Los romanos cuando fraguaron su imperio fueron los primeros en emplear legiones de mercenarios. Hombres de cualquier procedencia que por una paga engrosaron las huestes conquistadoras hacia Hispania, Galia, Libya, Egipto, Palestina, Asia Menor, Grecia y las restantes tierras ribereñas de lo que ellos llamaron su mare nostrum.
Por lo general, no eran romanos propiamente, o sea, de los etruscos que fundaron la ciudad de Roma en la valle del Latio, sino toda suerte de traidores de las propias tierras a conquistar que vendían a sus propios pueblos. Desde entonces, se conoce una expresión latina: ¡Roma paga a los traidores pero los desprecia!
De aquella época acá los mercenarios fueron usados por cuanto imperio apareció sobre la faz de la tierra y en la época contemporánea en que la guerra no convencional se alterna con la convencional, han aparecido también los mercenarios de la guerra no convencional, esta que se nos hace a pensamiento y a pensamiento debemos ganarla.
Observo la ingenuidad de algunos que creen en la independencia de ciertos medios de prensa, sitios y páginas de redes sociales digitales y de ¿artistas?
He visto en estos días a un joven cubano llamado Denis con una trayectoria de delitos comunes que asombra por su edad, que después de expresiones vulgares y chabacanas exclama ante las redes sociales digitales: ¡mi presidente es Donald Trump! No me dio rabia, me dio lástima.
¿Se refería al mismo Donald Trump que ya no quiere la mayoría del pueblo estadounidense? Perdió en la contienda electoral estados que tradicionalmente votaban a favor del Partido Republicano. En su país, las comunidades de afroamericanos, latinos, musulmanes y asiáticos lo crucificaron por racista y xenófogo y los grupos de sexo-género diverso LGBTIQH también lo lincharon por homofóbico. Ellos y además, el resto de la mayoría estadounidense, no le perdonó su desprecio a los muertos y enfermos de la pandemia Covid-19 a los que nunca supo orientar.
¿Qué le hace pensar a este individuo que aquél césar del norte lo quiere a él? No, no lo quiere, le paga la mísera cantidad de 30 pesos cubanos convertibles por hacer actos terroristas contra su propio pueblo pero lo desprecia.
Otro infeliz, Alcántara, quiere hacernos entender que debemos defender la libertad de expresión para que él siga ultrajando la bandera nacional de la forma y manera que él entienda, por encima de los valores patrióticos que éste pueblo tiene bien enraizados y por encima también de la Ley de los símbolos patrios tan discutida como cualquier otra, antes de ser aprobada en el parlamento. Ese si me da rabia y me da asco sus performance de grotesco desnudismo en una de las más céntricas esquinas capitalinas en nombre del arte y demuestra una ignorancia supina cuando intenta dar lecciones de rebeldía al pueblo cubano: ¡mira que te educo pero tú no entiendes que tienes que salir a la calle! El pobre, este pueblo instruido no puede seguir a un grosero como él y para colmo sentencia y además se lo cree: ¡Yo voy a cambiar a este país! Eso me causa una risa estridente.
La ingenuidad de este nada artista mercenario es pensar que la gusanera miamense lo acepta, aquella que fundaron en la calle 8 los oligarcas “siquitrillados”, los batistianos y los cambiados por compotas de la Brigada 2506, elitistas los primeros y racistas todos, que mientras detentaron el poder político en Cuba, además de lamer las botas a sus amos yanquis, despreciaron todo lo que fuera arte y religiosidad populares, expoliaron al obrero, llevaron al campesino a condiciones de vida infrahumanas y aplastaron al negro y al mulato al punto de que en la década de 1950 fueron comunes carteles en edificios de apartamentos elegantes: ¡No se permiten perros ni negros! Y los pocos con solvencia económica que osaron comprar una parcela en los nuevos repartos residenciales para construir sus viviendas familiares recibían irónicas respuestas: ¡Todo está vendido!
Estos dos y sus seguidores no son otra cosa que mercenarios, llamémosles por su nombre y no debieran seguir ultrajando al barrio de San Isidro, que como dije en otras líneas de este periódico, es un barrio de elevados valores patrióticos y patrimoniales –Cubarte, 29 de noviembre de 2020–, respeten eso.
Periodistas, algunos no se sabe salidos de qué universidad y otros sí, graduados de la profesión, que se llaman independientes ¿qué grado de independencia les da el cheque o la transferencia bancaria de la USAID?
A los jóvenes con real vocación artística o literaria, excelentes jóvenes estudiantes o trabajadores que se dejaron manipular por una convocatoria apócrifa les doy el consejo que le doy a mis hijos: ¡Con la Revolución siempre, contra ella nunca! No tienen que pensar igual que yo, pero les doy el consejo por si lo quieren tomar.
El sistema de casas de culturas con sus instructores de arte, talleres literarios, movimiento de aficionados, proyectos socioculturales comunitarios, las escuelas vocacionales de arte y todo el sistema de la enseñanza artística, los concursos de talentos… hay mil caminos a tomar.
¿Por qué reafirmarse artista independiente? ¿Acaso no somos independientes los que defendemos la verdadera independencia de la Patria?
Estas líneas las escribo desde mi casa, nadie me las solicitó ni me las contrató, me salen del alma y por principios siento la necesidad de escribirlas en momentos en que las definiciones son imprescindibles. Yo soy independiente.
El mercenarismo no es nada independiente, es dependiente y despreciable y aclarando a los firmantes del mensaje de correo electrónico enviado al Ministerio de Cultura para chantajearlo, la cultura no está en crisis como alegan en su apostasía, la creación artística y literaria en Cuba no está ni acabada ni traumada. Yo sueño todos los días con el mundo mejor que construimos, cada vez en condiciones más difíciles pero el edificio se levanta.
A Cuba hay que cambiarla y la cambiamos todos los días, estamos en una obra de continuidad, con muchos transformaciones pero lo que se mantienen firmes son los principios. Bueno… los mercenarios no saben nada de eso.
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