México y Cuba en la hora que no cesa


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Por somero que sea, un recuento de los vínculos entre Cuba y México remite a hitos que, en lo más ostensible, vienen del siglo XIX. Tan relevantes son que han servido para borrar de la memoria colectiva, en gran medida, los punteados por la expedición de Hernán Cortés desde costas cubanas hasta el Imperio azteca en su campaña conquistadora, para la que se valió de la superioridad bélica traída de Europa y, sobre todo, de la desunión de los pueblos que habitaban el actual territorio mexicano y el auxilio que allí encontró en sirvientes internos simbolizados en la Malinche.

Los nexos del siglo XIX incluyen la participación de mexicanos en las luchas por la independencia de Cuba, y la presencia en suelo mexicano de hijos de Cuba como los poetas Pedro Santacilia —yerno y colaborador del Benemérito Benito Juárez— y especialmente José María Heredia y José Martí, a quien será esclarecedor volver.

Los nexos entre ambos pueblos han tenido en las letras y en las artes caminos de notoria connotación, y al calor de la reciente Cumbre de la CELAC se enfatizó una de las manifestaciones creativas en que esos nexos se han expresado: la música. Se mencionaron el bolero y el mambo, y habría sido justo asimismo tener en cuenta, en lo tocante a la cancionística, expresiones como el filin, y, por lo que respecta a ritmos bailables, el son y de modo particular el danzón. Todo ello sin desconocer lo familiar que en algunas áreas de Cuba resultan la ranchera y otros géneros vinculados con ella.

Y si del siglo XX hubiera que escoger una evidencia mayor de las relaciones entre la patria de Juárez y la de Martí, habría que empezar por lo que México representó para la vanguardia de la generación del centenario martiano,que, encabezada por Fidel Castro, preparó en aquel país la expedición del Granma. Fue un capítulo sobresaliente en la lucha que condujo al triunfo de la Revolución Cubana y elevó al máximo la hermandad entre ambos países.

En esa relación sería esencial la actitud del gobierno mexicano, único en oponerse al aislamiento promovido contra Cuba desde la OEA —que el eminente argentino Manuel Ugarte había llamado ministerio de colonias yanquis—para castigar su rebeldía antimperialista y su digna vocación de soberanía y justicia social. La posición mexicana la signó la voluntad personal de su expresidente Lázaro Cárdenas, quien visitó Cuba poco después del triunfo de 1959—seguramente le recordaría su propia experiencia revolucionaria— y en 1961 quiso acompañar al pueblo cubano en el enfrentamiento a la invasión mercenaria entrenada y financiada por el gobierno de los Estados Unidos.

En lo que va del siglo XXI no es posible hablar de las relaciones entre los pueblos y gobiernos de nuestra América, en especial los de México y Cuba, sin apreciar la conducta del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ante el arreciamiento de las campañas anticubanas por parte del imperialismo estadounidense y sus lacayos. Tales maniobras abarcan el recrudecimiento de un bloqueo inmoral, ilegal e injusto que dura seis décadas, y crecientes arremetidas propagandísticas ajenaspor completo a la verdad y la ética.

Frente al bloqueo, que algunos pretenden negar, ha sido meridiano,calzado con hechos, el llamamiento lanzado por López Obrador. Reclama que la condena contra ese crimen no quede en meras declaraciones, ni en los escrutinios —de los cuales la potencia agresorase burla— que desde hace tres décadas muestran cada año la dimensión universal de la repulsa merecida por ese crimen.

El presidente de México —país que conoce desde la costosa vecindad la codicia de la nación que en el siglo XIX le arrebató más de la mitad de su territorio y sigue sometiéndolo a presiones y amenazas— se ha crecido en medio de las arremetidas propagandísticas mencionadas, y de la pandemia que el imperio ha procurado capitalizar como aliada en su afán de asfixiar a Cuba. Como respuesta a esas circunstancias, López Obrador ratificó recientemente su actitud cívica y solidaria en la celebración del aniversario 211 del Grito de Dolores, y en la Cumbre que ha revitalizado a la CELAC.

En ambos casos encauzó la activa presencia del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, quien así tuvo y empleó la ocasión para no solo expresar en general las verdades de Cuba. También refutó a mercenarios que, confirmándose como traidores a sus pueblos y a nuestra América toda, acudieron a la Cumbre —alguno de ellos con más visible condición de lacayo, o de lacalle, como el humor popular lo ha llamado aludiendo a su apellido— para cumplir encomiendas del amo imperialista. Exhiben su vocación de nuevos encomenderos.

La llegada del presidente cubano a México fue precedida por expresiones domésticas, o domesticadas, de la rabiosa andanada de calumnias contra Cuba, actos de serpiente que buscan deslegitimar la lucha de este país y su derecho a defender su independencia y cultivar el modelo de sociedad que su pueblo apoya por amplia mayoría, como lo ratificó en su nueva Constitución. Sería iluso desconocer que tales perfidias intentan justificar contra Cuba los planes de agresión y saqueo distintivos de los Estados Unidos desde que se fundaron como nación y multiplicados al paso del tiempo.

No es casual que dentro de México la saña anticubana haya tenido voces frenéticas entre representantes de lo que —considerando el papel del otrora presidente que personificóhasta el colmo la humillación de supeditarse a los intereses imperialistas del vecino del Norte— valdría llamar zorrismo anglosajón. Así se aludiría al papel que aquel presidente grosero, Vicente Fox —quien ha vuelto a mostrar su cola cuando este artículo se escribe—, asumió contra Cuba con un desplante que el líder de este país, Fidel Castro,ridiculizó en su momento y para la historia.

Los sucesos de la reciente Cumbre ratificaron la dinámica de una realidad dentro de la cual coexisten en la región dos bandos políticos. Uno lo integran quienes siguen fieles al reclamo de José Martí: “¡los árboles se han de poner en fila,para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento,y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como laplata en las raíces de los Andes”. Otro, políticos minoritarios en cifras, pero chillones, que sirven a la potencia imperialista y sus sometidos aliados europeos, y desertan de las filas del honor o nunca estuvieron en ellas.

Evidencian en general que, para sus planes, los Estados Unidos continúan hallando presidentes en los países que esos políticos deberían representar y defender, pero traicionan. En no pocos casos han revalidado para sí, con su conducta,la increpación hecha por José Martí en crónica de 1885 (“Los secretarios del presidente”) sobre los rejuegos políticos y económicos de los Estados Unidos: “¡Banqueros no: bandidos!”

Es de justiciahistórica volver a Martí al tratar el nocivo influjo que esa nación sigue ejerciendo sobre, o contra, nuestra América. El día antes de caer en combate en la guerra, preparada por él, que Cuba libraba contra las fuerzas españolas, le confesó a su amigo mexicano Manuel Mercado que con esa lucha abrazaba una meta (“mi deber”, escribió) urgente para nuestros pueblos: “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.

Es tal vez el pasaje que más se cita de esa carta, y peso más que bastante tiene para ello. Pero no es lo único que destaca en el texto, de índole testamentaria. A lo que dice —y que aquí no se agota— sobre la realidad cubana y el pensamiento político y social con que él se ha propuesto contribuir a transformarla, Martí suma algo derivado de su atención al papel que entonces los Estados Unidos lereservaban a México.

La desdeñosa nación del Norte comprendía que a sus intereses no les convenía la herencia del caudillismo,con ribetes nacionalistas, del general Porfirio Díaz. No es fortuito que Martí, quien en 1876 abandonó México en expresión de rechazo al ascenso inconstitucional de Díaz al poder, en 1894 procurase y parece haber conseguido entrevistarse con él enbusca de apoyo para la guerra cubana de liberación.

Desde fechas tempranas se mantuvo Martí al tanto de la vida y las necesidades de nuestros pueblos, en particular de México, al que amaba y desde años atrás advertía sobre los peligros que lo acechaban. De ahí que a Mercado le diga refiriéndose a la entrevista que días antes, en campaña, ha tenido con el corresponsal de The New York Herld, Eugene Bryson. Este le habló de asuntos que no le eran ajenos a quien había seguido con particulardesvelo,durante años y desde las entrañas del monstruo —como expresa en esa carta—, la política estadounidense: “me habló Bryson[…] de un conocido nuestro y de lo que en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, para cuando el actual Presidente desaparezca, a la Presidencia de México”.

Podría conjeturarse, y se ha hecho fundadamente, quién era el político en que los Estados Unidos tenían puestos los ojos para tenerlo en la presidencia de México como aliado o facilitador de sus planes. Pero no es necesaria la conjetura para afirmar un hecho: en las condiciones actuales ha quedado claro que ese no es el caso de López Obrador. Por ello se debe contar con que el gobierno estadounidense y sus aliados mexicanos seguirán haciendo todo lo posible por dificultarle el trabajo a quien llegó a la presidencia apoyado por una organización cuyo nombre encarna un programa: Movimiento de Renovación Nacional.

Suponer que López Obrador podrá hacer todo lo bueno que quisiera, sería desmesurado. No es ese un logro que se le haya regalado a ningún político empeñado en servir a su pueblo. Muchos son los obstáculos que tiene y tendrá en su camino, muchas las maniobras que sus adversarios y enemigos seguirán haciendo para que —como se habrá dicho o cabría decir en términos de inteligencia popular— se convierta o parezca convertirse de AMLO en MALO.

El rumbo que López Obrador propició que la Cumbre de la CELAC tuviese contra la OEA, defendida allí por la minoría lacayuna que, aunque usara el léxico del español, habló con lenguaje yanqui —y con sabor a Plan Cóndor, engendro made in USA—, encierra peligros que el presidente mexicano ha de seguir encarando. No es el único político de la región contra el que se traman las maquinaciones imperialistas.

Tampoco es de prever que la CELAC pueda realizar todo lo que sus mejores exponentes desean para bien de sus pueblos. En ladiversidad —uno de los nombres de la desunión propiciada básicamente por intereses imperialistas con ayuda delasmalinchistasoligarquías locales— será una proeza alcanzar una verdadera alianza,cuestión de vida o muerte, en el enfrentamiento de la covid-19.

Ojalá esa alianza se logre plenamente —pese a los intereses del imperio y a las ambiciones mercantiles de la industria farmacéutica vinculada con él— y también se hagan realidad los esfuerzos para poner el mayor freno posible a los cambios climáticos. Estos, hace ya tiempo, son de consecuencias devastadoras para el planeta y sus poblaciones, incluso en la región ocupada por lo que, con Simón Bolívar, podemos llamar nuestro pequeño género humano.

En la defensa de esos afanes, en la que México ha tenido el apoyo o la resuelta participación de Cuba y de otros gobiernos de nuestra América, el presidente Andrés Manuel López Obradorha desempeñado un papel de primer orden. Tengámoslo presente ante todo lo que vale prever que el Norte revuelto y brutal y sus cómplices —incluso de peso en la vida mexicana— seguirán haciendo contra él y contra nuestros pueblos y sus más dignos representantes. La hora de los hornos no ha cesado.


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