Margarita Sánchez Prieto es sin lugar a dudas una de las especialistas que, de una forma u otra, ha estado vinculada a la organización de la Bienal de La Habana, desde la primera edición realizada en 1984 bajo los auspicios de la Dirección de Artes Plásticas y Diseño del Ministerio de Cultura.
En aquella época, la joven graduada de la Licenciatura en Historia del Arte laboraba en el Departamento de Artes Plásticas de Casa de las Américas, dentro del cual fue encargada de brindar a los organizadores del naciente evento la muy valiosa información con que contaba la institución acerca de los creadores de América Latina y el Caribe, áreas a la que estaría dedicada la Bienal.
Posteriormente, pasó a formar parte de la nómina del entonces recién constituido Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, entidad que asumiría en lo adelante la realización de la más importante cita de las artes visuales en Cuba, en cada una de las cuales ha participado hasta la fecha la experimentada curadora, con la cual el Periódico Cubarte sostuvo un diálogo a propósito de la XIV Bienal de La Habana, prevista para inaugurarse el 12 de noviembre próximo.
¿Piensa Ud. que la Bienal de La Habana ha logrado influenciar en el posicionamiento internacional de artistas pertenecientes a países periféricos a los grandes centros de la cultura?
“Sí, por supuesto. Precisamente ese ha sido uno de sus objetivos: abrir un espacio al arte de las periferias a ese nivel. Pero como Bienal hasta cierto punto alternativa, ese reconocimiento y acceso de los artistas de países periféricos a los circuitos internacionales del arte no se produjo de forma inmediata y mucho menos amplia. Primero, hubo que desmontar la idea preconcebida de que el arte de los países periféricos eraepigonale imitativo,pura derivación de lo que se hacía en los grandes centros del arte, o si no mero folklor. Mientras prevalecieran esos criterios ni su arte ni sus creadores lograrían un reconocimiento y posicionamiento internacional.
Recuérdese que cuando la Bienal se funda a mediados de los años 80, para muchos europeos el arte contemporáneo estaba circunscrito a lo que se producía en los grandes centros del arte: Nueva York, Londres, Berlín, París, ciudad esta última donde también desarrollaban su obra un número reducido de latinoamericanos.
Era difícil hacerles entender que por el hecho de nutrirse de las tendencias y lenguajes originados en Occidente -dígase Europa y Estados Unidos-, los artistas periféricos no producían una obra menor. O que lo que hacían los africanos era también arte contemporáneo, y que ese objeto, tela, o lo que fuese, además de cumplir funciones religiosas o utilitarias, eran expresión de una creatividad y portador de belleza singular.
América Latina gozaba por entonces de un poco de mejor suerte. En la década del 50 se crea la Bienal de Sao Paulo y aunque en varios aspectos se guio por la Bienal de Venecia, —por ejemplo, la participación por países y dar espacio al llamado arte internacional, es decir, a la obra contemporánea de europeos y norteamericanos—, se pensó como plataforma de lanzamiento y difusión de la vanguardia artística brasilera y de algunos países de la Región.
Por otra parte, países como Brasil y Venezuela ya contaban con pabellones propios en la Bienal de Venecia en los años 50, y Uruguay edifica e inaugura el suyo en 1960. Por esa misma época unos pocos del Subcontinente logran rentar un espacio para su representación nacional, entre ellos Cuba, que participa por vez primera en 1952 con un grupo representativo del arte nacional. Pero ni esas aisladas presentaciones lograron remover los prejuicios existentes hacia el arte latinoamericano.
A la altura de los años 80 el arte de los países periféricos o de la periferia de la cual América Latina es parte, se exhibía en los museos antropológicos y etnográficos como artesanías o rarezas de culturas menos civilizadas, lo que lamentablemente pude constatar cuando viajé a Holanda a principios de los 90. En un museo de ese tipo vi un grupo de lienzos de figuras notables del arte actual mexicano, que hubieran dado prestigio en su país a alguna galería o museo de arte contemporáneo, pero allí recibían el mismo tratamiento que se les daba a las máscaras y otros objetos africanos y asiáticos. Por supuesto, hubo sus excepciones en muestras aisladas y en alguna galería de los países centrales, pero se traba de iniciativas puntuales.
Por lo tanto, lo primero que se propuso la Bienal de La Habana fue acabar con esas secuelas de la mentalidad colonial, poner en discusión el enfoque eurocéntrico, el cual se basaba en aplicar los parámetros valorativos europeos al arte de otras regiones y países. Se imponía hacerles entender que los valores artísticos prefijados por la experiencia artística europea que alcanzaron rango universal y difusión a través del colonialismo y luego, en la etapa moderna, a través de los mecanismos y poder de sus sistemas artísticos, no debían aplicarse para evaluar al arte de otros contextos – de África, Asia, Medio Oriente y América Latina y el Caribe– derivado de procesos históricos y culturales diferentes.
En la Biblioteca del Centro Wifredo Lam debe estar archivada la entrevista a un especialista alemán que asistió a la II o III Bienal que expresó justo eso: que la Bienal le cambió el concepto que él tenía de lo contemporáneo, antes ceñido al arte de las naciones desarrolladas. A partir de ahí él miró y valoró el arte de los países periféricos con otros ojos, y así mismo poco a poco lo fueron haciendo otros expertos de esos lares. Y fue posible su reconocimiento internacional.
Esa mirada cambió aún más con el avance de los procesos globales, el surgimiento de otras bienales periféricas y la labor de los curadores locales y, en menor medida, de algunos curadores del orbe desarrollado y, a la inversa, con la labor de curadores de países periféricos en las capitales del arte mundial. Pero el punto de partida fue la Bienal de La Habana. Su importancia radicó en abrir un espacio único para todo el Tercer Mundo, contribuir a su conocimiento y difusión a escala mundial y, por ende, cambiar la mirada y perspectiva valorativa sobre sus expresiones contemporáneas. Sin su existencia y desempeño no habría sido posible el lugar que se ha ganado en los circuitos internacionales del arte, que aún nos parece insuficiente”.
¿Podría poner ejemplos concretos de ese posicionamiento al que ha contribuido la Bienal de La Habana?
Entre otros me viene a la mente un artista bien conocido por el público cubano: Kcho, quien exhibió en la V Bienal de La Habana celebrada en 1994. Barbara Gladstone quedó impresionada con su obra y lo invitó a realizar una muestra personal en su galería de New York en 1996; al año siguiente realiza otra mayor en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles. Ambas un hito para la época, sobre todo teniendo en cuenta las escasas y difíciles relaciones con Estados Unidos.
“Hoy no asombra que el Curador general de la Bienal de Venecia incluya en su selección a artistas de la India y Paquistán, de países de África y de Latinoamérica por poner ejemplos, pero en los años 80 no ocurría así, los latinoamericanos solo participaban a través sus pabellones nacionales –si lo tenían–, o de la selección del Instituto Italo Latinoamericano (IILA).
Otro tanto podría decirse de la Documenta de Kassel. Esos dos grandes eventos, Kassel y Venecia, empezaron a diversificar su nómina poco a poco a partir de los 90. Algunos talentos de la Región como Wifredo Lam, Roberto Matta y Jesús Soto ya en los tempranos 80 y el primero de ellos décadas antes, gozaban de ese reconocimiento, trabajaban con galerías parisinas de primer nivel y habían exhibido en New York. Pero eran la excepción.
La Bienal de La Habana, y las bienales en general, son espacios de legitimación de artistas. Son plataforma de lanzamiento y visibilización de sus obras a escala internacional. Como estrategia hacia ese logro la nuestra sustituyó la presentación por países por una organización curatorial a través de un tema o eje rector, lo cual respaldó la exhibición de las obras de los artistas de cualquier parte del mundo en un mismo nivel y hacerlo patente mediante la indización por apellidos en el Catálogo y no por países.
Sin dudas, la Bienal ha contribuido y contribuye al posicionamiento del arte y los artistas de los países periféricos. Pero para ello, y dada la existencia de otras bienales de convocatoria similar que disponen de mejores presupuesto e infraestructura, la de La Habana deberá mantener su rigor conceptual y artístico, deberá seguir tomando el pulso al arte y sus nuevos derroteros en su mirada a los grandes temas de actualidad; es decir,desde planteos y enfoques novedosos trabajados en las expresiones conocidas, pintura, instalación, video,fotografía –estos últimos enriquecidos con los aportes de la alta tecnología de captación cenital– y asimismo desde las nuevas prácticas artísticas: transdisciplinarias, colaborativas, el arte vivo, etc.
No debemos perder de vista que si bien muchos de los problemas de hoy, como los medioambientales, son de alcance universal y nos atañen a todos, nuestra prioridad debe seguir siendo los de las regiones del llamado Sur,así sean focalizados por un artista suizo, sudafricano, latinoamericano, francés o del Medio Oriente.
¿Cómo han recibido los artistas la invitación a participar en una Bienal que se desarrollará en las actuales circunstancias sanitarias y económicas que atraviesa el mundo?
“No conozco la totalidad de las respuestas a las cartas de invitación que ya se han comenzado a cursar. Pero hasta donde sé la gran mayoría de los artistas cubanos y extranjeros han expresado su complacencia y confirmado su participación. Solo un grupo muy reducido ha rehusado participar por diversas razones, mayormente de orden económico o porque entienden no es el momento de celebrar la Bienal; no obstante, han expresado que se sienten honrados con la invitación”.
Las circunstancias sanitarias en que se desarrollará la XIV Bienal de La Habana han obligado a introducir algunos cambios en su estructura. ¿Piensa que sería provechoso mantener alguno en ediciones futuras?
“Habría que esperar por el resultado de esta XIV Bienal. Pero te puedo decir que separar y anticipar en una segunda etapa o Experiencialas exposiciones de arte cubano -lo que se ha dado en llamar La Habana de la Bienal- y dejar la tercera etapa o Experiencia,dedicada fundamentalmente al arte internacional, para marzo del año que viene, será una ventaja.
Primero, porque ahora mismo no existen las condiciones para importar obras; algunos países tienen aún cerradas sus fronteras y muchas líneas aéreas no han retomado su frecuencia de vuelos, situaciones que se espera mejoren poco a poco a partir de noviembre. Segundo, porque el personal técnico disponible podrá dedicarse por entero a la producción y montaje del arte local en diciembre. Y meses después, en marzo, a la misma tarea respecto al arte internacional, momento en que esperamos hayan mejorado un poco las condiciones tras la apertura de fronteras y, consecuentemente, la entrada de turistas.
Esta última etapa es más compleja puesto que entraña la importación de obras con la consiguiente liberación aduanal, chequeo y trasportación interna hasta los sitios de exhibición, además de su montaje y producción entre otras tareas.
Las muestras de arte cubano que se inauguren en diciembre permanecerán hasta el cierre de la Bienal el 30 de abril. De este modo, los interesados del exterior que no logren venir para esa segundaetapa, pero sí para la tercera, podrán ver tanto las muestras de arte cubano que se inauguraron en diciembreaun en exhibición, como las que se inauguren en la tercera etapa titulada Regreso al porvenir; esta última formada por los proyectos y exposiciones de artistas extranjeros de la nóminade la Bienal, de la que también forma parte un grupo de artistas cubanos.
La Bienal se inaugura con el Encuentro Teórico que permite un desarrollo mayormente online -plataforma a través de la cual en estos momentos se están realizando la mayoría de los encuentros internacionales- y en menor medida presencial, pues algunos ponentes ya han confirmado su presencia en La Habana.
Esperemos que, a pesar de las limitaciones tecnológicas, las presentaciones tengan el alcance esperado, para lo cual ya se están ensayando alternativas. A su vez se inaugurará una muestra colectiva en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam con artistas cubanos y extranjeros”.
Fotos de las diversas ediciones de la Bienal del fotógrafo Juan Carlos Borjas, Periódico Cubarte
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