Como apuntamos en el trabajo anterior: Orígenes y fundaciones, la villa de San Cristóbal de La Habana más que un acto fundacional vivió un proceso fundacional extendido durante cinco años (1514-1519) y por ello, la ciudad de las columnas, como la calificara Alejo Carpentier, está inmersa en su jornada de medio milenio que ha de concluir en 2019 con los más floridos festejos.
Puede considerarse como la primera edad de la villa al período entre su nacimiento y el año 1607, es decir, básicamente el siglo xvi. En este espacio de tiempo encontraremos los pasos que, poco a poco, van perfilando a La Habana como un núcleo poblacional importante. Muestra de ello son los ejemplos siguientes: a partir de 1542, de manera casi espontánea, el puerto habanero se convierte en punto de reunión de toda la flota española que, provenientes de otros puertos coloniales del continente se trasladarían como una sola unidad hacia la metrópolis. De regreso la flota arribaba a La Habana, para luego distribuirse por el Nuevo Mundo. Oficialmente, esta condición de “puerto único” se reconoce en 1561. En 1547 se convierte en residencia de los gobernadores de la Isla, cuando Vicente de Chávez se traslada hacia ella proveniente de Santiago de Cuba; en 1550 cuando es nombrado gobernador el doctor Gonzalo Pérez de Angulo, la elige como morada y se asienta en ella directamente y no va a Santiago de Cuba, lo cual le trajo problemas con la Real Audiencia de Santo Domingo pero en 1556, bajo la tutela del capitán Diego de Mazariegos es reconocida la villa como morada oficial de los gobernadores. Anterior a estas fechas estos habían vivido en Santiago de Cuba, desde que Velázquez se asentara allí procedente de Baracoa.
El 20 de diciembre de 1592, por Real Cédula, Felipe II le concede a La Habana el título de Ciudad. Al establecerse la primera división político-administrativa colonial el 8 de octubre de 1607, también por Real Cédula, La Habana queda reconocida como Capital oficial de la colonia, al dividirse la isla en dos gobiernos: Santiago de Cuba con jurisdicción directa sobre toda la región oriental (Baracoa, Bayamo y Puerto Príncipe), y La Habana para occidente, quedando las villas del centro bajo el arbitrio de sus propios cabildos (Trinidad, Sancti Spíritus y Remedios), pero determinándose que el gobierno de Santiago de Cuba y todos los cabildos se supeditarían en las cuestiones más importantes al de La Habana, en cuyo gobernador descansaba la representación de la corona.
Entre los siglos XVI y XVII, al construirse tres fortalezas o castillos: la Real Fuerza, San Salvador de La Punta y los Tres Reyes o El Morro, así como los torreones adelantados en zona de extramuros: dos al oeste (Santa Dorotea de la Luna, en la desembocadura del río La Chorrera y San Lázaro, en la caleta de Juan Guillén), y dos al este (Santiago, en la ensenada de Cojímar y otro en la Boca del río Bacuranao), más la protección de la ciudad mediante murallas, La Habana se convirtió en una plaza fortificada capaz de impedir acontecimientos similares al ataque infligido por el del corsario francés Jacques de Sores, que devastó la ciudad en 1555.
Ya en la segunda mitad del siglo XVII, el 20 de mayo de 1665, a la ciudad le sería reconocido un Escudo de Armas —entre sus atributos se distinguen tres castillitos en alusión a las fortalezas y una llave como “antemural de las Indias—.
Varias versiones, aunque con los mismos atributos, han mediado desde el escudo original hasta el actual, oficializado por el gobierno municipal de La Habana el 11 de noviembre de 1938, y que hoy, en el marco del Proyecto Identidad se reconoce como Escudo Oficial, y se convierte en uno de los símbolos de la provincia.
La Habana no sólo fue el punto de reunión de la flota española en América, también fue la ciudad que albergó a una Capitanía General –que a su vez, integraba el virreinato de la Nueva España, con capital en la Ciudad de México- que llegó a abarcar extensos territorios en la América del Norte —como La Florida, 1540-1763 y 1783-1821, y la Louisiana, 1763-1800—, equivalentes a veintitrés estados actuales de los Estados Unidos de América.
La Habana creció, entre los siglos XVI y XIX desde el puerto hacia el oeste, transgrediendo sus murallas, hasta llegar al río Almendares. El hecho de que en el siglo XX el desarrollo económico, la explosión demográfica y la emigración de las restantes provincias hacia la capital haya propiciado una expansión urbana de la originaria capital y de otras inmediatas creando una región metropolitana extensa en su espacio y superior a los dos millones de habitantes, hace perder de vista, en ocasiones, de la existencia de otros núcleos poblacionales originarios coloniales en este territorio, con sus propias identidades.
Guanabacoa fue el segundo asentamiento poblacional fundado como “pueblo de indios” por el Cabildo de San Cristóbal de La Habana, el 12 de junio de 1554, para reconcentrar a todos los indígenas que andaban errantes por el territorio después de abolidas las encomiendas. Al año siguiente, la villa de San Cristóbal es atacada, ocupada e incendiada, por el corsario francés Jacques de Sores, y el gobernador Gonzalo Pérez de Angulo huye y se refugia en el pueblo guanabacoense; desde allí, y durante casi medio año, sesionaría el poder político.
El primer período evolutivo de Guanabacoa se ubica entre esta fecha y 1743, en que recibe el título de villa. El 15 de agosto de 1607, el obispo Fray Juan de las Cabezas y Altamirano, concedía a la originaria iglesia de “Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa” el título de Parroquia. En 1684 se establece que, desde las inmediaciones del puerto hasta Jiquiabo y Seibabo —al sur de la provincia— se ensanchen los límites de su jurisdicción parroquial.
Por las Actas Capitulares del Cabildo de La Habana conocemos la existencia de un gobierno civil propio en 1609, y en Real Cédula del 27 de octubre 1632, el derecho que se le otorga al Cabildo de Guanabacoa a mercedar tierras.
En 1696, después de doce años de autoridad, se le niega la fijación de su jurisdicción análoga a la parroquial. Mas el 21 de agosto de 1737, le es concedido el derecho al uso del Pendón Real, y el 14 de agosto de 1743, el título de Villa, aunque desde la primera mitad del siglo xvi ya se utilizaba indistintamente los términos de ciudad, villa o pueblo para referirse a Guanabacoa. No es hasta 1750 que coincide la jurisdicción del cabildo con la de la parroquia.
La concesión de un terreno para la construcción del santuario de la virgen de “Nuestra Señora de Regla”, el 3 de marzo de 1687, marca la ocupación del espacio del sitio conocido por los aborígenes como Guaicanamar, y que estaba incluido en el territorio concedido a los indígenas de Guanabacoa en 1554. En 1589, se construye un depósito de los Almacenes de La Habana, en el lado de la bahía opuesto a la villa. Este edificio pintado de blanco comenzó a identificarse como “Casa Blanca”, epíteto reconocido posteriormente como la génesis del pueblo de igual nombre.
Regla comenzaría su desarrollo vinculada al puerto: almacenes, mercado de esclavos y astilleros. En 1859 contaba con una línea de ferrocarril que unía los puertos de La Habana y Matanzas, la cual atravesaba una importante región de plantaciones azucareras. Aunque sus dimensiones eran pequeñas, por su función económico-social pudo haber sido considerada como villa o ciudad, pero tal tratamiento nunca lo recibiría durante la colonia; más bien tuvo que esperar al siglo xx para que se le reconociera como una pequeña ciudad industrial.. Contó con ayuntamiento propio en 1878, al ser reconocida como municipio; mas entre 1902-1912, al disolverse la municipalidad, depende nuevamente de La Habana. Ese último año, tras un largo período de reclamos, le es devuelta tal condición. Regla llegó a ser en la segunda mitad del siglo XIX un importante centro cultural a donde acudía lo mejor la intelectualidad habanera.
Otro pueblo nacería como un reducto de indígenas en pleno siglo XVIII, lo cual demuestra la existencia de indígenas cubanos en la región habanera bien avanzada la colonia.
Nos referimos a Marianao, que marca su fundación a partir del 13 de diciembre de 1720, cuando el presbítero Cristóbal Zayas Bazán solicita al Director General de Indios una concesión de tierras, que refiere: “…en los autos que a sus pedimentos tienen hecho sobre un paraje que llaman los Quemados de Marianabo, se le conceda un paraje realengo y a propósito para la residencia de otros indios”.
“San Francisco Xavier de Los Quemados de Marianao” sería uno de los asentamientos que más progresaría en lo adelante. En la zona de Marianao no sólo surgiría Los Quemados, también se establecieron el pueblo de Ceiba y el caserío de la Playa de Marianao. A mediados de 1857 se crea la Sociedad de Fomento de Marianao y su fundador, el acaudalado Salvador Samá, recibe el título de Marqués de Marianao, se iniciaría entonces el recorrido de Marianao hacia convertirse en una próspera ciudad.
Como ya hemos dicho, el 21 de enero de 1732 se funda la “Ciudad Condal de Santa María del Rosario”, a pocos kilómetros de Guanabacoa, en los terrenos del demolido ingenio Quiebra Hacha —donde había ocurrido una gran sublevación de esclavos en 1727—, a instancia del conde José Bayona Chacón. Santa María del Rosario nacía ennoblecida con cabildo propio e iglesia parroquial. Más tarde sería tenencia de gobierno y municipio reconocido en la división de 1878, aunque siempre perteneció al Partido Judicial de Guanabacoa para la administración de justicia.
“Santiago de las Vegas” se funda como pueblo el 3 de mayo de 1749, fecha en que se establece el cabildo; vale señalar que el sitio estaba poblado desde el siglo anterior por emprendedores vegueros. Esa localidad recibe en 1775 el título de “Villa de Santiago de Compostela Burgo de las Vegas”, y el 24 de febrero de 1791, es distinguida con el título de “Real Villa”, no otorgado a ninguna otra población en el continente. Para 1827 era ya “Ciudad”, con amplia jurisdicción hasta el sur de la provincia —incluyendo a Isla de Pinos—, y con rango de tenencia de gobierno desde 1836. En 1878 sería reconocido como Municipio, pero le fue disminuida su jurisdicción a una extensión más adecuada.
La Habana, Guanabacoa, Regla, Marianao, Santa María del Rosario y Santiago de las Vegas, serían los términos municipales que formarían a principios del siglo xx, la denominada “Gran Habana”.
Fundación y ocupación del espacio en las principales localidades
Asentamiento poblacional |
Títulos y reconocimientos |
San Cristóbal de La Habana |
Villa: 1514 – 1519; Ciudad: 1592 |
Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa |
Pueblo: 1554; Villa: 1743; Ciudad Industrial: siglo xx |
Nuestra Señora de Regla |
Pueblo: 1687; Ciudad: siglo xx |
San Francisco Xavier de los Quemados de Marianao |
Pueblo : 1720; Ciudad: siglo xx |
Santa María del Rosario |
Ciudad Condal: 1732 |
Santiago de Compostela Burgo de las Vegas |
Pueblo: 1749; Villa: 1775; Real Villa: 1791; Ciudad: 1827 |
Los siglos XVII y XVIII marcan el surgimiento de varios núcleos poblacionales. La aparición de humildes caseríos rodeados de estancias y sitios de labranza cerca de las murallas, proporcionaron —con el tiempo— el advenimiento de barrios citadinos a extramuros, tales como: La Guadalupe, El Manglar o Jesús María y San Lázaro; un poco más distantes: San Antonio Chiquito, El Carmelo, Puentes Grandes, Bongó y Gavilán; a lo largo y en las inmediaciones del Camino Real del Sur: Jesús del Monte (a mediados del siglo XVII), Calvario (1635), Managua (1730), Arroyo Naranjo y Arroyo Apolo (1735). Al este y sureste de la bahía y en torno a Guanabacoa: Cojímar (1649), San Miguel del Padrón (1660), Rincón de Sibarimar (1747), Bajurayabo (1762), San Jerónimo de Peñalver (1782) y San Francisco de Paula (1795), además de otros asentamientos más pequeños. Hacia el oeste de Marianao: El Cano (1723), Guatao (1750) y Arroyo Arenas (1790).
El siglo XIX incrementaría otros poblados dentro del periplo de Guanabacoa: Dolores de Bacuranao o Barreras (1801), Santa Ana de Guanabo (1803), Cambute (1855), Martín Pérez (1856), Jacomino (1859) y Campo Florido (1868). Hacia 1857, en la margen oeste del río Quibú, el poblado de La Lisa, y en 1870 Punta Brava, en las cercanías de Hoyo Colorado (Bauta).
A partir de 1858 comenzaría la era de los repartos. Las urbanizaciones de las estancias Carmelo y Vedado (1858 y 1859), engrandecerían a La Habana. Las Actas Capitulares reflejan el intenso crecimiento capitalino con las construcciones de: Ana Márquez (1852), Aramburu (1873), Corea (1859), Carlos del Rey (1841), Caballero (1851), Betancourt (1862) y Aldecoa, (1859), entre otros. En Marianao, iniciando su expansión en tránsito de pueblo a ciudad: Panorama, La Isabela, Navarrete, Cañas de Pluma y Pocito (1858), Corinto, Dolores y Padre Zamora (1860). Hacia el Camino Real del Sur surgen: Luyanó, Víbora y Santos Suárez. Esta etapa constituye el antecedente inmediato a la megápolis que se gestaría en la centuria siguiente.
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