formó musicalmente y me creó una disciplina teatral; así uno aprende la importancia que tiene la labor colectiva.

Después por presión familiar, comencé la Universidad y me hice ingeniero civil.

También empecé a dar clases de actuación en el grupo Las Máscaras; precisamente e se grupo, haciendo la obra El sombrero de paja de Italia, me vio una comisión y me seleccionó para el Conjunto Dramático Nacional que iba a formarse.

Era ingeniero de día y actor de noche, hasta que en el  año1961 comienzo a ser exclusivamente actor, pero me faltaba mucho por aprender, por ejemplo, la importancia de la expresión corporal, que me la dio el francés Pierre Chosá; con él aprendí mucho y quería que fuera mimo, pero yo era más actor que mimo, lo único que poseo es una facilidad para la cosa corporal, nunca la he perdido; aún me entreno a diario porque en mi práctica humorística me gusta dar caricaturas vivas, ese es el secreto.

¿En qué año comienza a hacer cine?

En el año 62 cuando me invitaron a trabajar en Las doce sillas de Tomás Gutiérrez Alea; hice el miliciano que está cuidando el Banco de sangre y le roban la silla cuando el personaje de Enrique Santiesteban se finge desmayado.

Eso fue lo primero, después hice El otro Cristóbal (1963), dirigida por Armand Gatti; Tránsito (1964), de Eduardo Manet;   La muerte de un burócrata (1966), de Titón; Papeles son papeles, ese mismo año, de Fausto Canel, y comencé a aparecer en cosas que la gente no sabe que soy yo, porque esto me dio mucha práctica. El cine no es fácil, sobre todo para uno que es tan teatral.

Hice algunas cosas como en el segundo cuento de Lucía (1968); Humberto Solás no confiaba en la gente de la que disponía para hacer la escena de la fiesta, y entonces un grupo de actores como Sergio Corrieri, René de la Cruz, Gilda Hernández, y otros fuimos los participantes de dicha escena que se filmó en 40 minutos y se quedó en cuatro.

En Una pelea cubana contra los demonios (1971), Titón tenía problemas con los violadores de la protagonista; los compañeros que están haciendo esos papeles se inhibían y no se lograba la escena por no tener práctica; habían sido escogidos por el físico, que era muy bueno, y Titón me pidió que lo ayudara y yo accedí con la condición de que en los créditos no apareciera mi nombre, y bueno, me disfracé completamente al igual que otro compañero e hicimos la escena que quedó bárbara, pero ese soy yo y nadie lo sabe.

A la vez comencé a narrar documentales y doblar algunos dibujos animados, por ejemplo, una de las voces de La brujita Maguita, es mía.

Toda esta práctica en el cine me fue ayudando hasta que llegué a Los sobrevivientes (1979) también de Titón, que es el trabajo más serio y difícil que he hecho. Mi personaje es como el hueso de la película, porque no tiene un asidero fuerte, su única arma es la interpretación interna. Él es quien deja todo escrito sobre la familia, la historia inventada.

Cada escena del filme la estudiamos como si fuéramos artesanos, además, había otro problema, yo ya desarrollaba a Tarado Tallarini en la televisión; el personaje estaba en su momento de euforia, se decía que abría la boca de no sé qué tamaño, y entonces yo tenía que tratar de dar el personaje sin que saliera Tallarini.

Mucha gente me ayudó; estaban al tanto de las aberturas de mi boca y de todo. Cuando se estrena la película en 1979, muchos se defraudaron porque esperaban a Tallarini, pero al pasar los años, la gente ha valorado mi actuación y se acerca a felicitarme, además mi trabajo cambió, comencé a ser Carlos Ruiz de la Tejera y no Tallarini y el pueblo por tanto ya reconoce en mí a un autor más completo que lo mismo dice «El cuento de la vela», que «El Padre nuestro latinoamericano» de,  Mario Benedetti, pero esta labor fue producto de mucha paciencia y convencimiento a compañeros muy buenos, pero un poco esquemáticos que se enmarcan en lo que al público le gusta y no quieren que tú hagas otras cosas valiosas porque tienen miedo a que no gusten, sin darse cuenta de que al público hay que educarlo y lo tienen que educar los medios masivos de difusión, lo directores, los productores, los actores, que tienen esa tarea, la de dar arte con calidad, renovar los repertorios.

¿Por qué cree que en el cine cubano no se ha explotado su magnífica faceta humorística?

Porque el humorismo no es valorado, aun teniendo una tremenda eficacia artística y social como vehículo para llevar a las masas la problemática humana; eso también es un problema cultural.

He comentado con algunos compañeros del ICAIC sobre la posibilidad de hacer una película conmigo pero no se ha materializado nada; quizás los directores tengan miedo a una personalidad muy fuerte como la mía, yo soy muy fuete en mis expresiones, y ellos tienen sus ideas…

¿Usted no cree que con Patakin se abra el camino para este cine que tanto necesita la gente?

Me parece que los directores tienen que arriesgarse, porque es que nosotros, por un gran rechazo al cine norteamericano,  realizamos una vuelta a los Fellini, los Rossellini y todos los «inis», que es muy bueno, pero todos nuestros directores miraron a Europa para lograr un cine de nivel.

El humor se desvalora  en este sentido cuando  realmente puede ser tan importante, si se explota correctamente, como cualquier clásico de la tragedia, esto lo ha demostrado Peter Seller y muchos más, pero para lograr verdadero valor artístico a través del humor, necesitamos contar en el cine con directores que se arriesguen.

Hace poco Héctor Veitía se me acercó con la idea de hacer un documental que ayudara a la lucha contra el sedentarismo pero trabajado a través de la ironía, como yo la manejo; para este material hice el personaje de un médico asiático, basado un poco en el médico chino nuestro sin llegar a hacerlo, pero utiliza de todo, hasta lo yoruba, luego saca una campanita (risas)… es una caracterización y recomienda muchas cosas a la gente para que engorde, o sea, todo al revés, poro al final cuando le preguntan si quiere ser gordo contesta: «¡Ni muerto!».

¿Podría contestarme la eterna pregunta de las influencias?

Mira, uno a veces sabe definirlas muy bien; yo i todo el cine que aquí se  exhibía  y me divertía mucho con Los tres chiflados, El Gordo y el Flaco Chaplin, por supuesto, pro a media que pasó el tiempo descubrí otras figuras como el francés Jacques Tati, con su humor social, Nacha Guevara- una mujer que puede ser lo mismo trágica que cómica- pero que también hace un humor de tipo social; esto me reafirmó y entonces me dije: «Ahí está el camino; ella con su estilo y yo con el mío, porque soy cubano».

¿Qué experiencias identifica que han aportado a su trabajo actoral en general sus incursiones en el cine?           

El cine tiene una gran ventaja: sobrevive en el tiempo, no pasa así con el teatro, pero además es un trabajo más riguroso; en el cine tienes al director artístico que te dice lo que quiere de ti, al director de fotografía que te exige para lograr la imagen buscada y que a veces te pide lo imposible, y es muy difícil.

Todos los sacrificios que te reclama la realización cinematográfica en realidad te ayudan, te van conformando y adaptando al mayor esfuerzo, a darlo todo, a rendir una actuación al máximo, a hacerte un actor integral.

 

¿Quién cree usted que sea Carlos Ruiz de la Tejera?

¿Quién va a ser? Este que está aquí hablando contigo, alguien a quien le gusta hacer cosas para los demás, comunicar los sentimientos de los hombres, hacerlos reír, llorar, pensar en la grandiosidad de la vida, del amor, lograr a través de la actuación la reflexión, y tocar la sensibilidad del individuo. Ese es Carlos Ruiz de la Tejera.

¿Qué le parece esta entrevista?

Creo que es muy buena, porque tiene una función especial: lograr la comunicación, así el que no me conocía ya sabe quién soy.


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