De cruciales para el grupo Teatro Icarón, en Matanzas, se valoran el estreno de la famosa obra La señorita Julia, de August Strindberg, bajo la dirección de la actriz y directora Lucre Estévez Muñoz y la entrega al escritor, artista visual y teatrista, Premio Nacional de Diseño de Libros, Rolando Estévez Jordán, del Premio Brene 2022.
Fotos cortesía de la autora
Con la visión contemporánea de un dilema existencial del siglo XIX, la puesta en escena marca un salto cualitativo en la concepción dramatúrgica de la agrupación, cuando expone en el escenario la controversia entre el anhelo universal de huir de la tiranía del poder y la sumisión que lo paraliza.
Dividida en cuadros, la trama de la obra fue creciendo en intensidad hasta desembocar en un final electrizante. Tres personajes en las tablas. En el papel de Julia, la propia Lucre Estévez, logró matizar las volátiles emociones de una señorita aristocrática, pero carente de amor y libertad para afrontar sus sueños y las consecuencias de sus actos de pasión. Los gestos, el tono de la voz, la interiorización del personaje llevaron al público a instantes de profunda agitación emocional, incrementada a partir del monólogo de la huida, cuando la historia gira hacia derroteros trágicos.
El sirviente Juan, interpretado por el joven Rubén Javier Martínez Molina, mostró los rasgos salvajes, ambiciosos y falsamente irreverentes de una clase social explotada, incapaz de romper los tejidos del vasallaje.
El papel de la criada Cristina, bajo el señorío de la primera actriz Miriam Muñoz Benítez, impecable en su actuación, resulta imprescindible para detonar conflictos reprimidos y enlazar el hilo de la historia hacia el estilo naturalista del autor, rasgado continuamente por esta versión moderna.
Quien observa el vestuario de época, los gestos ceremoniales y la aparente frivolidad de los primeros cuadros, se percata del desplazamiento conceptual incorporado a la obra por la joven directora Estévez Muñoz.
Apreciable cuando los personajes de Julia y Juan se dirigen al público, ante la necesidad de ser escuchados, pretendiendo que otro, y no solo su contrapartida, entienda sus sueños y sufrimientos, con lo cual sellan uno de los puntos esenciales y novedosos de la puesta, apoyados por la banda sonora.
La versión de la Estévez contrapuntea y actualiza la coherencia de los movimientos, la inflexión de las palabras, las pasiones que avanzan por el borde de un precipicio, en enfrentamiento constante al símbolo de mando, representado por las botas del Conde.
El diseño escénico está a cargo del maestro Rolando Estévez Jordán, por lo que el Premio Brene, Por la Obra de la Vida, que le fuera otorgado por la UNEAC, de manos de Williams Quintana y de José Manuel Espino, presidente de dicha organización, además de un bello cuadro del prestigioso artista Sergio Roque, tuvieron el mejor de los contextos, junto al público que lo admira y al colectivo, dirigido por la Muñoz, donde ha cosechado más de 20 lauros nacionales.
Estévez Jordán comienza su carrera artística en 1973, con estudios previos de Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán. Desde entonces inicia su camino en la poesía, la plástica y el diseño de libros para las casas editoriales Vigía y El Fortín.
Fue en 1978 cuando emprende su profesión como diseñador escénico. Ha trabajado además con los grupos El Mirón Cubano, Teatro D´Sur, Papalote, Danza Espiral y en compañías de la capital del país, con premios nacionales e internacionales.
La obra La señorita Julia, por Teatro Icarón estará en cartelera durante todo el presente mes e inicio de junio, momento en que organizará una gira hacia la Habana y otros espacios teatrales.
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