“Solo la luz que danza permanece”
R. Hernández Novás
A propósito del mensaje que Mijaíl Baryshnikov redactara por el Día Internacional de la Danza 2025, donde celebra el poder de la danza para despertar empatía, inspirar bondad e incitar el deseo de sanar en lugar de dañar; en la imagen que sirve de portada a estas notas está todo contenido, alegar sobre ella es puro acto de añadidura. Pero, para un danseur tan apolíneo y dionisíaco como Baryshnikov, que ha obtenido todos los méritos y distinciones posibles, las habidas y los por haber, en la danza mundial, la cercanía a Martha Graham le enseñó a “sentir en cuerpo y mente que la danza lo contiene todo”.
Y en las relaciones entre maestro y discípulo, entre coreógrafo y danzante, entre la obra y el público espectador; el rol de la técnica danzaria, del vocabulario coreográfico y papel activo del cuerpo danzante, en la amplia vida y quehacer de Martha Graham (ejemplo paradigmático), nos revela cómo el objeto de búsqueda centra las exploraciones del cuerpo/mente sobre el trabajo del bailarín.
Graham, quien ha sido decisiva en la configuración de los principios expresivos y ejercicios modélicos de la “Técnica de la Danza Cubana”, el desarrollo de una metodología técnica propia fue reflejo de sus ideas y su filosofía de la danza y de la vida. Técnica centrada en la respiración, la conexión entre el centro y las extremidades periféricas, la exploración de las emociones y los impulsos del cuerpo. Sin desestimar la improvisación y la experimentación durante el proceso creativo; la great mother de la danza moderna, exhortaba a sus discípulos y colaboradores a investigar y descubrir nuevas formas de movimiento y de expresión.
Ella, figura clave en la historia de la danza moderna, y su legado continúa influyendo en la técnica, las didácticas y metodologías de enseñanza, así como en esos modos pensantes alrededor de las prácticas y los entrenamientos de la danza en todo el mundo. Incluso, dentro de otras escuelas de movimiento que trabajan a partir de principios somáticos menos coercitivos y tiránicos, Graham, maestra universal sigue presente. Siendo el trabajo del bailarín y la exploración constante del cuerpo/mente en procura de nuevas asociaciones discursivas y maneras de construir la presencia, una guía de existencia.
Lorna Burdsall enfatizaba que, para Graham, no se trataba simplemente de imitar o seguir las instrucciones de un coreógrafo, sino de emprender una visión y una interpretación personal del movimiento, de la acción y de la danza misma
Sostenía la bailarina, maestra y coreógrafa, que el danzante debía ser un explorador, alguien que se adentraba en su propia fisicalidad y psicología para descubrir nuevas formas de movimiento y de expresión. En correspondencia con esta idea, sustentaba que el movimiento debe surgir de la necesidad interna del bailarín, quien debía encontrar la inspiración y la motivación dentro de sí mismo, en su propia experiencia y en su propio ser creador.
Pudiera parecer que estamos en presencia de una paradoja, quizás cierta, por un lado, el legado metodológico y técnico de Graham para concebir el entrenamiento corporal y calidad de presencia del danzante (“contraction-release” como principio fundamental de su técnica) y, por otra parte, todo lo que nos propone como propiedad innata del sujeto danzante, desde su motor de pesquisa expresiva en el interior; al anotar que el trabajo del bailarín era “una búsqueda constante de la verdad y la autenticidad, un proceso de autoconocimiento y descubrimiento”.
Desde el punto de vista ontológico, al hablar de posibilidades del cuerpo danzante, en las aportaciones de Graham se presentan dos conceptos: el esquema corporal y la imagen del cuerpo asociadas “a lo técnico” y/en correspondencia con el esquema coreográfico (explorar movimientos asociados a una idea, un concepto, una historia o estilo específico de danza). El esquema corporal es una realidad de hecho, en cierto modo es nuestro vivir carnal al contacto del mundo físico. Es una representación del cuerpo, una idea que tenemos sobre el cuerpo danzante y sus diferentes partes y sobre los movimientos que podemos hacer o no con él.
Para la Escuela Cubana de Danza Moderna, concretada en el hacer de nuestras maestras y maestros, tanto de los que ya no están en vida o en nuestra tierra, como de los que hoy por hoy son ejes necesarios en los procesos formativos en las academias de nivel elemental, medio y superior, o en algunas agrupaciones profesionales, el reacomodo del legado Graham sigue siendo misión y ocupación cotidiana.
Por estos días, también en correspondencia con la agenda de actividades académicas programadas por el Centro de Danza de La Habana dentro de “Los Días de la Danza”, en la Escuela Nacional de Arte y en la Facultad Arte Danzario de la Universidad de las Artes, el asunto de las “exploraciones cuerpo-mente sobre el trabajo técnico del bailarín” ha sido fundamental. Docentes y especialistas han regresado a los programas de asignaturas y disciplinas que desde la fundación de la Enseñanza Artística de la Danza en Cuba fueran rectores de las dinámicas formativas, hasta su asociación a los itinerarios que actualmente rondan los sistemas más avanzados de entrenamientos y la condición principal de la técnica de la danza como capacidad infinita de búsqueda en la construcción de la presencia escénica de los danzantes.
Para la Escuela Cubana de Danza Moderna, el reacomodo del legado Graham sigue siendo misión y ocupación cotidiana.
Es así que las secciones de trabajo artístico pedagógico trajeron muchos recuerdos, anécdotas y nombres imprescindibles dentro de la historia de la danza cubana. Recordar a Lorna Burdsall cuando enfatizaba que, para Graham, en la jerarquía de encontrar “voz propia y verdad en el movimiento”, no se trataba simplemente de imitar o seguir las instrucciones de un coreógrafo, sino de emprender una visión y una interpretación personal del movimiento, de la acción y de la danza misma. También para la gran maestra, abogar por la creación como acto de resistencia contra la rigidez y la opresión a través del movimiento, le posibilitaba al bailarín expresar sus emociones y su subjetividad de una manera no verbal, desafiando las normas sociales y culturales que limitaban la libertad de expresión y de pensamiento.
En este sentido, Martha Graham la memoria ancestral, la autobiografía de la artista, deja por sentado que, en el trabajo del bailarín, su exploración cuerpo/mente, sus modos constructivos de presencia, hay una dimensión ética y política para tratar al cuerpo, a la profesión. Para ella, se debía tener una mente abierta y un corazón generoso, capaz de conectarse con su propia humanidad y la de los demás, de romper barreras y de construir puentes a través de la danza.
Una obra coreográfica de amplio espectro (lo confirman sus más de doscientas piezas), un legado pedagógico medular para la formación disciplinar del “cuerpo dócil” y narrante de sus aconteceres. Evidencias de la magia escénica que crea la danza, de las maneras de “transportar al público a otra dimensión y dejarlos sintiendo algo profundo y poderoso”. Para ella, la danza era una forma de comunicación universal que trascendía las palabras y las barreras culturales, y que tenía el poder de conmover y transformar a las personas.
En su casi un siglo de existencia, Martha Graham pasa de irreverente, incomprendida, vitoreada, perpetuada. Apreciar cómo su obrar en la danza va más allá de la movilización de los dispositivos inherentes del trabajo del bailarín para asegurar que la danza no es una simple práctica artística. Es un proceso permanente de exploración, de descubrimiento y de expresión personal, social, comunal y política con el poder de transformar al mundo y conectar a los humanos, fuera de credos, razas, filiaciones ideológicas y maneras de concebir la coreografía, las técnicas corporales, el propio movimiento y la danza toda.
Dentro de nuestras acciones en “Los Días de la Danza”, a más de treinta años de la partida física de Graham, celebrante es volver a su legado; advertir cómo continúa inspirando a bailarines, coreógrafos, pedagogos, pensadores en Cuba y en todo el mundo para enseñarnos como a Baryshnikov, que “solo la luz que danza permanece”.
Deje un comentario