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Martí crece


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Es indudable que, tras su muerte en combate, Martí ha vivido un sostenido crecimiento en el interés y en la atención de numerosas personas y pueblos diversos. A lo largo del siglo XX fue un símbolo de la nación para los cubanos, el líder de nuestra historia por la independencia, un referente obligado de las letras en lengua española, y a la segunda mitad de aquella centuria, con la Revolución Cubana, vio nacer un afianzamiento de su imagen como el revolucionario modélico de su tiempo, el precoz antimperialista, el latinoamericanista seguidor de Bolívar.

Durante su larga estancia en Nueva York, los sectores ilustrados de nuestra América siguieron frecuentemente sus crónicas acerca de Estados Unidos, por lo que su condición de periodista fue bien conocida entre ellos y públicamente admirada en más de una ocasión. La obra poética martiana cobró importante dimensión entre los estudiosos de las letras hispánicas desde comienzos del siglo XX, mientras que más de uno de sus poemas fue incluido en libros escolares de varios países hispanoamericanos, musicalizado alguna vez y memorizado a menudo. Y aunque minoritarios, también hubo estudiosos y admiradores de su obra en varios lugares de Europa y en Estados Unidos. No fue, pues, Martí un desconocido dentro y fuera de Cuba antes de 1959. 

La Revolución en el poder potenció esa presencia martiana en Cuba y por el mundo al adscribirse a su ideario y al promover su obra mediante enormes tiradas de todo tipo. Culturas y pueblos muy diferentes se han ido interesando desde entonces por la personalidad del Maestro, al punto de que hoy disponemos de ediciones de sus escritos y del trabajo de importantes académicos de casi todas las naciones de Europa, del mundo árabe e islámico, y de países de numerosas poblaciones y muy antiguas culturas como India, China, Japón y Viet Nam. No hay dudas de que hoy Martí es un hombre universal.

Por eso no son sorprendentes los resultados de la segunda Conferencia Internacional “Con todos y para el bien de todos”, convocada por la Oficina del Programa Martiano, con el coauspicio del Centro de Estudios Martianos y de la Sociedad Cultural José Martí, además del apoyo de la Unesco, que tuvo lugar en La Habana del 25 a 28 de enero.

Con una amplia agenda deseosa de impulsar el intercambio de criterios y experiencias, la respuesta de los asistentes en cuanto a cantidad y diversidad de nacionalidades fue, de por sí, una muestra de las notables presencias e influencias de Martí en la vida contemporánea. Más de 700 participantes de 51 países así lo atestiguan. Sin embargo, no se trata solo de esas cantidades sino también de los temas abordados. Ellos fueron referidos a los grandes problemas de la humanidad contemporánea que pudieran sintetizarse en la crisis civilizatoria en que el capitalismo ha sumido a la humanidad y al planeta, que no es solo económica, política, de innumerables aspectos sociales como el enorme crecimiento de la riqueza en cada vez menos manos, sino también de ideas, de valores, de proyectos.

No se trata, en modo alguno, de que entre los asistentes a la Conferencia con motivo del aniversario 164 del natalicio de Martí haya existido uniformidad de intereses representados, de criterios o de ideologías. Variedad de culturas, de religiones, de filosofías, de posturas, de clases sociales se encontraron en la reunión. Una buena parte de ese público no eran tampoco académicos dedicados al examen de la obra martiana, aunque los hubo también y de muy destacada trayectoria. Lo importante es que, por una u otra vía, se sintieron llamados por la palabra martiana para afrontar los asuntos que les preocupan.

Todo ello no es mera casualidad, ni siquiera la marcada preocupación en la gran mayoría por los más disímiles aspectos de esa que he llamado crisis civilizatoria. Es que Martí se convierte cada vez más en un referente necesario para asumir una imprescindible perspectiva crítica, por el bien mayor del hombre, como él señalara era el objetivo mayor de la guerra iniciada en Cuba el 24 de febrero de 1895 contra el dominio colonial. Su gran proyecto de liberación para Cuba y nuestra América, y para toda la humanidad moderna —como él dijo—, la profunda eticidad humanista de su pensar y de su actuar, su fe en la capacidad de mejoramiento de las personas y en la utilidad de la virtud sostenida en una muy realista comprensión de cuán falible es el ser humano y de cuán abestiada puede llegar a ser la condición de nuestra especie, son factores que explican la atracción actual de sus ideas y por su conducta.

El hombre más puro de la raza, como le describió hace mucho uno de sus admiradores —y aludía así a su linaje latinoamericano, sin sombra alguna de racismo al emplear la palabra raza—, demuestra que no anduvo desacertada aquella gran poetisa chilena que fue Gabriela Mistral al considerarlo una mina sin acabamiento. Los dos pilares básicos de su razón de ser, esa ética de servicio humano y su filiación con los pobres de la tierra donde quiera que estos se hallaran, son quizás las razones de esa perdurabilidad martiana, que crece por días.

Por eso su lema para la república cubana que quiso fundar, “Con todos y para el bien de todos”, y que era la manera de liberar a la colonia con pocos y para el bien de muy pocos, se ha tornado en inteligente y valedera síntesis por la pelea de hoy por un mundo mejor, al que hay que hacer posible, como lo intentó el Maestro. Así, pues, han hecho bien los organizadores de la conferencia en valerse de esta frase suya, inclusiva y a la vez portadora de la necesidad de cambios para el bien de todos y no para unos pocos, que insensatamente nos llevan al abismo como especie.  

Vale entonces que la Declaración Final del Consejo Mundial del Proyecto José Martí de Solidaridad Internacional, con la que dio término la segunda Conferencia Internacional “Con todos y para el bien de todos”, urja a gobernantes, parlamentarios, a la sociedad civil, a la comunidad en su conjunto y en particular a los jóvenes, a enfrentar de manera apremiante los grandes problemas de nuestro tiempo, y que igualmente ese documento llame a estar conscientes de que por primera vez en la historia puede llegarse a un punto de no retorno en cuestiones sociales y medio ambientales que afectarían irreversiblemente la vitalidad de la Tierra.

Valen también los formidables recordatorios en ese cónclave de Frey Betto a incorporar los valores de la ética martiana y el llamado de Pepe Mujica a la humildad, realismo y el actuar para las mayorías que ha de caracterizar a quienes se consideren revolucionarios. Vale la Conferencia para quienes nos dedicamos al estudio de la obra martiana en cuanto a reiterarnos la importancia de nuestras labores y el sentido de servicio que ha de presidirlas, y vale también para que cada cual que se sienta enamorado por la escritura del Maestro haga voto de fe y de conciencia de su magna empresa para desuncir al hombre, y para ajustarla en su propia sociedad a una forma de vida contra las opresiones, discriminaciones y violencias.

En cada lugar del mundo, en cada sociedad, en cada cultura a trabajar con todos y para el bien de todos, por el bien mayor del hombre, por el equilibrio del mundo y por la verdadera libertad para todos.


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