¿Medir la cultura?


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Poster cultural

¿Puede o debe medirse la cultura? ¿Existe acaso un  culturómetro? y, ¿por dónde empezar? Todas estas podrían parecer preguntas torpes o poco serias, sin embargo, tienen una importancia vital que viene del pasado y trasciende el presente para dibujar el futuro que se aspira alcanzar. El aparente sinsentido cobra tal si se dijese que se está hablando entonces de la utilidad de evaluar los resultados de los proyectos culturales o socioculturales, entendidos estos en un sentido amplio, que incluye desde la política cultural de un país hasta el más humilde de los proyectos de este tipo.

En definitiva, estas intenciones deben ser pensadas, planificadas, con objetivos claros. La construcción de un edificio, el plan escolar son también proyectos y tanto en uno como en el otro su proceso y sus resultados deben ser medidos para conocer por una parte en qué medida los objetivos previstos están siendo, o fueron alcanzados, y por la otra cómo fueron aprovechados los recursos humanos y financieros que la sociedad puso a disposición del proyecto, incluso la evaluación debe efectuarse desde la idea inicial para comprobar que el proyecto es factible, y no gastar recursos improductivamente, ello es válido también para lo cultural, más allá de entusiasmos que al final su ejecución resultan descalabros que no afectan el pecunio particular, pero si el de todos los contribuyentes.

A la hora de evaluar la cultura, o mejor sus efectos debemos de reconocer que la cultura tiene cientos de acepciones, desde las generales que la sitúan como resultado de la obra humana, de la sociedad, hasta los que la reducen al nivel de conocimiento de las personas, o las que solo ven en ella el arte, incluyendo la que le corresponde con todo mérito a las obras literarias. Lamentablemente, la cultura en sus expresiones reducidas son frecuentes, incluso dentro del propio sistema de los organismos e instituciones culturales, quizá el carácter individual de muchas de las actividades artísticas  lleve a considerarla desde esta percepción.

Otros solo miden la cultura desde números fríos, por ejemplo la cantidad de personas que asistieron a la “actividad” o ven a la cultura solamente como entretenimiento y no lo que trasciende, lo que deja huellas, lo que trasforma conciencia, su aspecto educativo, lo que hace de esta patrimonio, sentido de pertenencia, identidad, conocimiento enriquecedor de los valores humanos, la espiritualidad.

Entonces, evaluar la cultura es algo muy serio que requiere de un conjunto de técnicas e investigaciones de las ciencias sociales y de un cuerpo de especialistas entrenados en captar e interpretar los datos cuantitativos y cualitativos.

Ciencias sociales que deben ser reconocidas en toda su trascendencia, pues en última instancia podría ser preferible crear, formar a un hombre a nivel de la dignidad, a un hombre con altos valores humanos, que al descubridor de la medición precisa del corpúsculo y la onda al unísono, si con ello se pusiera en peligro la humanidad por ser potencialmente utilizado su descubrimiento por mentes inescrupulosas, en cuya cultura solo buscan la ganancia como Ley fundamental, seguramente Gaia agradecería más los resultados del cientísta social.

Entonces la evaluación de los efectos de la cultura debe ser concebida desde antes de comenzar la ejecución del proyecto, en el mismo diseño, evaluar si sus objetivos son ética y económicamente, adecuados. Debe también haber un antes y un después y también un durante, con datos confiables que permitan “medir” la idea, el proceso, el efecto y el impacto, la transformación.

La evaluación de la cultura y la cultura de la evaluación es todo un arte y una ciencia a la vez. Existe, como en casi todo diversas clasificaciones y afortunadamente existe una teoría en construcción, como en todo, pues nada es estático, sino en continuo movimiento.

La evaluación es una forma de retroalimentar a la sociedad, a la comunidad, o grupo de personas correspondientes para la toma de decisiones.

Ente los objetivos de la evaluación deben estar, medir el grado de idoneidad, efectividad y eficiencia, facilitar esa toma de decisiones y contribuir al análisis de continuar o no el proyecto o de cuáles y cómo deben ser las intervenciones o programas futuros, mejorar los procedimientos, añadir o desechar técnicas empleadas, modificar diseños, estilos y métodos de trabajo, o las estrategias de desarrollo y distribuir recursos, entre otros aspectos.

Así que por su contenido la evaluación adecuadamente planificada debe comenzar desde el propio diagnóstico y continuar con el diseño, el proceso y los resultados, tanto en su producto como en su efecto e impacto.

Existen diversos tipos de evaluación, según el papel que cumplen, según el criterio evaluativo, los agentes evaluadores, el momento, etc., así como diferentes características y modelos, pero dejemos a los estudiosos que acudan a los textos especializados para profundizar en el tema. De momento subrayar que la cultura es tan importante que es lo primero que debe ser salvado y si así es, entonces evaluar sus acciones para lograr potenciar su efecto integral en la sociedad bien merece la pena.


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