Yo no sé bajo qué signo astrológico nació Don Juan de Maldonado Barrionuevo, caballero de la Orden de Santiago, el hombre que gobernó a Cuba por épocas remotas, de 1595 a 1602.
Mas parece que las estrellas lo marcaron, indeleblemente, con un geniecito escorpionesco o taurino. Cuando se le contradecía, más que hombre se asemejaba a un basilisco. Lo probó un día de su santo, cuando unos aduladores montaron una pieza teatral en su honor, junto al habanero Castillo de la Fuerza.
Fuese porque la pieza era un bodrio, o porque los actores eran peores que pésimos, lo cierto es que entre el público cundió el relajito. Entonces el gobernador subió al tablado y gritó que quien siguiese molestando iba a parar en el cepo. Claro, todos quedaron “más tranquilos que estate quieto”.
Maldonado: un perro con todo el mundo
Don Juan de Maldonado, el hombre que gobernó a Cuba a finales de los mil quinientos, ostentaba un apellido que le venía como anillo al dedo. Sí, él había sido “mal-donado” con un geniecito de todos los demonios. Y no solo lo mostró durante la ya citada puesta en escena.
Como atenuante a favor del susodicho debe decirse que, a diferencia de alguna gente que conozco, él era un perro con todo el mundo, lo mismo con subordinados que con superiores. Así, en carta al secretario del rey, le hace saber que los habaneros se están partiendo la vida sobre los arrecifes, entrenándose para combatir piratas y otros invasores, mientras la Metrópoli no les manda artillería.
Y califica la defensa de La Habana como “indecente”.
¡Tremendo personaje!
Deje un comentario