Más de 30 monumentos nacionales han sido declarados en el mes de noviembre en la Nación, entre ellos El Capitolio Nacional de Cuba que cumple diez años de habérsele otorgado tan alta distinción patrimonial.
La ubicación geográfica de este monumento, lo entrelazan en su historia con el primer jardín botánico de La Habana y también con el primer “camino de hierro”, es decir, con los ferrocarriles y sus desarrollos en La Habana. Ambos fenómenos también se relacionarán posteriormente con la promulgación de nuevos monumentos nacionales.
El ala sur del Capitolio, se levantó sobre unos terrenos cenagosos que al ser dragado posibilitó la creación del mencionado jardín botánico, cuya orientación inicial fue el estudio de las plantas del trópico. Posteriormente, en este terreno se desarrollaría la primera estación ferroviaria de La Habana, conocida como Estación de Villanuevas, que implicó el movimiento de este conjunto botánico hacia otros predios.
De este jardín se trasladaron, al menos una parte, ejemplares de diversas especies de plantas hacia el nuevo “hogar”, los Molinos del Rey, hoy Quinta de los Molinos, que acogería entonces el segundo jardín botánico de La Habana. La Quinta también posee una rica historia, que no solo por el jardín, sino por la existencia de molinos de tabaco para fabricar rape y su vínculo con la Zanja Real, así como residencia de Máximo Gómez a partir de 1899, entre otros sucesos. El 31 de diciembre de 1981 sería declarada Monumento Nacional por lo cual se le destinará un artículo el mes próximo.
Como ya fue adelantado, consecuencia también de la construcción del Capitolio se produce el traslado del primer camino de hierro hacia unos terrenos cercanos, edificándose entonces la Estación Central de Ferrocarriles de La Habana, de trascendental significación para las comunicaciones del país, La Estación Central también sería declarada un mes de noviembre Monumento Nacional y de la que se expondrán diversos aspectos en un siguiente artículo.
Capitolio Nacional de Cuba
Símbolo notable de la ciudad de La Habana y una de las grandes edificaciones de Cuba, el Capitolio es admirado tanto por cubanos como por extranjeros. Fue declarado Monumento Nacional el 15 de noviembre del 2010.
A principios del siglo XX el Estado cubano adquirió los terrenos de la antigua estación de ferrocarriles de Villanueva y se propuso inicialmente edificar en él un palacio presidencial.
La edificación del Capitolio estuvo sujeta a demorados plazos producto de, por una parte, su elevado costo, y por la otra, indecisiones políticas. Esta empresa atravesó por tres proyectos millonarios, múltiples cambios y diversas demoliciones.
Varios gobiernos atendieron la obra y cambiaron los proyectos, empezando en 1911 por el de José Miguel Gómez, le siguió el de Mario García Menocal, derogando disposiciones anteriores. En 1919 fue detenida la obra por Alfredo Sayas debido a la grave crisis económica del país. El terreno fue arrendado a una compañía particular para que instalara allí el Havana Park, un parque de diversiones que tenía hasta una montaña rusa. Con el tiempo desaparecieron todos los instrumentos de los contratistas y lo edificado se fue deteriorando.
Un tercer proyecto fue encargado por Carlos Miguel de Céspedes, secretario de Obras Públicas en el gobierno de Gerardo Machado, este último ocupó la presidencia de la República en 1925.
El equipo que participó en la ejecución de los planos definitivos de lo que sería la sede de las Cámaras de Representantes y del Senado, estuvo integrado por ingenieros y arquitectos cubanos, bajo la dirección artística y técnica del también arquitecto Eugenio Raynieri Piedra.
El nuevo proyecto, introdujo algunos cambios, siendo el más significativo el de la cúpula, que se hizo más esbelta y monumental.
La obra se reinició en el primer semestre de 1926, en un terreno que ocupa, según la mayoría de los autores, más de 43 000 m² y duró su construcción tres años, inaugurándose el 20 de mayo.
Participaron en la construcción ocho mil hombres, españoles en su gran mayoría, cubanos y de otras nacionalidades. En el país no existía fuerza de trabajo suficiente para acometer una obra de cantería de tal magnitud y especialidad, ni las herramientas idóneas, ni máquinas capaces de moldear las piedras de capellanía, de dureza semejante al mármol.
Los bloques, muchos de los cuales pesaban hasta nueve toneladas, eran montados en planchas de ferrocarril en las canteras y trasladados a la obra. De Cuba se utilizaron cinco millones de ladrillos, 150 mil bolsas de cemento, 500 000 pies de madera, 38 000 metros cúbicos de arena, 3 500 toneladas de acero natural, 2 000 toneladas de cabillas y 40 000 m3 de piedra picada.
El conjunto es de gran riqueza arquitctónica, regiamente ornamentado, de elegantes líneas y bellas proporciones. En toda la confección del edificio se emplearon materiales y objetos de excelente calidad y hermosura: mármoles; ónix; bronces; detalles en paredes, techos, puertas y lámparas, fundidos la mayor parte en Francia. Bellas lámparas elaboradas en Londres, o bombillas de bronce laminado con oro viejo y cristales dorados con oro al mercurio hechas en París.
Otros elementos del Capitolio que atrae la mirada del caminante es su pórtico central, soportado por 17 majestuosas columnas jónicas de granito.
En él destacan, además, las 3 grandes puertas de bronce que dan acceso a la planta principal, los bajorrelieves o metopas, del escultor italiano Angelo Zanéli, y las 2 puertas, también de bronce, que comunican con las logias y elevadores.
Hay referencias que los mármoles fueron traídos de Italia, incluso mármol verde de los Alpes y vinculado con ónix dorado de Marruecos, así como mármoles rosados y ocres. Entre todos cubren unos 8000 m2 de pisos, 2000 m2 de escaleras y 1000 de zócalos. El ónix se encuentra en más de 300 m2.
En los vestíbulos de los ascensores y escaleras, de decoración sencilla, sobresalen las puertas de bronce.
También pueden ser observados espejos venecianos que reproducen el ambiente de Francia en la época de Napoleón Bonaparte.
Como puede apreciarse, diferentes estilos se integran en los variados espacios del inmenso inmueble, así aparecen: el Renacimiento Italiano; el ambiente refinado francés; el estilo ecléctico que se refleja en el Salón de los Pasos Perdidos; el estilo neoclásico en el Salón Baraguá, otrora lugar de trabajo de las secretarías de la Cámara de Representantes; el estilo Jorge V se observa en las oficinas de los secretarios de la Cámara de Representantes y el Senado, en tanto que las Cámaras, propiamente dichas, reflejan el estilo imperio.
La Cúpula
La cúpula, es de lo más distintivo de la edificación, puede verse desde diferentes ángulos de la ciudad, siendo, además, la quinta más grande del mundo. En la actualidad, se eleva como el segundo punto más alto de La Habana, precedido solo por el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución.
La elegancia del domo, con sus 91,73 m, es casi 4 m mayor que el del Capitolio de Washington de 88 m de altura. Por sus proporciones y silueta, recuerda a la Basílica de San Pedro, en Roma, Italia.
Atravesando el pórtico, y ya en el interior del edificio, se encuentra situado justo bajo la cúpula, una rotonda que dispone hacia ambos extremos dos salas en dirección norte y sur, es el conocido Salón de los Pasos Perdidos, dispuesto para grandes recepciones.
En su centro se ubicó un brillante de 25 kilates, directamente bajo la aguja central de la cúpula, fijando el punto de partida de todo el sistema de carreteras del país, y también como sitio divisorio entre la Cámara y el Senado.
El salón de los Pasos Perdidos
El Salón de los Pasos Perdidos, para muchos, el más elegante de todo el país, es de estilo ecléctico. Tiene un tamaño impresionante: 1,740 m2 (120 metros de largo por 14,50 m de ancho), y a través de él se accede a los hemiciclos, salones y galerías de la parte posterior del edificio. En su nicho, se aprecia la regia estatua de La República.
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