El común de los mortales de estos tiempos desconoce quiénes fueron Juan Hernández, Bladimir Zamora y Lidia Becker. Sin embargo; sus nombres están ligados a algunos de los acontecimientos más importantes de la historia musical cubana de los años noventa. Ellos fueron, desde sus posiciones profesionales, lo suficientemente audaces y visionarios como para predecir, impulsar y alimentar dos de los proyectos musicales y culturales más trascedentes de esa década y que serían la antesala del Buenavista Social Club.
Repasemos los hechos.
Afines del año 1991 el periodista cubano Bladimir Zamora, que en ese momento se encontraba en España, junto con el músico español Santiago Auserón deciden organizar lo que será conocido como el I Encuentro de rumba, son y flamenco; y que tendrá por centro a la ciudad de Sevilla que al año siguiente sería la sede la Expo Universal. El año 1992 tendrá además entre sus celebraciones más importantes, en España, la realización de los Juegos Olímpicos en la ciudad de Barcelona; los festejos por el Quinto Centenario del descubrimiento de América; acontecimiento este que desde este lado del Atlántico se conocerá y celebrará como el “del encuentro de dos culturas”; restando así el empaque colonial de la definición anterior.
Era un momento de suficiente bonanza económica en España, y en el que se comenzaba a fomentar en determinadas ciudades y espacios el consumo de música cubana y la llegada de músicos de la isla en calidad de emigrantes. Entre sus propuestas más destacadas se pueden mencionar la designación del compositor y guitarrista Leo Brower como director titular de la Orquesta sinfónica de la ciudad de Córdoba; la temporada por toda España que realiza un proyecto gigantesco conocido como La Antología del bolero; las presentaciones del show de Tropicana dirigido por Santiago Alfonso y la alternancia de presentaciones del Septeto Sierra Maestra, dirigido por el tresero Juan de Marcos González, entre las ciudades de Madrid y Londres. Sumemos a ello los multitudinarios conciertos en toda la geografía ibérica de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
Es en este mismo lapsus de tiempo que ocurre la llegada a ese país de dos figuras provenientes de la Nueva Trova que habrán de establecerse en la ciudad de Madrid y serán fundamentales en la integración de la música cubana más contemporánea en el entorno musical de la llamada “movida madrileña”, se trató del guitarrista compositor Pavel Urquiza y la cantante Gema Corredera.
Este proceso de “incipiente cubanización” de algunas zonas y segmentos de la sociedad y la cultura española de estos años fue en proceso en dos direcciones. En España comenzó a desatarse y a promoverse lo que algunos han definido como “la ola cuba” o “la filosofía del asere gallego”. Venir a Cuba; bailar, gesticular, andar y hablar como cubano; tomar un mojito y acompañarlo de una foto en La Habana Vieja o en un solar habanero –con sus correspondientes “aseres del barrio tal” o el descubrimiento de un pariente— comenzaron a ser fuente de orgullo para muchos españoles y en esa avalancha estaba implícita la posibilidad o la oportunidad de hacer un proyecto de cualquier tipo en la isla; y si era musical mucho mejor.
La isla era un “tesoro por descubrir y explotar” y la música la mejor de las gemas; y hacia ella se enfilaron todos los cañones, las propuestas y algunos fondos que aparecieron para ejecutar estos proyectos.
El I Encuentro de Rumba, Son y Flamenco fue de arrancada un éxito. Bladimir Zamora y Santiago Auserón lograron sumar desde Cuba a Celeste Mendoza, Omara Portuondo, a Los Papines y aprovecharon la presencia del septeto Sierra Maestra en España para que participara en el evento. Solo bastó un fin de semana en Barcelona y una semana de presentaciones en Madrid para que el asunto música cubana llamara la atención de muchos implicados en la “movida”; bien fueran diletantes, músicos o propietarios de sitios de moda que decidieron apostar a una segunda edición; solo que esta vez Bladimir sumó a un desconocido (en la geografía europea de ese entonces) llamado Compay Segundo y su grupo –sus Muchachos-- que se convertirán en la figura más trascendente de las convocadas.
Paralelo a estos acontecimientos, en la Habana se creaba la empresa RTV Comercial –como parte de la estructura del ICRT-- y era designado como su primer presidente Juan Hernández que decidió convocar a un grupo de especialistas para dar forma a la que sería la empresa dedicada a la producción y exportación de productos audiovisuales generados en Cuba. Como parte de ese equipo Juanito Hernández incluye a la musicóloga Lidia Becker quien por años había trabajado como asesora de programas musicales de la televisión, en calidad de productora ejecutiva de la división discográfica.
Así las cosas, a fines del año 1992 Lidia Becker y Juanito Hernández solicitan los servicios del músico Demetrio Muñiz, que para ese entonces era asesor musical del programa Contacto –uno de los de mayores audiencias en la parrilla de programación—para que determine si es factible hacer un disco de un grupo de viejitos santiagueros a los que una documentalista vasca estaba interesada en filmar.
Ocurre que “los viejitos santiagueros”; la mayoría desconocidos para el común de los mortales del resto del país incluido el productor musical convocado; eran una verdadera selección de estrellas de la música tradicional. Había exintegrantes de la Familia Valera Miranda, de la Estudiantina Invasora, del Cuarteto Patria y que se reunían habitualmente en la Casa de la Trova, en la esquina de las calles San Félix y Heredia, cada día de la semana, del mes y del año; que dominaban un repertorio lo suficientemente extenso y variado de sones, canciones y boleros algunos de su autoría.
A los viejitos santiagueros se les suma en La Habana el compositor, cantante y guitarrista Reinaldo Hierrezuelo, conocido como “Rey Caney” exintegrante del dúo Los compadres. Nacía La Vieja Trova Santiaguera.
La producción discográfica corrió en su totalidad a cargo del sello discográfico Nube Negra –fue de las primeras empresas españolas en establecerse en ese ramo en Cuba—y curiosamente antes de la salida del disco al mercado el periódico español El País realizaría un reportaje a página completa del proyecto en cuestión. Solo quedaba, o faltaba, materializar la presencia de los músicos en España, que era el lugar de destino inicial de aquella propuesta y es en esta parte de la historia donde entra la empresa Yeyeba Producciones que se encargaría de todo lo concerniente a la potencial gira y los conciertos.
Así las cosas, el concierto debut de La Vieja Trova Santiaguera fue previsto en la Casa de Américas de Madrid y contra todos los pronósticos la sala quedó pequeña ante las expectativas creadas; y es que el impacto del reportaje periodístico fue determinante en la “vieja trova manía” que habrá de desatarse desde el mismo instante que se anunció la presencia de estos músicos cubanos que “eran –sin restar méritos personales—la verdadera semilla del son cubano”.
Se cuenta que entre el público que asistió esa primera noche, sentado en primera fila, estaba el cineasta alemán Win Wender quien quedó fascinado ante la música y la prestancia de aquellos siete señores del son; podemos especular que esa noche comenzó a elaborar su sueño de acercarse a la música cubana y contarla en alguna de sus propuestas fílmicas.
Lo cierto es que esa noche en la Casa de Américas de la ciudad de Madrid comenzó la historia y la leyenda de una de las formaciones soneras de música tradicional más auténtica y conmovedora del siglo XX cubano. Aquellos hombres fueron la avanzada de otras propuestas afines que comenzaron a surgir y que partían de buscar reliquias o figuras poco conocidas dentro de la música cubana y el son tradicional en particular.
Esa búsqueda dio una segunda oportunidad a la cantante Caridad Hierrezuelo; dio vida a un proyecto como “Los jubilados” o llamó la atención sobre la figura de los cantantes Laíto Sureda que había formado parte de la Sonora Matancera y aún vivía en Cuba; o Rolo Martínez sobre quien pesaba un manto de silencio musical.
Aplaudida en el mundo La Vieja Trova Santiaguera pasó sin penas ni glorias por los escenarios y los medios de comunicación cubanos del momento. Solo el músico René Baños, director del grupo Sampling reparó en uno de sus temas “Pico y pala” que fue un éxito dentro de su repertorio.
Los encuentros de Rumba, son y flamenco no llegaron a una tercera edición; mientras que RTV Comercial entendió en valor del pasado musical y como podía convertirse en “el dorado de su existencia” si explotaba correctamente los fondos sonoros que poseía, los que resumían una etapa de la historia musical de Cuba y que era el sueño idílico de cierto público en el mundo. Lamentablemente algunos prejuicios y malas decisiones comenzaron a frustrar aquel camino emprendido cuando se decidió apostar “por un grupo de viejitos venidos de Santiago a los que hay que hacer un disco”.
Lidia Becker fallecería en la Habana el mismo año en que el Buenavista Social Club comenzaba su camino a la inmortalidad; mientras que el productor Demetrio Muñiz compartirá su tiempo como parte de la Vieja Trova e integrante del Buenavista.
Los marginales, los que tenían visión de la importancia de la música cubana como un todo y entendían que “lo tradicional” era el comienzo de toda esta historia se habían anotado un punto a su favor con estos proyectos.
Otros marginales tratarían de sumarse a este carro. Solo que de modo improvisado y con ellos vendrían algunos males, entre ellos la muerte súbita de la historia discográfica dentro de RTV Comercial.
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