Al peso de la isla no solo vamos a sumarle el de la población que va creciendo, sino, además, el valor de la literatura y el arte que florece en su mismo centro, aquí, en Ciego de Ávila.
Al peso de la isla vamos a agregarle el de la labor incansable del artista de la plástica Miguel Chamorro Rocamora. Con su obra gráfica ha sabido ganarse un lugar importante dentro del movimiento pictórico avileño.
Nace en Nuevitas, Camagüey, en el año 1970. Se gradúa en la Escuela Nacional de Arte (ENA) en la especialidad de grabado en el año 1991, y desde entonces ha sabido dar lo mejor de sí como docente y como creador necesitado de un espacio donde hacer perdurar su obra y su pensamiento.
Chamorro, con sus grabados de la primera etapa como estudiante y recién graduado, ya comienza a darnos una pista de lo que en su mundo espiritual estaba ocurriendo. Las ideas sobre la funcionabilidad de los objetos caseros, la reinterpretación de lo útil y lo bello, la importancia de darle importancia a todo, son asuntos que venía asumiendo en sus lineografías, grabados en madera y sobre la calcografía.
Nunca se dejó amilanar por los obstáculos materiales que dificultan cualquier proyecto creativo. Busca soluciones ingeniosas y hace que cualquier material grabable, imprimible, diga todo lo que tenga que decir y exprese lo que él mismo quiere decir.
Pero su estética no está muy a tono con el conceptualismo y las tendencias del arte pop que empezaban a ponerse en boga en Ciego de Ávila a comienzos del año 2000. Su obra gráfica estaba más comprometida con el discurso, ese que viene a ser la verdadera razón del arte bidimensional. Más del lado de los verdaderos revolucionarios inconformes con lo mal hecho dentro de la sociedad. Procura llamar la atención sobre estos males como el secretismo, el culto al dinero, la prostitución del artista y del arte, entre otros temas. Y más de un premio le son merecidos, año tras año, en los salones de la ciudad.
A Chamorro, nada social le es ajeno. Y todo lo social, para él, es criticable. Como cronista de su época nos deja una visión personal de lo acontecido en cada etapa históricamente relevante que le ha tocado vivir: la despenalización del dólar, el “período especial”, la apertura del turismo, el mercantilismo, el consumismo asociado a la liberación del mercado y la moneda fuerte, y hasta las indisciplinas sociales.
En contradicción con algunos contemporáneos, y con muchos de sus coterráneos, a este grabador intranquilo le interesa su obra y decir cosas. No sabe escribirlas, pero con un buen dominio de la técnica, y del grafismo, logra ponerlas a buen resguardo. Todavía hoy Chamorro hace su obra y participa en todos los salones a los que tiene alcance, porque su tiempo es bien limitado.
Fue delegado al VIII Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, tal vez por ese mismo espíritu que lo caracteriza de curioso e indagador, de crítico y constructor, de incansable hacedor de utopías.
Al peso de la isla hay que sumarle el valor real que tiene cada taco salido de las manos de Miguel Chamorro, y de cada copia del mismo que daría para colmar la isla toda.
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