Se ha preguntado alguna vez cuáles fueron algunos de los discos más vendidos en los años noventa del pasado siglo. Sabe cuáles fueron las empresas beneficiadas y los artistas asociados a ella. Y por qué nunca se ha hecho pública esa estadística y a qué empresa beneficiaron. Se ha mantenido esa misma demanda discográfica a lo largo de los años. Y cómo la llegada de las nuevas formas de distribución de la música incidió en que esas ventas se hayan mantenido a lo largo del tiempo o no.
Y algo muy importante cómo reaccionaron los marginales en ese entonces ante lo que estaba ocurriendo en el mundo del disco en Cuba en esos años.
Estas notas en sí mismas pretenden poner en una perspectiva histórica un fenómeno interesante y al que nunca se le ha prestado toda la atención posible: la verdad de las ventas de discos compactos en Cuba durante los años noventa.
Para entender este fenómeno, el de las ventas y la distribución discográfica en Cuba en esos años, hay que asumir y tener presente en el análisis algunos elementos importantes y que de alguna manera son determinantes. Paso a enumerarlos:
- Las ventas de discos compactos (CD) se efectuaban en dólares y para ello se habilitaron tiendas cuyo principal destinatario eran los turistas que llegaban a la isla. Estas tiendas en un principio eran de la cadena CARACOL, a la que posteriormente se sumaron las que abriera la EGREM por medio de la franquicia ALBUM CAFÉ; y ARTEX con su cadena de tiendas.
- El consumidor cubano de música, para estos años, estaba más cercano de la reproducción por medio de casetes, que directamente vinculado a la compra de discos compactos. Para ese entonces ya se había paralizado la fábrica de discos de la EGREM.
- A partir del año 1994 se autorizó la venta de discos de colección (es decir de pasta o vinilo) como una forma de autoempleo o emprendimiento –aún no se usaba ese nombre—por medio de una licencia comercial. Sin embargo; dicha autorización destapó la industria de la piratería musical en la isla. Este fenómeno, el de la piratería, era en esa década uno de los negocios más jugosos que lastraba la industria discográfica a nivel mundial.
- Es a partir del año 1994 que se masifica en Cuba el uso del Equipo reproductor de discos compactos. Sin embargo; para el común de los cubanos era más rentable acceder a una versión pirata de la música cubana e internacional de moda que a la compra de los discos originales; sobre todo los que reflejaban la música y los éxitos del momento. Un “disco quemado” costaba en el mercado informal la friolera de 1 CUC (24 pesos) mientras que el original, rebajado podía costar al menos unos 10 dólares.
- La existencia de “una venta off therecord” de los mismos en los conciertos de las orquestas en los espacios de presentaciones en vivo, tanto dentro como fuera del país, que no entraba en la contabilidad oficial de las empresas, pues eran pagados por los músicos casi al costo o con un pequeño margen comercial de hasta un 15% en calidad de “promoción”.
Entonces cómo se podrían responder las preguntas que dan pie a estas notas.
Sencillo. Hubo una ventana de mercado que fue parte importante de la realidad económica de dos empresas fundamentalmente: la EGREM y RTV Comercial, esta última desaparecida hoy su división discográfica; y fue el material de archivo que poseían las mismas.
La venta de música de archivo remasterizada y en formato de disco compacto, en el caso de la EGREM, fue una de sus tablas de salvación en el mismo momento en que se vio menguado su catálogo de artistas ante su incapacidad para asumir, en esos primeros años, las nuevas realidades económicas que definieron los sistemas de producción, pago de anticipos y regalías.
Y esa venta fue acompañada por fenómenos extra artísticos, algunos de carácter político o de una visión nostálgica que sobre Cuba se instauró en el imaginario de quienes visitaban la isla.
Sorprendentemente fue la música del trovador Carlos Puebla la que más reclamaban los visitantes en ese momento; tanto que en un periodo de cinco años se hicieron como mínimo veinte reimpresiones de su disco Hasta siempre comandante, cada una de ellas de unos cinco mil ejemplares para abaratar costos.
Si se compara con los datos públicos que hiciera en su momento la disquera Caribean Productions de sus ventas de la música de una de sus figuras estrellas Manolín, el médico de la salsa, que llegó a vender 30 mil fonogramas en un año; se verá que Carlos Puebla tuvo más impacto económico y de incidencia en el mercado, sobre todo a nivel de tiendas.
Mientras tanto RTV Comercial logró vender entre material de archivo y los discos de La vieja Trova Santiaguera esa misma cantidad de ejemplares en el mismo periodo de tiempo.
Esa tendencia al consumo de esta música de archivo fue disminuyendo a lo largo del tiempo y dejó de ser prioridad de la EGREM en la medida que asumió no solo nuevas figuras en su catálogo, sino que pudo situar sus costes de producción al mismo nivel de las discográficas extranjeras. También fue determinante la salida de las mismas del mercado cubano, en una operación de compra venta de sus archivos a las empresas cubanas: es decir EGREM y BIS MUSIC de ARTEX.
Hoy existe una nueva realidad en el mundo de la música. Hay nuevos consumidores y los procesos comerciales, distorsionados en alguna medida, se basan en la presencia constante del artista en las redes sociales; algo en lo que ninguna de nuestras empresas discográficas ha reparado en la importancia de este modelo de venta para una música en la que el porcentaje de inversión es mínimo; y al parecer no existe la voluntad cultural o comercial de mantener ese flujo comercial y de consumo de una música que a pesar del paso del tiempo mantiene su filin y su encanto a nivel de mito; algo que acompaña a casi todas las grandes figuras de la música cubana.
En cuanto a los marginales; qué decir: ellos han callado y ocultado estos pequeños detalles que bien pudieran echar por tierra algunas de sus maneras de crea un mito o reinventar la historia según su parecer.
De aquellos discos, los que marcaron un momento interesante de la vida discográfica de esa década, hoy no se habla; pero los puede encontrar amarillentos en alguna tienda perdida en la geografía cubana o entre las rarezas que algunos vendedores hoy exhiben en algunas plazas comerciales.
Es una música que no pasa de moda, aunque no tenga un simple “me gusta” de aprobación, ni se hable de ella en las redes sociales.
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