El prócer africano, y uno de los mejores y más antiguos amigos de la revolución cubana, Marcelino dos Santos, acaba de cumplir sus 90 años de vida.
Conocí a Marcelino cuando a principios de la década de los noventa me encontraba desempeñándome como embajador de Cuba en la República Popular de Mozambique. Por aquel entonces, él era miembro del Buró Político del FRELIMO y Presidente de la Asamblea Nacional. Una de las primeras características que llamaron mi atención de aquel legendario revolucionario mozambicano, además de su sencillez, fue el fuerte y estrecho vínculo que sostenía con su pueblo, su disciplina y lealtad al partido, su amor a la familia y a su patria. Como poeta y escritor siempre abogó por la formación política y educación de su pueblo.
Recuerdo aquellas reuniones familiares que todos los domingos se efectuaban en Maputo, en la casa de la vieja Teresa, su madre, a quien todos veneraban y en la cual disfrutaba el privilegio de ser invitado.
Una vez obtenida la independencia el 25 junio de 1975, Marcelino dos Santos fue designado primer ministro de Planificación y Desarrollo y posteriormente ocupó diversas de las más altas responsabilidades del país.
Por su largo historial y esmerada formación ideológica, al morir el Presidente Samora Machel, víctima de un criminal accidente aéreo organizado y perpetrado por los racistas sudafricanos, a quien le correspondía realmente asumir la presidencia del país era a Marcelino dos Santos. En mi opinión esto no ocurrió porque, al igual que en la República de Angola, después del fallecimiento de Neto, Lucio Lara y Marcelino dos Santos eran mulatos. Cosas del maldito racismo que aún corroe la mente humana.
Cuando se funda el Frente para la Liberación de Mozambique (Frelimo), el Presidente del Movimiento era Eduardo Mondlane, vicepresidente Uria Simango y Marcelino dos Santos es elegido como Secretario de Relaciones Exteriores. Esos eran los tres máximos dirigentes de la revolución mozambicana.
El amor de Marcelino por Cuba y por Fidel ha sido y es uno de esos sentimientos más legítimos mostrado entre los más destacados líderes africanos.
Sus visitas a Cuba fueron múltiples, siempre que venía me localizaba, para actualizarse sobre los últimos acontecimientos en nuestro país y a su vez ofrecernos su siempre certera y oportuna valoración de la situación política y económica en los países del continente africano comprometidos con la lucha revolucionaria.
En una de esas visitas tuve el privilegio de acompañarlo a uno de los frecuentes encuentros que sostenía con el Comandante en Jefe.
Poeta de marca mayor, un día me dijo que su mejor discurso lo hacía a través de la poesía.
Con la Uneac y el Icap mantuvo estrechos vínculos de amistad y solidaridad, al igual que con nuestro partido. La última vez que visitó nuestro país fue en junio de 2013, oportunidad en que sostuvimos una larga conversación. En los últimos años ha estado padeciendo de distintas enfermedades que lo han imposibilitado de visitar nuestro país.
En febrero de 2017, convaleciente y en medio de la apretadísima agenda que cumplió durante dos días en Maputo, el vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba Salvador Valdés Mesa tuvo la oportunidad de visitarlo y ratificarle los sentimientos de cariño y admiración del pueblo cubano.
Recientemente, por una amiga conocí que Kalungano o Lilinho Micaia, como era conocido en la clandestinidad, se encuentra gozando de buena salud.
Este 25 de mayo se conmemora el 56 aniversario de la fundación de la Organización para la Unidad Africana (OUA), Marcelino fue uno de sus primeros padres fundadores.
¡Kalimambo, Marcelino dos Santos!
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