Maykel Casabuena Ruiz: Por una sociedad basada en el pensamiento y el análisis inteligente


maykel-casabuena-ruiz-por-una-sociedad-basada-en-el-pensamiento-y-el-analisis-inteligente

Inquieto, creativo, puro nervio, lleno de planes literarios y de argumentos de aventura que emularían al propio Emilio Salgari y hasta a Julio Verne. Maikel Casabuena, (1) pese a su juventud, ya tiene una seria andadura en el campo de nuestras letras para la infancia. Por si fuera poco el compromiso de sus letras en El cuervo amarillo, Lorenna y la fuente, ya lo muestra en un ejercicio de escritura superior, en una excelente historia que se desarrolla en dos tiempos y con un mismo objetivo: demostrar la marginación de la mujer como profesional de la música por los tabúes y valores establecidos. Su última novela, que tuve la ocasión de premiar como parte de un jurado, lo revela con un potencial creativo que ya se extraña en nuestras letras y es el de llevar al lector a un mundo que, de lo cotidiano, se vuelve hacia la aventura, en un estilo impecable, que demuestra otra madurez y que consigue atrapar a su lector. De sus razones e inquietudes. De sus miedos por el futuro. Sueños y anhelos por la infancia cubana a veces sometida a la deshumanización de los tiempos modernos, conoceremos en este diálogo, que nos acerca, sobre todo, a su fina sensibilidad como creador y ser humano.

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?

Esto viene a ser lo que la Santa Trinidad para los teólogos: un rompecabezas, donde los conceptos son independientes en sí mismos y a la vez parten de un todo. Primero hay que tener en cuenta la cantidad de apropiaciones que se han hecho los niños a lo largo de la historia, y la cantidad de libros —pensados para niños— a los que muchos adultos han echado garra. Dichas transgresiones ya ocurrieron, ocurren y seguirán ocurriendo. Pero la frontera existe, es indiscutible. Y más que definida por el tono de las historias, o por el nivel de complejidad del lenguaje con que se escriben —sopesando además la estructura— pienso que lo que define una historia a uno u otro lado de la frontera, es a quién interesa lo que se cuenta —y aclaro que es un criterio muy personal. No creo que a un niño le interese la narración de un personaje que llega a casa exhausto del trabajo, enajenado de la vida miserable que le ha tocado, mientras su jefe desfalca la empresa y él vive el doble conflicto de mantenerlo en secreto por un mísero soborno —en comparación con lo que el otro roba— pero que necesita porque su hija, una joven que puede lograr lo que él no pudo, está a punto de comenzar en la universidad… Y dudo mucho que a un adulto lo atrape un cuento —aunque esté escrito en un tono agresivo, con un lenguaje elevado y en tiempos paralelos— sobre el pollito Pío-Pío que se perdió en el bosque… ¿Se imaginan? Lo ideal sería la inexistencia de esa frontera, que pudiéramos denominarla así: Literatura para personas; podrías encontrar lo mismo a un adulto leyendo con verdadero placer el cuento de Pío Pío, que a un niño compadeciéndose del personaje atormentado por su doble conflicto… La utopía del pensamiento humano en su más alto grado de comprensión, pero como dije: utopía al fin y al cabo.

¿Qué piensas de la infancia?

Pienso que hay que cuidarla, so pena de seguir recortándole su tiempo, a pesar de lo que afirmen los especialistas en la materia —que si ahora la adolescencia es hasta los 20 y otros disparates—, pero en la praxis, casi ningún niño de los 11 años en adelante reacciona a los estímulos que están designados para su edad. La llamada inocencia de la infancia ha cambiado; ellos no somos “nosotros” a aquella edad. Por ejemplo —y sin alardes de profeta—, auguro que en una veintena de años, de continuar el ritmo social a que nos arrastra la vida, un niño se desentenderá de símbolos tan clásicos de la infancia como son los payasos, los títeres, las mismas canciones infantiles —solo por citar ejemplos, pues he visto a niñitos de 5 años contonearse al ritmo de un reguetón— y lo peor es que los adultos no parecen darse cuenta, incluso, muchos padres y familiares instan a los niños a imitarlos en sus propios gustos y preferencias, porque años atrás, hicieron lo mismo con ellos —padres muy jóvenes, por supuesto. Las consecuencias sociales de esta “mutilación” de la etapa más espléndida de la vida, no se harán esperar. Otro golpe que sufren los niños es el ostracismo con respecto a las tradiciones más autóctonas, que se van deformando, perdiendo en cada ciclo generacional —vivo en un pueblo de tradición parrandera y muchos niños pequeños, jamás han visto una carroza, solo las conocen por referencias— y entonces… ¿cómo no vislumbrar el peligro si es consabido que un pueblo sin pasado —sin raíces— no puede tener futuro? El presente es tan convulso —no solo a nivel de nación—, y todos están enfrascados en busca de soluciones inmediatas, tan ciegos en el “hoy”, que muy pocos se detienen a pensar con objetividad en la generación del mañana. No decreto que no se hagan cosas a favor de los niños por todo el país, pero no es suficiente, no alcanzan… Contradictoriamente, son ahora los niños de las urbes los que tienen más opciones de seguir siendo niños debido a la variedad. ¿Pueden creer que en donde vivo solo quedan vestigios de lo que fue un parquecito de diversiones; o que la mayoría de los niños jamás han asistido a una función de títeres? Entonces… ¿qué hacen para entretenerse, para comportarse como niños? Pues…, lo que pueden, en la mayoría de los casos, apropiarse del entretenimiento de los adultos. ¿Con qué nutren su intelecto en formación…? Con enlatados mediocres y otras bazofias, los mismos que consumen los adultos, y esto descarta a los libros casi totalmente.

¿En tu concepto los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?

Creo que mucho menos —desde mi experiencia como ente social así lo atestiguo. Aunque, bien que puede ser un caso aislado a nivel de provincia, municipio o simplemente del pueblo donde vivo, pero hasta el momento, nada me hace cambiar de parecer. Los ejemplos hablan por sí solos. Hace unos pocos días estuve presentando una novela en un centro mixto de estudios; a los alumnos les interesó visiblemente, pero ese interés tiene varias etapas y todo escritor que ha presentado libros con un público dirigido sabe a lo que me refiero; etapas que varían desde prestarte atención, calladitos, por simple cortesía, hasta entusiasmarse y brincar en los asientos mientras el aula retumba con un murmullo de colmena. Si valoramos estas etapas del 1 al 10, digamos que esos alumnos estaban en la fase 6. Hasta ahí todo perfecto, pero un muchachito de rostro avispado me salió al encuentro con un ataque de sinceridad: “¿Y por qué no llevan ese libro a la televisión para poder verlo…?” Les dejo las conclusiones a ustedes. No es de asombrar. Si ponemos en una balanza el número de títulos destinados al público infantil y juvenil que salen anualmente en todo el país, contra el bombardeo de series Manga —tan de moda por estos días—; los videojuegos híper tecnológicos Play-Station 3 y X-BOX 360; las sagas al estilo Potter y Twilight; los juguetes articulados que funcionan con baterías; la oleada de iPhones, tabletas y simples memorias MP3…, pues, invariablemente la balanza se inclinará a favor de lo más fácil, y leer e interpretar, conlleva esfuerzo. En mi tiempo de infante —y aclaro que solo tengo 33 años— tenía un televisor ruso, en blanco y negro, y la programación para los niños empezaba a las 6 de la tarde, hasta las 8 de la noche; claro que había juguetes, como en todas las épocas; también el cine solía funcionar con regularidad… pero entonces pasaba frente a la librería del pueblo y me quedaba embelesado con las cubiertas de los libros para niños, armaba una perreta y conseguía mi objetivo: regresar a casa con un cargamento de títulos… y una sonrisa, porque sabía que iba a disfrutarlos —todos recuerdan la “calidad” de la TV y el cine de los 80, ¿verdad?—, sin embargo, las historias que vivía a través de los libros eran originales y sin copia, como se suele decir. La primera opción de aquellos años era la literatura; 10 mil ejemplares —por lo regular— en cada tirada, podían causar ese efecto. Gracias a ello tengo en mi haber casi toda la colección Biblioteca Escolar y Juvenil de Gente Nueva; títulos como Papá de noche; La historia interminable; Los pájaros de la noche; El nuevo Gulliver; El bosque de los pinos gigantes… Sin exagerar, lo que soy en el presente, se lo debo en gran medida a esos libros, a la manera en que moldearon mi personalidad y me prepararon para el futuro. Así que temo, temo mucho el efecto posterior que tendrá sobre los niños y jóvenes lo que consumen hoy.

¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

En primer lugar, escapar de los lugares comunes con otros medios, porque a fin de cuentas, ¿qué sentido tiene escribir sobre lo mismo —y más que sobre lo mismo— con idéntico tono? Sería como una pelea de león contra mono amarrado. Pienso que —como han hecho siempre los buenos escritores a lo largo de la historia— se debe transgredir el tiempo, adelantarse en cuanto a temáticas y formas de contar —por suerte los guionistas nunca son tan profundos. Si tenemos en cuenta que el cine de Ciencia Ficción que se hace por estos días está desfasado en décadas —por no exagerar— con respecto a la literatura del mismo género, tienen el caso de “John Carter”, que además, es de lo peorcito que hizo Edgar Rice Burroughs, pues se le conoce mayormente por su obra de Tarzán, entonces, la competencia la define la historia en sí misma, su completa autenticidad. Es consabido que existen pocos temas para abordar, la distinción la marcan la forma, el estilo, la propia originalidad del discurso…, pero si usted va a escribir una historia de terror, por ejemplo, déjele las impresiones puramente gráficas al cine y la TV de tercera clase, váyase por la opción de la historia, juegue con la atmósfera y cree en palabras lo que sería imposible graficar, sugestione al lector, oblíguelo a pensar en conceptos que no ha imaginado jamás y hágalo partícipe de una conclusión que le estremezca hasta los huesos, sencillamente, porque los otros medios nunca se lo han mostrado. Lo único que nos puede salvar de la extinción —y más aún con el público infantil, por lo expuesto anteriormente— es la autenticidad, lo originales que seamos a la hora de fabular las historias que escribimos para ellos.

¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?

Por supuesto. Negarlo sería de hipócritas. No hablo por todos, pero imagino que les ocurra lo mismo. Al final es pura ficción, pero… ¿qué nos motiva realmente a escribir? Odiaría pensar que somos tan impersonales y fríos de crear algo totalmente ajeno a nuestras vidas y realidad inmediata. Claro, usted puede argumentar entonces… ¿y qué de la literatura fantástica, o de la ciencia ficción? Luego puede indagar en la vida y obra de Tolkien y verificar la relación entre El señor de los anillos y su entorno social imperante. No voy a disertar sobre el tema, pero cada personaje responde al momento histórico que se vivía. O calcule la intensidad de la obra de Bradbury, cuando dos astronautas, tras un desperfecto de la nave y atravesando la atmósfera de un planeta extraño en dos cápsulas de escape, a sabiendas de que perecerían, todavía discutían sobre quién había sido el culpable de su situación actual. Casi una tesis sobre la naturaleza humana. Para ser más explícito, soy todos y ninguno de los personajes de mi obra; los creé, son fracciones de mi conciencia, partes de un todo, sean buenos o malos o una fusión de ambos. El origen de cada historia, sea cual sea su género, nace de mi “yo” más intrínseco, por lo tanto, los personajes de esas historias responden al mismo principio. En mi próxima novela —la primera publicada pero no la última— aparezco en casi todos los personajes, pero en especial, el que cuenta la historia: Enrique (Kiki “rollo de alambre”). Es una historia de aventuras, de búsqueda de barcos hundidos, de tesoros ocultos. Es una historia de viaje, de peligros y naturaleza viva... y en especial, sobre la tenacidad del espíritu humano. Pero esto tuvo su origen en la infancia; en los amigos —los buenos amigos de aquellos años—; en los tesoros que escondimos, para después buscarlos entusiasmados con mapas hechos por nosotros mismos; en las leyendas locales de una rica tradición popular; en la inocencia característica de los 80 cuando creíamos que todo era posible; y en la ilusión con que viví esa etapa de mi vida, aunque jamás haya encontrado ni una moneda herrumbrosa.

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

No sabría decirlo, pues no imagino el estereotipo de autor para niños. La imagen que proyecta el cine sobre los escritores jamás rebosa la copa, es caricaturesca, podría decirse… Ya ni hablar de la televisión. En mi experiencia personal, el mundo interior de un escritor para niños es una galaxia desconocida para la mayoría de la gente —la inmensa mayoría— y las vagas ideas que la gente tiene sobre nosotros, responden a los arquetipos más arcaicos. Entonces nos ven en las ferias, durante las presentaciones, en los festivales del libro de la montaña —en mi caso particular—, nos miran de reojo, con cierto recelo, como preguntándose: ¿Y este es un escritor para niños? Ahora, si tengo que imaginar —o fabricarme— un modelo a seguir, pues, quisiera pensar en la visión romántica de un autor que anda siempre con la cabeza en las nubes, viviendo entre los cohetes y las estrellas; un autor que se hace querer por los niños cuando los invita a ese viaje fabuloso de la imaginación; un autor incomprendido hasta por los de su propia especie, los que escriben otra literatura, pues crear para niños es estar en la dimensión X —como la calificaran H. Kuttner y C. L. Moore en su cuento “Mimosos se atristaban los borloros”—, y vivir en esa dimensión, es como estar enajenado del mundo y sus trivialidades.

¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

Es algo parecido a la memoria celular, siempre va a estar ahí, influyendo desde el subconsciente aunque no lo quiera. Puedo luchar contra ello, enojarme cuando reconozco que en determinado pasaje, hice un paralelo con tal obra y que un código específico es idéntico al de más cual historia. Claro, para algo existe la (re)escritura… pero no deja de ser molesto. No obstante, ya mencioné algunos de los títulos que definieron mi personalidad, y es evidente que, aunque de forma muy ambigua, estén vigentes en mi obra. Sin embargo, les doy un consejo, sin caer en plagios o desfalcos de ideas… Si hay algo que nos podemos robar de esos autores clásicos y contemporáneos que más han brillado, es el espíritu que late en sus libros, lo que les brinda ese aliento de vida, el sentido de universalidad, el discurso honesto —literatura para niños y no sobre niños que en realidad es para adultos y algunos muy intelectuales— y tomando estos factores, se baten formando un coctel y tendremos como resultado el elixir de la inmortalidad.

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

Sin querer ya he mencionado algunas, pero hay muchas más —hubo una época en que me leía un libro a diario—, pero solo mencionaré los más memorables: Cuentos del bosque frondoso, Konrad, El Hobbit, Me importa un comino el rey Pepino, Oros viejos, Cuentos del vampiro, Cartas desde la selva, Cuentos para jugar… De la literatura rusa, tan pródiga por aquellos años, me leí cada libro de ciencias que se publicó para niños y de ficción, me gustaron mucho los Cuentos voladores, Las aventuras de Denis, En un viejo desván, La ballena… ¡muerde!, Luces en el río… Puede que me faltara alguna de todas las publicadas en el país, pero estoy seguro que devoré más de 50 antologías de Ciencia Ficción, entre rusas, norteamericanas y cubanas. Y del patio, los clásicos, por supuesto; además de títulos como El misterio de las cuevas del pirata, La aventura de la cruz pinera, Inventarse un amigo, toda la colección de F. Mond sobre los Koradianos; Los mundos que amo y Fábulas de una abuela extraterrestre, El telescopio de David

¿Quién es tu héroe de ficción?

Indudablemente, se trata de Bastián Baltasar Bux, por su condición de anti-héroe. Un niño común, con problemas de comunicación e incomprendido en la casa y la escuela, y no obstante, con una imaginación y una fe en la fantasía que no guardaba relación con su realidad inmediata. Podría decirse que es un modelo consecuente con buena parte de los niños. La proyección psicológica del personaje, a mi entender, responde a las actitudes humanas más estándares, pues de la mitad del libro en adelante, cuando Bastián reconstruye Fantasía partiendo de su último grano de arena, lo hace con su propio ideal, “su” fantasía… y tal sentimiento de propiedad lo lleva a la idea de pertenencia; con magistral manejo su autor convierte a un personaje enclenque, inseguro y temeroso, en el portador de un poder que, como todo ser humano bajo esas circunstancias, se transforma; así que Bastián termina en un conquistador, en un personaje negativo, que no obstante, no podemos dejar de admirar, rompiendo así el autor los esquemas imperantes sobre los estereotipos habituales de un héroe para niños.

¿Quién, tu villano?

Esta es difícil, pero de entre todos los villanos —al menos los que recuerdo con más claridad—, me quedo con el Largo John Silver. Sé que es un clásico y quizás el predilecto de muchos otros, pero eso solo demostraría lo bien equilibrada que está su caracterización, a tal punto, que los que crecimos a la sombra de esas historias, no podemos imaginar un mundo sin personajes de su talla.

¿Cómo insertas tu obra dentro de la llamada literatura infantil cubana?

Es quizás la peor de las interrogantes, porque la autoevaluación casi nunca deja buenos resultados. Quiero pensar que mi obra —que aún no es tan extensa— viene a ser otro ladrillo en la pared de la literatura infantil cubana, que cumple un propósito, el de la diversidad, siempre a favor de la cultura nacional. He estado y estaré en contra de los dogmas y “las modas” en cuanto a temas y estilos. Y en cuestión de libros, siempre hay un público para cada obra, sea cual sea su nivel de complejidad o prioridad temática. Lo que hace rica la cultura —en este caso literaria— es la variedad; incluso la polémica entre autores, cada cual seguro de tener en sus manos las tablas de la ley sobre lo que gusta más y lo que no. Me identifico mucho con el concepto de identidad de un autor, que se le reconozca mediante patrones comunes en su obra, pero hasta el momento, eso no va conmigo, porque mi primer libro no tiene nada que ver con el segundo, y el segundo, nada que ver con el tercero… Sin que me avergüence decirlo, confieso que soy un escritor aún en busca de su identidad —a lo mejor es que seré versátil, lo que haría más difícil mi carrera. Sin embargo —y como ya se habrán percatado— tengo una gran debilidad por la Ciencia Ficción, la Fantasía y la Aventura, pero en la praxis, solo un título de estos géneros novelísticos. ¿En proyectos futuros…? De todo, aunque ya reconocí que, a pesar de iniciar en el cuento, soy un novelista por excelencia. Al final, el tiempo mismo terminará juzgando mi obra en el panorama de la literatura infantil cubana y ya los críticos se encargarán de clasificarme como escritor versátil o con identidad definida… Ahora mismo eso no me preocupa mucho, pero lo que sí me quita el sueño, es sacarme de la cabeza —directo al papel— todos los proyectos de libros que me rondan como fantasmas… y publicarlos, por supuesto.

¿Qué es lo que te enciende emocionalmente-creativamente?

Cualquier cosa, por más insignificante que parezca. Pero la mayoría de las ideas se me han ocurrido durante viajes. No puedo recordar exactamente en qué momento y cómo, tan solo un estado de trance y cuando regreso, ya estoy ultimando los detalles de lo que algún día se convertirá en un nuevo libro. Hago los apuntes donde sea, pero la mayoría, los escribo en mi memoria. Quisiera definirme —como mencioné anteriormente— por una identidad específica, pero la culpa de no conseguirlo es precisamente de las ideas, que llegan en oleadas y sobre los temas más disímiles. Las ideas no se pueden controlar, pedir por catálogo o que respondan estrictamente a lo que me gusta escribir… Llegan y ya, tan solo puedo escoger cuales desarrollar y cuales no; también formo híbridos —uso muchísimo esta técnica—, combinar dos o más ideas en una sola historia que respondan a la misma unidad temática. Así que tengo proyectos de libros —hasta con lujo de detalles— en casi todos los géneros de novela, desde temas puramente sociales e hiperrealistas, hasta las fantasías más alucinantes. Y es que quiero creer en esa vieja filosofía de que las historias están vivas, que flotan en el aire y les pertenecen a quien las agarre. A fin de cuentas, lo más importante es lo que se cuenta, la experiencia que dejaremos en los jóvenes lectores.

¿Qué es lo que te desanima?

Nuestro país tiene décadas de atraso en lo referente al estudio de mercado —por no decir que apenas se practica— y eso va en contra de las ventas y la publicidad. Existen autores por todo el mundo bien entrenados en qué desea leer exactamente el público para el que escriben —ahí tienen el caso de Stephenie Meyer—; por eso en Cuba se sigue haciendo, por lo general, una literatura más auténtica, que contrasta un poco con los intereses y gustos que claman hoy la mayoría de los niños y jóvenes… intereses y gustos “importados”, ¿pero qué se le va a hacer? También están los títulos heredados de feria en feria, a petición del público lector —o mejor dicho: por los padres del público lector… Y se quejan cuando no se imprime Había una vez o La Edad de Oro. En declive ya van quedando Oros Viejos y Corazón. Son geniales, no lo discuto, pero… ¿hasta cuándo? A veces me pregunto para qué o quién escribo. Esto denota estancamiento, no entre los escritores —¡para nada!— pero sí en el público lector… Y honestamente, esto puede ser peor. Ahora, si ya mi situación geográfica de por sí es difícil, imagínense la de un autor para niños, que además, cultiva géneros y estilos que muchos consideran polémicos —y hasta medio excéntricos— para esas edades. Cuando me invitan a disertar sobre algún título inédito u otro en el que aún trabajo, es comparable a exponer el concepto de futurismo entre los habitantes de una favela brasileña. Pero lo que más me desanima es quedar como un paria ante el público lector cubano y mis colegas. Sin embargo, tengo fe en abrir nuevos horizontes y desde nuestras propias raíces, sin la necesidad de importar los códigos archiconocidos en estos géneros. Una amiga me confesó en una ocasión —la editora Norma Padilla—, cuando le exponía mis planes y sueños, que de escribir esos libros no se quedarían en las medias tintas…, o triunfaban, o serían un completo fracaso. Solo espero que la primera opción sea la que gane.

¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

Todos los que contribuyan a formar una sociedad basada en el pensamiento y el análisis inteligente; todos los que nos hagan idealizar un mañana pero sin olvidar nunca el pasado, lo transitado hasta llegar aquí, al ahora —de lo contrario… ¿qué nos impediría volver sobre los pasos asumiéndolo como un camino nuevo? Por más secretos que se develen en estos tiempos de ciencia, por más misterios que desaparezcan y nuestra población infantil y juvenil se torne más lógica y menos ilusa, más áspera y menos dócil, siempre hará falta la necesidad de soñar —no imagino una infancia sin ilusiones, sin enigmas o asombros. Pero, el principal atributo moral que debe portar un libro para niños o jóvenes —creo yo—, es el que despierte la sensibilidad humana, nuestra capacidad de sentir, que a fin de cuentas, es lo que nos caracteriza como especie y Leitmotiv de casi todas las historias de ficción.

Aparte de tu profesión actual, ¿qué otra cosa te hubiera gustado ejercer?

Aclaro que no vivo de los libros —que más quisiera, pero es una quimera para la mayoría de los escritores del mundo— y mi profesión de sustento es la fotografía. Sin embargo, con las nuevas posibilidades que brinda la tecnología de la imagen digital, abogando además por insertar un nuevo estilo en el campo de la ilustración infantil, pues, si volviera a nacer, a lo mejor me convertía en fotógrafo-ilustrador de libros para niños.

¿Qué profesión nunca ejercerías?

Cualquiera relacionada con el burocratismo… Sobran las explicaciones.

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

Este es un tema para un libro en particular. Ahora, por referencias —y no pocas quejas— que me son cercanas de muchos autores…, si un escritor tiene, tras culminar su obra, que presentar un borrador escrupulosamente limpio hasta en los mínimos detalles de estructura y forma —sin hablar ya de corrección—, entonces… ¿qué función cumplen los editores? Que no se me malentienda, no es una crítica a quemarropa ni una generalidad, porque además, tengo varios amigos en este campo, pero a veces los editores no abarcan a plenitud el concepto “Editor”. Por ejemplo, en el mundo mega-desarrollado existen comodidades y entretenimientos tecnológicos que para nosotros todavía están en el campo de la ciencia ficción y sin embargo, la industria de los libros —impresos— se mantiene y es rentable. ¿Cómo lo logran? Pues, como industria al fin y al cabo, cada cual cumple su función a plena capacidad: el escritor —al estilo del tipo de literatura que ya mencioné— se enfoca en encontrar una historia con filo y escribirla sin preocuparse por nada más que no sea la historia en sí misma; el diseñador gráfico —o de cubiertas— se orienta en conseguir que el libro te llame por sí solito desde el estante y el editor —lo dejé para último por razones obvias— toma el desorden de cuartillas que le deja el escritor, ve entre líneas una historia con posible venta —que él sabe no podría escribir nunca, porque no es creador— y finalmente le da forma de libro, coherente y lógico, acorde a los códigos “requetearchiprobados” que el público de esos países acostumbra a leer. Luego la publicidad se encarga de hacer lo suyo, con un arsenal de experiencia en la materia. Esto tampoco es una crítica abierta a ese sistema, porque a fin de cuentas, funciona; pero sí opino que tomando lo mejor de ellos y sumándole lo mejor de nosotros, se podría crear finalmente un tipo de industria que se mueva sin tantas divisiones internas, porque al final, el más beneficiado será siempre el público para el que trabajamos.

Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

No escogería ninguno de los que he escrito, eso es un hecho. Respeto mucho la literatura para cometer semejante atrocidad. Y con respecto al naufragio, habría que valorar… Primero, si se trata de un naufragio común y corriente o una hecatombe al estilo Noé; segundo, si dispongo para escoger de un número de libros ocasionales, o de todos los títulos que se han publicado hasta entonces, como último testimonio escrito de la humanidad –un poco extremista el ejemplo, pero válido ya que solo estamos teorizando. Y tercero, si se trata solo de libros infantiles o literatura en general. Como no estoy seguro, fusionaré un poco las tres variantes, priorizando la tercera… solo libros para niños y jóvenes –también cuentan las apropiaciones: La historia interminable, La isla del Tesoro, La máquina del tiempo, Los mitos de Cthulhu (compilación de cuentos), El principito, Papá de noche, Los pájaros de la noche, María Virginia está de vacaciones, Cecilia después o… ¿por qué la Tierra? Y el 10 (¿…?) nota: lo dejo en blanco, porque acabo de comprender que en diez títulos no puedo, de verdad que no; que este espacio vacío le sirva a todos los libros que por algún avatar he olvidado momentáneamente, de los que me voy acordando justo ahora y los que recordaré después. La literatura para niños y jóvenes no cabe en un baúl tan estrecho.

 

 

Nota

(1) Sancti Spíritus, 1980. Escritor. Obra publicada: El cuervo amarillo, Editorial Gente Nueva 2005 (Premio Edad de Oro 2004); Lorenna y la fuente, Editorial Cauce 2012. El cuento “Héroe” aparece en la antología Cuentan que de amor un día, Editorial Cauce 2012; “Una luz en el ático”, en la antología Rumor de almendros, Ediciones La Luz, Holguín, 2013; Premio Oriente de Literatura Infantil 2012 por la novela de aventuras para niños Más allá de las 3 bocas, en vías de publicación por la Editorial Oriente.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte